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Para una espiritualidad de la comunicación
Documento en el que ofrece los puntos de referencia para una vida espiritual en estrecha relación con la profesión periodística.


Por: Unión Católica Internacional de la Prensa (UCIP) | Fuente: Ucip.ch



Son numerosos los cristianos de los cinco continentes que ejercen la profesión de periodistas o que ocupan diferentes puestos en el mundo de la comunicación y que desean disponer de puntos de referencia para una vida espiritual y en relación más estrecha con su profesión. Hasta el momento, la Unión Católica Internación de la Prensa (UCIP) no ha tratado nunca esta cuestión directamente.

El presente documento no pretende constituir una doctrina, ni estudiar de manera exhaustiva el asunto. Sólo desea facilitar algunos criterios y sugerir medidas concretas para ayudar a los comunicadores cristianos a ver y a profundizar en lo que podría llamarse una espiritualidad de la comunicación.

I- ¿Por qué una espiritualidad de la comunicación?

1. Hoy en día existe una demanda creciente de espiritualidad entre nuestros contemporáneos, sin embargo, esta demanda se corresponde a menudo con una espiritualidad desconectada de la vida del mundo y de la experiencia concreta personal. Por el contrario, una espiritualidad cristiana, digna de este nombre, se define como una vida a la escucha del Espíritu Santo, atenta a todas las señales de los tiempos y al servicio de la llamada del mundo y de la Iglesia.

2. Las profesiones de la comunicación son un espacio privilegiado para esta espiritualidad. Permiten a los que las ejercen vivir en contacto exclusivo con la actualidad profana y religiosa, y por lo tanto, ser más receptivos a todas las llamadas. Proporcionan un abundante material para la vida espiritual de las personas y grupos receptores de los medios de comunicación, pero también y sobre todo, para la de los profesionales de la comunicación creyentes.

3. Entre las señales de nuestro tiempo, apreciamos cómo aumenta una demanda de mejor armonización entre las convicciones y las prácticas, entre la fe y la vida. Evidentemente, esta demanda afecta en primer lugar a los comunicadores.

Ellos, que son los buscadores de verdad, están llamados, más que los demás, a hacer la verdad en sus vidas.

Ellos, que ya están acostumbrados a reflexionar sobre el ejercicio de su profesión en la dimensión técnica, económica y ética, si son cristianos, deben escuchar la llamada e ir siempre más lejos para adentrarse aún más en la búsqueda de lo verdadero y lo justo en su propia existencia.

Ellos, que están entregados por vocación al conocimiento de lo real en toda su complejidad, están llamados a descubrir, sin cesar, la realidad del Dios que se hace hombre.

II- Fundamentos posibles de una espiritualidad de la comunicación

1. Doble arraigo


Para nosotros los comunicadores, la espiritualidad es la manera de conciliar nuestra profesión y nuestras convicciones. Proponemos esta definición porque es la más amplia y nos permite incluir un gran número de aspectos de la fe y de la vida, que pretendemos interrelacionar de manera fecunda. No es, por lo tanto, una tradición de vida espiritual, tan común, afortunadamente, en el cristianismo, sino una escuela de vida interior. En esta escuela aprendemos a escuchar y a conjugar lo real de la vida de los hombres, que constituye la materia prima de nuestra profesión, con la luz de la Palabra de Dios que ilumina nuestra fe. En otras palabras, una espiritualidad de la comunicación, tal como nosotros la entendemos, tiene un doble fundamento. Encuentra su origen en la llamada de Jesús a sus amigos, para que escuchen al Espíritu y reciban de él la fuerza para ser testigos del Evangelio en el mundo. Al mismo tiempo, está estrechamente ligada a nuestra experiencia humana en todas sus dimensiones.

2. Expresiones variadas

La espiritualidad de la comunicación se expresa a partir de bases bíblicas y teológicas variadas. En función de las personas y las sensibilidades, podremos referirnos a:

- La vida de la Trinidad: Dios vivo no es un monolito, sino una relación entre tres personas que reciben su identidad unas de otras. La comunicación es aquí total y perfecta, es decir, comunión entre el Padre, el Hijo y el Espíritu. Se lleva a cabo sin confusión ni separación entre ellos, gracias a las diferencias dentro de una misma naturaleza divina. La unidad pasa por la alteridad asumida. Cada persona es ella misma en su totalidad y, al mismo tiempo, completamente transparente para el otro. El modelo trinitario puede inspirar una manera cristiana de practicar nuestra profesión. 3La unión entre los hombres como fin principal de toda comunicación, halla su origen y su prefiguración en el misterio fundamental de la eterna unión de Dios, Padre, Hijo e Espíritu Santo2 (Communio et progressio, nº8).

Así, en la vida de la Trinidad divina, podemos hallar el origen, nosotros los comunicadores, de una espiritualidad del Intercambio.

- La persona de Jesús, el Cristo. Jesús es 3el Verbo, la luz verdadera, la Palabra que se hace carne2, tal y como lo define el Evangelio de San Juan. Es un 3comunicador perfecto2 (Communio et progressio nº 11), un modelo permanente y una fuente inagotable para nuestra espiritualidad. Primero, en el misterio de su Encarnación por el que se produjo la 3autocomunicación2 de Dios a la humanidad. Posteriormente, a través de toda una vida dedicada a transmitir a los demás su mensaje y su ser. Y por último, en su relación íntimamente filial con Dios, al que nos presenta como Padre y al que él remite toda su vida, en una comunicación total.

Se exprese su palabra mediante la ternura exigente de su mirada, en la vitalidad cariñosa de sus gestos, o en la fuerza luminosa de sus palabras, Jesús siempre revela al otro en sí mismo. Él tiene y Él es la Palabra que da vida, como se manifiesta en todos los relatos evangélicos. De este modo, en el mensaje de Cristo y en su manera de vivirlo y de transmitirlo, hallamos el origen, nosotros los comunicadores, de una espiritualidad de la Palabra.

- La Iglesia. El concilio Vaticano II presenta a la Iglesia como el 3 sacramento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano2 (Lumen gentium nº1). Pueblo de Dios en marcha. Es la luz para las naciones, su misión es realizar la comunión entre sus miembros y el Señor que la conduce. La fraternidad entre todos los discípulos de Jesús, así como la vocación de la Iglesia de manifestar al mundo entero la Verdad que le ha sido revelada, constituyen los dos pilares eclesiásticos de una auténtica espiritualidad de la comunicación.

Así, en el misterio de la Iglesia, sacramento de la comunión de Dios con el pueblo que Él ama tanto como para entregarle a su propio Hijo y comunicarle su Espíritu, los comunicadores encontramos el origen de la espiritualidad del Encuentro.

III- Consecuencias de esta espiritualidad

Independientemente de la referencia fundadora que cada uno escoge, la relación entre la fe cristiana y el ejercicio de la profesión de comunicación, se ejerce necesariamente en dos direcciones. Por un lado, nuestra fe ilumina y da sentido a nuestro trabajo; nuestra vida espiritual consiste en escuchar lo que Dios nos dice a través de su Palabra, la enseñanza de la Iglesia y de los hechos de la vida de los hombres. Por otro lado, nuestra experiencia profesional da consistencia a nuestra fe, que no es un contenido invariable e impermeable. Se puede reforzar porque nuestra profesión nos permite vivir. También podemos ponerla a prueba, a veces, incluso llegar a cuestionar algunas formulaciones.

Se trata de cierta inculturización que está en juego en la elaboración de esta espiritualidad de la comunicación. Debemos conjugar el Evangelio con una cultura contemporánea fuertemente influenciada por los medios de comunicación. Esto invita a cada profesional cristiano a estar siempre preocupado por esta comunión. Lo hará, por un lado, cuestionándose la manera en que realiza su trabajo, y por otro lado, compartiendo la preocupación con sus colegas creyentes y con los responsables de las comunidades cristianas de todos los estamentos.

Este trabajo se llevará a cabo de forma individual y colectiva simultáneamente: entre profesionales que comparten la misma fe (de ahí el papel irremplazable de la UCIP), pero también, en el caso de los medios de comunicación cristianos, dentro de la redacciones, escuchando la Tradición y la enseñanza de la Iglesia.

Para ello, es deseable que existan, en medida de lo posible, momentos y lugares para compartir la espiritualidad. En estos encuentros, podremos formarnos y poner en común la experiencia y las cuestiones de los que lo eseen. Algunos comunicadores cristianos, por razones de discreción, sienten cierto recelo hacia este tipo de experiencias en el contexto de trabajo diario. En ese caso, deberán poder hacerlo en otro momento o lugar (grupos de amigos o parroquiales, intercambios de movimientos cristianos o de comunidades,...).

IV- Oportunidades y dificultades para una espiritualidad de la comunicación en el mundo actual

El contexto en el que la profesión de la comunicación se realiza hoy en día condiciona necesariamente la manera de alimentar la auténtica espiritualidad, pero al mismo tiempo, constituye una razón adicional que defiende la necesidad de que exista. Este ambiente se muestra a menudo ambivalente, marcado por las tensiones entre los polos opuestos. Es conveniente que los comunicadores cristianos lo aprehendan en toda su complejidad y le saquen provecho para su vida espiritual. Destacaremos cuatro grandes polos opuestos:

1. El doble polo global/local. El deseo de proximidad y de inmersión en la globalidad son dos indicadores de la condición humana de hoy. La espiritualidad de la comunicación respeta esta bipolaridad, pero ayudará también a ir más allá, partiendo de lo que cada persona o comunidad vive para ampliarlo a lo universal. Procurará que lo global no oprima a ninguno de sus componentes.

2. El doble polo individual/colectivo. Una tensión análoga existe entre la singularidad de la persona, que la comunicación debe preservar siempre, y la comunidad, en la que todo individuo tiende a inscribirse. Esta tensión es exacerbada por los excesos del individualismo moderno, por un lado, y por el anonimato en el que viven numerosos grupos humanos, por otro lado. Una espiritualidad de comunicación permitirá articular los dos polos luchando contra estos excesos deshumanizadores.

3. El doble polo inmediatez/discernimiento. El ritmo de vida acelerado puede favorecer tanto lo mejor (una toma de conciencia rápida de lo que pasa en el mundo), como lo peor(cuando, por ejemplo, afrontamos las noticias sin tener tiempo de tomar cierta perspectiva). La vida espiritual nos da la distancia necesaria y nos ayudará a concederle a cada acontecimiento el lugar justo bajo la mirada de Dios.

4. El doble polo ídolo/icono. La mentalidad contemporánea, preconizada por los medios de comunicación, erige, cada vez con mayor frecuencia, a ciertas figuras de nuestro mundo en 3iconos2. Una de las funciones de la vida espiritual es conducir a los comunicadores cristianos a cuestionar a estas figuras de referencia, tanto su existencia como los mensajes que éstas emiten.

V- Caminos posibles para una espiritualidad de la comunicación

No existe una única espiritualidad que valga para todos los cristianos que trabajan en los medios de comunicación. Como ha quedado claro hasta ahora, cada uno debe poder encontrar el camino y el sustento que necesita, solo o en compañía de otros, en función de su sensibilidad espiritual personal, del tipo de responsabilidad y compromiso, y de su contexto. Sirvan de ejemplo algunos caminos posibles.

1. Intentaremos, por ejemplo, establecer un vínculo entre la Buena Nueva de Jesús, el Cristo, que funda nuestra fe y las nuevas del mundo que transmitimos y comentamos, evitando caer en un paralelismo demasiado fácil. A diferencia de los periodistas, Dios escribe derecho con renglones torcidos.

2. Nos esforzaremos, individualmente o en grupo, para lograr un equilibrio entre la libertad editorial (criterio indispensable de credibilidad profesional) y la fidelidad doctrinal (condición sine qua non de nuestra pertenencia a la Iglesia). No se trata de encerrarse en una oposición estéril entre estas dos exigencias, sino de preguntarse cómo podría desembocar esta dialéctica entre la libertad y la fidelidad en el servicio a la verdad: la verdad de los hechos, la de las personas y la Verdad que es Cristo.

3. Trabajaremos para mantener una relación estrecha y permanente entre la vida de la oración, la vida sacramental y la vida profesional. Una vía: rezar, solo o en compañía de otras personas, a partir de acontecimientos y elementos que forman la parte esencial de nuestra vida profesional. Un criterio de vitalidad espiritual: la manera en la que las oraciones se convierten en intercesión, petición de perdón, alabanza o acción de gracias.. En el sentido inverso, nuestra vida espiritual se enriquecerá considerablemente si nuestro trabajo profesional se deja alimentar por la Palabra de Dios, y en especial, por todas las acciones proféticas, casos de compasión y de curación, de discernimiento de señales de los tiempos,... que contiene la Sagrada Escritura.

4. No debemos dudar en hacernos preguntas fuertes. Una vida espiritual está hecha de convicciones, de hitos, pero también de preguntas. A veces deben quedarse sin respuesta para que cada uno pueda aportar la respuesta conveniente en cada situación. Por ejemplo, ¿hasta qué punto es posible practicar cristianamente nuestra profesión sin hacer concesiones ni comprometimientos sobre lo esencial? O bien, ¿cómo unir ciertas prácticas de información con la vocación de un cristiano en la Iglesia y en la sociedad?

Conclusión

Se podrían añadir, sin duda, muchos más ejemplos en cada etapa de esta reflexión; es un ejercicio individual completarla. Todos necesitamos la ayuda de los demás para encontrar la mejor respuesta (o, a veces, la menos mala) a los desafíos que debemos afrontar. Por este motivo, la reflexión de la UCIP sobre la espiritualidad de la comunicación sólo puede llevarse a la práctica con una amplia participación de todos los miembros, desde la gran diversidad de situaciones profesionales y culturales. Todos ellos tendrán la ocasión de demostrarlo mediante la elaboración de un compendio de oraciones y textos (planificamos ahora utilizar estas fuentes).

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Bibliografía


- Communication, média and spirituality, " The Way " suplemento n° 57 (Autumn 1986): artículos de Robert A. White, James Mc Donnell, Pierre Babin, Paul A. Soukup, etc.
- Chiesa e communicazione, metodi, valori, professionalità, dirigido por Diego Contreras, con contribuciones de Mgr Foley, L. Accatoli, K. Zanussi, etc. (Libreria editrice vaticana, Roma 1998).
- Communication et spiritualité, del cardenal Martini, Marcel Légaut, Henk Hoekstra y Pierre Babin (Chalet, París 1991).
- Médias, chance pour l1Evangile, de Pierre Babin y Angela Ann Zukowski (Lethielleux, París 2000).
- Média et foi chrétienne. L1image à l1épreuve de l1idolâtrie, de Guy Marchessault (Novalis, Ottaxa 1998).
- Eloge de la fragilité. L1actualité à fleur d1Evangile, de Gabriel Ringlet (Racine Desclée de Brouwer, Bruselas-París 1996).
- " Présupposés théologiques et principes éthiques d1une communication sociale solidaire et partagée " (Intervención en el congreso de Dublín en 1983) de Pinto de Oliveira.

Sin olvidar los documentos oficiales del Magisterio:
- Instrucciones pastorales Aetatis novae (1992) y Communio et progressio (1971) del Consejo pontifical para los medios de comunicación social.
- Les médias. Textos de las Iglesias, editado por el grupo Médiathec (Centurion, París, 1990).
- Ética en las comunicaciones sociales (mayo 2000) del Consejo pontifical para los medios de comunicación social.
- Discurso de Juan Pablo II y homilía del cardenal Roger Etchergaray en el Jubileo de los periodistas, 4 junio de 2000.

19 abril 2002, Porto Alegre, Brasil







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