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¿Clonación “terapéutica”?

¿Clonación “terapéutica”?
Nadie debería crear embriones a través de técnicas de clonación o con otros métodos para luego destruirlos.


Por: Fernando Pascual | Fuente: www.analisisdigital.com



La mayoría de los investigadores y la opinión pública mundial está en contra de la clonación de hombres, lo que podríamos llamar como “clonación reproductiva”.

Las opiniones se dividen, sin embargo, cuando se habla de la “clonación terapéutica”. ¿Por qué se produce aquí un choque de ideas? El problema radica en el modo de definir la “clonación terapéutica”.

Para algunos científicos, y para algunos gobiernos, la “clonación terapéutica” sería aceptable como camino para obtener células estaminales o, incluso, tejidos, para curar a enfermos. Es decir, se trataría de obtener un embrión (un ser humano) a través de la clonación, para luego extraer sus células, cultivarlas en laboratorio, e intentar transplantarlas a un enfermo.

Si se llegase científicamente a clonar un embrión a partir de las células adultas de un enfermo necesitado de un transplante, las células conseguidas desde el clon serían hipotéticamente compatibles para el enfermo: se evitaría el rechazo inmunitario que suele acompañar a la mayoría de los transplantes de tejidos o de órganos. Esto, hay que tenerlo bien presente, es sólo una hipótesis, pues no sabemos cómo se van a comportar estas células transplantadas, ni si provocarán el desarrollo de algún cáncer fuera de control.

Pero hemos de subrayar que el concepto de “clonación terapéutica” es confuso. ¿Por qué? Porque lo que buscan los defensores de esta técnica (todavía hipotética) es, primero, producir un embrión humano, y, luego, destruirlo para conseguir sus células estaminales. En otras palabras, quieren hacer una “clonación reproductiva” (habrían creado un embrión humano) para luego despedazar a ese embrión. Resulta, por lo tanto, engañoso llamar a esta técnica bajo el nombre de “clonación terapéutica”.

El inicio de la vida de cada individuo humano merece el máximo respeto. Nadie puede imponer a otro ser humano el ser concebido en laboratorio, el ser fabricado según los deseos de otros. Nadie puede imponer a un embrión el tener un ADN concreto, “clonado” a partir de las células de un adulto. Nadie debería crear embriones a través de técnicas de clonación o con otros métodos para luego destruirlos como si fuesen vidas humanas inferiores, a las que se niegue el respeto que merecen por ser lo que son, miembros de la misma familia humana.

Tiene plena vigencia lo propuesto por la Santa Sede hace ya más de tres años cuando se discutía en las Naciones Unidas el tema de la clonación:

“(…) La Santa Sede afirma que estas técnicas dirigidas a obtener un embrión humano mediante una reproducción asexual y agámica, ofenden gravemente la dignidad de la humanidad y la dignidad de la vida humana. Nadie debe hacer jamás el mal para lograr un bien. Cuando, en el esfuerzo por hacer progresar la ciencia humana o ayudar a los seres necesitados, se debe optar entre soluciones que no presentan dificultades de orden moral, como la obtención de células madre “adultas”, y soluciones que, como se reconoce universalmente, plantean problemas éticos profundos, como es el caso de la clonación “terapéutica”, la prudencia exige que se elijan sólo aquellos medios éticamente no problemáticos. Por consiguiente, incluso quienes no comparten la idea de que el embrión humano clonado tenga ya plena dignidad humana deben oponerse a toda forma de clonación humana” (17 de julio de 2003).







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