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La presencia del Espíritu Santo en la acción comunicativa
Carlos Andrés Novoa reflexiona en la figura del Espíritu Santo para hablar de las responsabilidades de los comunicadores sociales.


Por: Carlos Andrés Novoa Pinzón | Fuente: .



Estimados colegas y hermanos:
Reflexionar en torno de la presencia del Espíritu Santo en la acción comunicativa es todo un reto para la mente, para el corazón y para el alma del ser humano ¡Cuánto más no ha de serlo para quienes decidimos abrazar el estudio de la comunicación como nuestra opción de vida, opción aumentada con la responsabilidad y el gozo de comunicar el amor de Dios a la humanidad!

Quiero compartir con ustedes mis reflexiones, solicitando el auxilio del mismo Santo Espíritu, mediante pequeños comentarios de las definiciones y dogmas que poseemos de la Tercera Persona de la Santa Trinidad, así como de ciertos pasajes de la Biblia que se refieren a Él, relacionándolos con la dinámica comunicativa. Dicho sea de paso, no soy teólogo, pero tengo un camino en Jesús... En el cual sigo.

He aprendido que Dios Nuestro Señor se revela constantemente a los hombres, esto es, se manifiesta, se da a conocer, bien sea a través de su acción creadora, de su acción salvadora o su gracia santificadora. Estas tres acciones las identificamos, respectivamente, con Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo: tres personas distintas y un solo Dios verdadero, ¡no lo olviden! La revelación del Señor es todo un ejercicio de comunicación, de interacción con los hombres y mujeres de todas las épocas. En este ejercicio, a Dios no le interesa crear un vínculo unidireccional con la humanidad: por el contrario, Él siempre espera una respuesta consciente de sus hijos. En esta respuesta intervienen todos los elementos de la existencia humana, porque quiere que vivamos a plenitud y en libertad todo aquello que tiene para ofrecernos.

Un poco densas las anteriores líneas, ¿verdad?

En fin, lo que quiero decir es que Dios es Dios de comunicación. Abbá Padre tiene un mensaje dinámico de amor que su Hijo Jesús nos dio y nos sigue dando; el mismo Jesús cuenta con nosotros para continuar su obra de difusión ¿Recuerdan la orden del Maestro después de su resurrección? Vayan por todo el mundo y anuncien a todos este mensaje de salvación (Marcos 16,15).

Con todo, Dios sabe bien que este Mensaje confiado a los hombres requiere de un impulso, de una fuerza muy especial para “seguir rodando”, para continuar con el ejercicio de comunicación, para que sea anunciado y sea efectivo ¿De qué sirve un mensaje si no hay quien lo anuncie? ¿De qué sirve un mensaje si no produce algún efecto en quien lo recibe? Aún más, ¿qué o quién impulsaría a un mensajero a tomar el camino y actuar? Si no hay anunciantes, es porque nadie les dice qué deben decir, ni cómo decirlo. Eso lo entendió bien San Pablo (los invito a meditar en Romanos 10.13-15). Y sobretodo hace falta, por decirlo de alguna manera, una fuerza, una razón muy grande para meterse en el lío de comunicar el Mensaje. Aquí es donde el Espíritu Santo se manifiesta plenamente.


Comunicación con Espíritu

Antes de ascender al cielo, Jesús dijo a sus amigos los apóstoles: cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra (Hechos 1.8). Aquí vemos que el Espíritu es esa fuerza, esa razón para seguir adelante con el plan de amor de Dios, para seguir anunciando el Mensaje y construyendo el Reino de Dios.

En la Última Cena, Jesús prometió enviar el Espíritu Santo y explicó su papel en la Iglesia: Yo le pediré al Padre que les mande otro Defensor, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con ustedes (Juan 14.16-17); El Espíritu Santo, el Defensor que el Padre va a enviar en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que les he dicho (Juan 14.26); Cuando el venga, mostrará claramente a la gente del mundo lo que es el pecado, la rectitud y el juicio de Dios (Juan 16.8).

De acuerdo con las palabras de Jesús, imaginemos al Espíritu Santo diciendo: ¡Oye, aquí estoy para defenderte de todo aquello que no te deje vivir a la manera de Dios! ¡Oye, aquí estoy para enseñarte cosas maravillosas! ¡Oye, aquí estoy para recordarte las Palabras de Vida de Jesús! ¡Oye, aquí estoy para mostrarte las cosas como son en verdad! Y para nuestra labor como comunicadores, el Espíritu Santo podría decir: ¡Aquí estoy para que seas instrumento de difusión del Mensaje, pues a tí te daré fuerza y poder para que lo des a conocer en mi Nombre!

Sin duda alguna, y frente a este “portafolio de servicios” que nos presenta el Espíritu, los comunicadores cristianos debemos asesorarnos mucho de Él para seguir adelante con la evangelización, con la difusión del mensaje. Cuando era niño siempre me llamó la atención una frase del Credo acerca del Espíritu Santo: y habló por los profetas. Mi candidez y falta de conocimiento me hicieron pensar que el Espíritu hablaba en vez de sus profetas, cuando en realidad lo que hacía y aún hoy hace es hablar a través de ellos, reconociendo en ellos la posibilidad, la capacidad de ser sus instrumentos... Claro está, en la medida en que le dejemos actuar ¿Quién se le mide al reto de ser profeta?


Más allá de cualquier modelo

Me parece en cierta forma es difícil poder aplicar plenamente algún modelo de comunicación, por ejemplo, el modelo conductista, el estructuralista, el físico-matemático, etc., al tema que nos ocupa. Yo más bien diría que en el “portafolio” del Espíritu Santo y en su misma acción nosotros podemos encontrar, como comunicadores, la inspiración y la sabiduría para que el Mensaje siga rodando.

También creo que no se trata solamente de hablar por hablar. El Espíritu Santo nos lleva a compartir las vivencias de la fe y de la evangelización, a intercambiar las posibilidades, los éxitos, los fracasos, las esperanzas y muchas cosas más, de manera que nos estamos dando unos a otros y construimos un mundo mejor. Eso es ser Iglesia.

Lamentablemente, son muchos los obstáculos que nosotros mismos plantamos en tierra para que el poder del Espíritu no se desarrolle plenamente. Nos ponemos en un plan anti-comunicativo: no compartimos con otros las experiencias de fe por temor a perder protagonismo o renombre, ni reconocemos en los demás un interlocutor que también ha tenido, de manera única y especial, una experiencia de Cristo (por su manera de hablar, por sus comportamientos, por sus actitudes y por mil cosas más).

Sin duda, para que este plan sea cada vez menos acogido por nosotros, debemos insistir mucho en la oración y en la vida de comunidad, solicitando al Espíritu sus carismas, sus dones y sus frutos, y desde luego poniendo en práctica todo lo que de Él recibimos.

Para terminar:
Qué bueno es saber que Dios quiera derramar su Espíritu sobre todos, tal como lo proclamó alguna vez el profeta. Y es un derramamiento sin distinciones, pleno, para todos: tus hijos y tus hijas hablarán de parte mía, los ancianos tendrán sueños y los jóvenes tendrán visiones. En aquellos días, hasta sobre los siervos y las sirvientas derramaré mi Espíritu (Joel 3.1-2).

Un reto para los comunicadores: Si alguna vez los apóstoles quedaron llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar idiomas distintos, en los cuales el Espíritu les concedía expresarse (Hechos 2.4), nosotros estamos invitados a que, según sea su voluntad, nos expresemos en nuevos idiomas, empleemos nuevas herramientas, ideemos nuevas estrategias para difundir el amor de Dios a toda la humanidad. Amén.







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