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¿Los medios, aun al servicio de una moral crítica, pueden ser independientes?
Miguel Ángel Malavia habla de la necesidad de reflexionar sobre la comunicación en el corazón de una sociedad miltiplural.


Por: Miguel Ángel Malavia | Fuente: Unión Católica de Informadores y Periodistas de España (UCIP)



Si entendemos la moral crítica como aquella diferente, e incluso opuesta, a la imperante en una sociedad, convendremos que el periodismo puede ser una excelente plataforma para la difusión de esas ideas y valores alternativos. Sin embargo, este planteamiento, aparentemente sencillo, encierra en su interior varios recovecos en forma de interrogantes.

En primer lugar, si afirmamos que hay una moral crítica a la vez que damos por hecho que hay una predominante y ‘oficial’, ¿cómo sabemos con certeza y exactitud qué valores son los mayoritarios? Porque es una realidad el que en nuestras sociedades contemporáneas cada vez hay una mayor diversidad de modos de vida y esquemas de pensamiento. Dando por hecho que un país democrático (no hablo aquí de dictaduras, en las cuales sí es fácil delimitar cuál es el pensamiento dominante... o único) están aceptadas todas las ideas, siempre y cuando no alteren la convivencia social, ¿cómo delimitamos las que se encuadran en una pretendida línea mayoritaria?

Aún así, si lo que buscamos es concretar a modo general la moral impuesta, convendríamos en discernir que en un estado democrático los valores predominantes serían los principios fundamentales recogidos en el régimen jurídico de tal sociedad, dando por hecho que los mismos son el fruto de un consenso construido a partir de la evolución histórica de esa comunidad. Sin embargo, aún admitiendo como correcto este planteamiento, se debe reconocer que en nuestra hora actual ya no existen los estados homogéneos. El pluralismo, la heterogeneidad y la convivencia de los entes diferentes en un mismo espacio común, han puesto fin a las sociedades únicas en sí mismas.

Acotado el asunto y considerando que la moral mayoritaria es la recogida en el ordenamiento jurídico del estado (en el caso de España, por ejemplo, sería la Constitución del 78), nos planteamos otra cuestión: ¿Cómo se expresan los valores alternativos exponentes de la moral crítica? Creo que se puede establecer que si el siglo XXI es el de la expansión de la comunicación de un modo globalizado en el conjunto del planeta (aunque no todos los países, ni mucho menos, tengan la misma capacidad de emitir y recibir mensajes), los medios periodísticos se erigen en los baluartes de un modo de pensamiento diferente al impuesto.

Así, parece un hecho comprobado que cuando un grupo político alcanza el poder, lo primero que busca es controlar (aunque sea de un modo muy sibilino) los medios públicos. Del mismo modo, los inmigrantes que llegan a un país y forman una comunidad con un cierto peso, intentan conformar un aparato mediático que sirva de portavoz de sus experiencias, reivindicaciones e ideas. Son solo dos ejemplos, pero ambos responden a la idea de que una moral crítica necesita hoy, ante todo, un elemento difusor de sus valores. No conozco un partido político, una asociación o una comunidad religiosa que no disponga de al menos un medio de comunicación que directa o indirectamente defienda sus postulados.

En la sociedad multiplural del siglo XXI, en el momento de máxima expansión de los elementos de comunicación, pocos son los medios que mantienen una independencia real y absoluta y no actúan al servicio de un objetivo preestablecido. Aspecto éste que, en definitiva, merece una profunda reflexión.







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