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La revolución como recurso de oposición

La revolución como recurso de oposición
¿Qué dice la doctrina católica del derecho de huelga y la revolución? El Padre Jorge Loring nos responde desde su texto Para Salvarte.


Por: P. Jorge Loring | Fuente: Para Salvarte





14. «Mucho más extrema que la huelga, por la complejidad de implicaciones de todo orden que lleva consigo, es la revolución como recurso de oposición a la injusticia, no limitado ya al campo económico, sino insertado en la línea política.

»La doctrina tradicional católica ha reconocido siempre su legitimidad, cuando se dan determinadas condiciones, como instrumento para liberarse de la injusticia padecida por un pueblo, y siempre que su puesta en marcha represente un mal menor comparado con las consecuencias desastrosas provocadas por el régimen de injusticia establecido en la sociedad»30 .

Y que se hayan agotado todos los otros recursos, haya esperanza fundada de éxito, y sea imposible prever razonablemente soluciones mejores31 .

A esta posibilidad se refería Pablo VI en la Populorum Progressio (nº 30 y 31): «Hay situaciones cuya injusticia clama al cielo. Cuando poblaciones enteras, faltas de lo necesario, viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social y política, es grande la tentación de rechazar con la violencia tan graves injurias contra la dignidad humana.

»Sin embargo, como es sabido, la insurrección revolucionaria, salvo en el caso de tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente al bien común del país, engendra nuevas injusticias, introduce nuevos desequilibrios y provoca nuevas ruinas. No se puede combatir un mal real al precio de un mal mayor».

Pablo VI, en la tradicional audiencia colectiva del primero de año al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, les dijo en 1967, hablando de la justicia social:

«La Iglesia no puede aprobar a quienes pretenden alcanzar este objetivo tan noble y legítimo a través de la subversión violenta del derecho y del orden social. La Iglesia tiene conciencia, es cierto, de adoptar con su Doctrina, una revolución, si con este término se entiende un cambio de mentalidad, una modificación profunda de la escala de valores.

»Tampoco ignora la fuerte atracción que la idea de revolución, entendida en el sentido de un cambio brusco y violento, ejerce en todo tiempo en algunos espíritus ávidos de lo absoluto, de una solución rápida, enérgica y eficaz, como ellos piensan, del problema social, y con gusto en ella verían la única vía que conduce a la justicia.

»En realidad, la acción revolucionaria engendra ordinariamente toda una serie de injusticias y de sufrimientos, porque la violencia desencadenada es difícil de controlar y actúa tanto contra las personas como contra las estructuras. No es, por tanto, a los ojos de la Iglesia, una solución apta para remediar los males de la sociedad»32 .

«He aquí otro criterio fundamental que ha de orientar la acción de los católicos en la sociedad: la Iglesia no prohíbe, sino que recomienda a sus fieles que colaboren con todos los hombres de buena voluntad en la construcción de una sociedad más justa»33 .

«No corresponde a los pastores de la Iglesia intervenir directamente en la actividad política y en la organización de la vida social. Esta tarea forma parte de la vocación de los seglares»34 .

«La diversidad de regímenes políticos es legítima con tal que promuevan el bien de la comunidad»35 .

«La autoridad sólo se ejerce legítimamente si busca el bien común del grupo en cuestión y si, para alcanzarlo, emplea medios moralmente lícitos.

»Si los dirigentes proclamasen leyes injustas o tomasen medidas contrarias al orden moral, estas disposiciones no pueden obligar en conciencia»36 .

«El ciudadano tiene obligación, en conciencia, de no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio, pues dice la Biblia37 que «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres»38 .

«El bien común comporta tres elementos esenciales: el respeto y la promoción de los derechos fundamentales de la persona; la prosperidad o el desarrollo de los bienes espirituales y temporales de la sociedad; y la paz y la seguridad del grupo y de sus miembros»39 .

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    30 Libro básico del creyente hoy, XXXVI, 4. Ed. PPC. Madrid, 1970
    31 Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2243
    32 Diario YA del 8-I-67
    33 Concilio Vaticano II: Apostolicam Actuositatem: Decreto sobre el Apostolado de los Seglares,n.14
    34 Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 2442
    35 Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 1922
    36 Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 1903
    37 Hechos de los Apóstoles, 5:29
    38 Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 2242
    39 Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 1925



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