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Consideraciones sobre la educación de los niños en su fe

Consideraciones sobre la educación de los niños en su fe
Toda educación requiere un otro que haga posible hacer florecer, cultivar lo que se posee en forma latente


Por: Lic. Daniela Beltrán | Fuente: X Jornadas de Psicología cristiana



Es de mi agrado poder compartir con ustedes algunas consideraciones sobre la educación de los niños en su fe, en el marco del Año de la Fe.
La fe, bien sabemos, es un don de Dios, que recibimos por iniciativa suya y a este don estamos amorosamente llamados a corresponder.

Aquí ya podemos reconocer un primer paso en la educación en la fe de los niños: la importancia de que los padres pidan el bautismo para sus hijos desde muy pequeños. De manera que reciban el don de la fe y la vida nueva, la vida de los hijos de Dios.

Este don de la fe que está en forma de germen en el niño necesita ser educado. La palabra educar viene del latín “educere” que quiere decir “sacar de”, “sacar de alguien algo”. Por lo tanto la misión de los padres, llamados por Dios a ser los primeros educadores en la fe, consistirá en “educir” la fe en sus hijos, ayudarlos a ponerla en acto, a realizar actos de fe.

Esto es posible porque tienen la virtud sobrenatural infusa y se trata de inducirlos a que lo hagan.

Toda educación requiere un otro que haga posible hacer florecer, cultivar lo que se posee en forma latente. Por eso Dios ha dispuesto la ayuda necesaria y de vital importancia de los padres, ya que el niño no puede hacerlo por sí mismo.
De esta premisa se desprende lo fundamental que es que los padres sean conscientes de esta misión, la conozcan y vivan la vida de fe.

He elegido para esta ponencia el camino de los ejemplos inspiradores como más eficaz que una exposición teórica, dado que este terreno pertenece más al arte de enseñar que a la ciencia.
Cuando se tiene el corazón abierto a la acción de Dios, Dios comunica su sabiduría a los padres para educar a los hijos en la vida cotidiana.

Cuando los padres viven como hijos de Dios, Dios forma parte de la familia y todo se ordena. Los padres reciben al hijo como un verdadero don, y por lo tanto asumen su misión de ser colaboradores de Dios, a fin de despertar en los hijos la conciencia de que son también hijos de Dios. Es decir son los primeros en encender en ellos la luz de la fe.

El niño nace, crece y se desarrolla en el entorno de la familia, que constituye para él, según expresa la Dra. Mercedes Palet, un “útero espiritual”(1) que lo contiene y envuelve; y en el que recibe todas las influencias de su ambiente familiar, principalmente en los primeros años, antes de la edad de la razón.

Además del amor y los cuidados de sus padres, recibe el testimonio de vida de ellos, de manera que el hijo va percibiendo en la vida cotidiana muchos mensajes: por ejemplo que hace a sus padres felices: ante qué acontecimientos ve a sus padres alegres, como se enfrentan las diversas situaciones (como la enfermedad, el fallecimiento de alguien, las dificultades, el trabajo, etc), el valor de los distintos miembros de la familia, así también van descubriendo a través de sus padres que es lo importante en la vida, y el lugar que ocupa Dios en su familia, si los padres lo hacen presente y lo dan a conocer .

Todo lo van observando y asimilando por la palabra y el ejemplo de los padres. Así se asoma a la vida a través de ellos. En los primeros años de la vida el niño es dócil y todo va siendo impreso en él.

Por ello la educación en la fe es tan oportuna cultivarla desde pequeños. San Juan Crisóstomo que fue educado en la piedad desde muy temprana edad por su madre, escribe:

“Cría un atleta para Cristo y, permaneciendo en el mundo, enséñale a ser piadoso desde la primera infancia. (n. 19). Si en un alma todavía tierna se imprimen las buenas enseñanzas, nadie podrá borrarlas cuando se queden duras como marcas, igual que pasa con la cera.”(2) (n.20)

El hijo va percibiendo que Dios forma parte de su familia, porque sus padres no solo le hablan de Dios sino que también le dan testimonio de su relación personal con Dios, como hijos que aman a su Padre.

La fe que los niños ya posen como virtud infusa por el bautismo, se ve encendida y alimentada por el testimonio de sus padres. Los niños contemplan a sus padres vincularse personalmente con Dios y este testimonio tiene una fuerza increíble en el corazón de los hijos, porque los “contagia” y atrae, y suscita en ellos el deseo de vincularse con Dios.

La espiritualidad de los padres es lo que alimenta la fe de los niños. Dios les concede la gracia, los dones y carismas para ejercer su paternidad y educar a los hijos en la fe, y así los padres ofrecen a los hijos lo que ellos a su vez reciben de Dios.

Por lo tanto el origen de esta gracia no está en los padres sino en Dios.

Benedicto XVI nos recuerda: “Los padres deben dar mucho, pero para poder dar necesitan a su vez recibir, si no se vacían, se secan. Los padres no son la fuente, como tampoco nosotros los sacerdotes somos la fuente: somos más bien como canales, a través de los cuales debe pasar la savia vital del amor de Dios. Si nos separamos de la fuente, seremos los primeros en resentirnos negativamente y no seremos ya capaces de educar a otros.” (3)

En la educación en la fe la madre tiene un rol sobrenatural fundamental. Así como ella tiene por naturaleza una participación especial en la gestación, el alumbramiento y la alimentación del hijo, de manera semejante sucede a nivel espiritual. Además de engendrar al hijo corporalmente, está llamada de una forma especial por Dios a engendrarlo también espiritualmente como hijo de Dios.

A ejemplo de la Virgen María que ha recibido, custodiado y educado a Cristo, Hijo del Padre, la maternidad de la mujer tiene una función mediadora de engendrar hijos al Padre.
La ayuda de los padres consistirá también en inducirlos a realizar actos de fe: es decir enseñarles a vincularse personalmente.
Dada la capacidad natural que el niño tiene para relacionarse de manera buena y completa con los demás, es posible estimular el vínculo religioso. Religio viene del verbo religare porque implica un vínculo entre el hombre y Dios. Por lo tanto incentivar el vínculo religioso es poner las bases y el fundamento de las otras vinculaciones humanas.

El ejemplo de esto lo constata Rosario con su hija de 2 años, ella nos dice: “Después de enseñarle a María a rezar “Jesús te amo”. “Esposo de mi alma, te amo”, a las semanas comenzó a decírmelo a mí: “Mami te amo” Y esto NO se lo había enseñado. A veces está jugando y me grita: “Mami, te amo”.

El vínculo personal con Dios, profundiza todos nuestros vínculos, ensancha nuestro corazón y nos hace canales a su vez de su amor para los demás.
Un bello ejemplo nos dan los padres de la Beata Chiara Badano, que desde muy pequeña la educaron en la fe, y como dirá su madre: “No perdíamos ocasión alguna de recordarle que tenía en el Cielo a un Papá más grande que nosotros dos”.
“Desde la tierna infancia, Chiara es invitada a escuchar en su corazón “una vocecita”; le explican que es la voz de Jesús y le inculcan que es importante escucharla para poder actuar haciendo el bien”. Un día su “madre le propone dar algunos juguetes a los pobres: a lo que Chiara responde “¡No, que son míos!”. Poco después, en medio del silencio, se oye una vocecita que repite, mientras elige sus juguetes: “Este sí, este no… [Y] Explica a su madre las razones de su elección: “No puedo dar juguetes rotos a unos niños que no tienen”. (5)

Los padres de Chiara, con la sabiduría de Dios, fomentaron en su hija la actitud dialogal con Jesús y la importancia de atender y escuchar la voz de Jesús.

Otro aspecto que contribuye en la educación en la fe, es brindar la posibilidad de que el niño contemple en su entorno imágenes religiosas desde muy pequeño. El presentárselas a muy temprana edad (es decir a los pocos meses) es colaborar en el inicio de la comunicación con quienes las imágenes representan. Aunque esta comunicación no es verbal todavía, va estableciéndose una relación de reconocimiento e identificación allí donde la encuentra.
Me contaba una mamá que su niña pequeña de 1 año y 6 meses cada vez que sus papás nombran en la oración a Jesús y María, ella los señala en las imágenes con su dedito, algunas veces le tira besos o besa la imagen. Incluso cuando se levanta va antes que sus padres al altarcito donde están las imágenes y los señala. Es como su oración espontánea a su corta edad, el saludo de la mañana al levantarse.
Esta comunicación contemplativa, aún no verbal, donde el niño va interiorizando las imágenes sagradas lo va vinculando y sentando las bases para el futuro vínculo dialogal con quienes las imágenes representan.

Cuando el niño ya adquirió el lenguaje es posible escuchar expresiones ante la contemplación de las imágenes sagradas: hace unos meses un niño de 3 años junto a sus compañeros estaban en la Capilla del Colegio y al contemplar una imagen grande de María Auxiliadora exclamó con toda seguridad: “¡María está contenta! ¡Santa María!
Según la enseñanza de la Iglesia sobre las imágenes sagradas:"cuanto más frecuentemente se detienen los ojos en estas imágenes, tanto más se aviva y crece en quien lo contempla, el recuerdo y el deseo de los que allí están representados"; el fiel tiende a imprimir en su corazón lo que contempla con los ojos”… Además es “una forma de catequesis, puesto que "a través de la historia de los misterios de nuestra redención, expresada en las pinturas y de otras maneras, el pueblo es instruido y confirmado en la fe, recibiendo los medios para recordar y meditar asiduamente los artículos de fe".
Cabe destacar que cada familia es creativa a la hora de educar a los hijos en la fe. El Espíritu Santo le inspira a cada una lo necesario para ofrecerlo a sus hijos. En un ambiente de sencillez y con toda naturalidad, espontáneamente, así como lo van recibiendo. Sin exageraciones ni rigideces de ningún tipo.
A modo de ejemplo presento algunas ideas, entre otras, llevadas a cabo por una pareja de padres cristianos para educar a su niña de 1 año y 6 meses:
- “Para almorzar, cenar, cantamos una canción muy cortita para bendecir los alimentos…y aunque todavía no habla, tararea la melodía, aplaude con alegría y dice amén.

- A veces mientras jugamos o vemos algo en la calle bonito le decimos esto lo hizo Dios y le contamos una historia improvisada.

- Mientras nosotros oramos, ella mira unos libritos de oración para niños que son especiales porque no juega todo el tiempo con ellos, sino solo cuando nos sentamos a hacer oración o cuando estamos en la Santa Misa. Intentamos que aprenda a cuidarlos como libros especiales, dándoselos en momentos especiales para que luego pueda respetar el Libro Sagrado: La Biblia.

- También celebramos de manera sencilla pero especial algunas fechas: el día de su Santa hicimos galletitas y pensamos continuar como forma de evangelización, vimos la vida de esta Santa en dibujitos de EWTN. También celebramos el día de su bautismo.”

Como podemos apreciar las posibilidades de educar en la fe son tantas como el Espíritu las inspire.
También es de resaltar que muchas veces el Espíritu Santo suscita en el alma de los niños deseos de cantar a Dios. Por lo que es muy bueno enseñarles cantos cortos, estrofas, algunas danzas y oraciones cantadas ya que estos producen en el alma del niño mucha alegría como fruto espiritual.
El siguiente testimonio que escucharemos es algo extenso, pero su carácter concreto suple una enumeración de consejos teóricos abstractos.
Al igual que los otros testimonios refleja la sencillez de una madre entrelazada con la sabiduría divina para educar a sus hijos en la fe.
Rosario le escribe a otra madre que desea también educar a sus hijos en la fe:
“Lo mío comienza desde la concepción. Cuando me entero que estoy embarazada se los ofrezco al Padre y le pido que sean Santos, Hijos de Dios. A todos les escribo un diario que comienza: “Te recibimos como don de Dios y bien para los hombres…”.

Durante el embarazo le rezo a su Angelito de la Guarda. Cuando comulgo, me imagino todo mi interior alumbrado por la gracia de la eucaristía, especialmente mi vientre y el bebé recibiendo todo ese torrente de luz y gracia.

Después que nacen, de forma natural y espontánea les voy mostrando las imágenes religiosas. Mi esposo también hace lo mismo. De esto tengo dos anécdotas:
María tenía pocos meses y mirando un ícono oriental de la Virgen hizo un guiño y se rió de una manera muy especial. Intuyo que estaría observando algo especial que los grandes no veíamos, porque es imposible que a esa edad pueda realizar una guiñada. Luisito, el hermanito, también. Al mirar otra imagen de la Virgen se reía y saltaba en los brazos.
A medida que van creciendo, a todas las imágenes religiosas las llaman: “Amén”.

Cuando un sacerdote vino a bautizar a María, Luisito tenía 21 meses y al verlo llegar en el auto, lo señaló y exclamó: “Amén”. A esa edad ya fue capaz de distinguir al ministro de Dios. No tengo otra explicación, nunca le había enseñado explícitamente nada al respecto.
Supongo que los tuyos también harán cosas semejantes, porque lo he observado en otros niños de papás creyentes.
En este momento Luisito tiene cuatro años y María, dos.
Tratamos de trasmitirles lo religioso de forma muy natural e incorporado a la vida. Por ejemplo, si veo un cielo estrellado, exclamo: “¡Gracias Padre por el cielo que nos diste! Por todas las estrellitas, los planetas, como aquél que está allá…”. En otras ocasiones he realizado oraciones de alabanza y ellos me piden “más”. Seguro que sentirían el mismo gozo que yo, por eso pedían más. O les enseño a decir “Padre, te amo”; “Virgencita, te amo”.

Lo que el Espíritu me da a mí, se los trasmito. Quizás otras tantas veces veo el cielo y no tengo la gracia de agradecer por él. Mi esposo también les trasmite su espiritualidad de forma espontánea, cuando le surge.
En cuanto a la TV, casi que no miran. Los distrae mucho y les quita tiempo para crear sus propios juegos.
Los míos también rezan el Rosario de los Niños, de EWTN, se los bajé de Youtube. Por lo general, cuando los llevo a la cama, se los paso en la PC. Pero, si algún día, no lo quieren rezar, no se los impongo. Incluso, por ejemplo, hay noches que están muy cansados o con mucho sueño y me dicen que no quieren rezarle al angelito, se los permito, pero les digo: Bueno, mañana rezamos. Y al otro día rezan con el mismo amor de siempre.

Otra cosa que he hecho es comprarles imágenes de plástico. Por ejemplo, el año pasado, para la fiesta de María Auxiliadora (24 de mayo). Entonces, cuando fuimos a la misa, ellos ya sabían qué celebrábamos. Y como nunca vamos a ese templo, reconocieron la imagen de María Auxiliadora y se me fueron corriendo en plena misa hasta el altar donde estaba la Virgen.
También les he comprado los niñitos Jesús de plástico para que jueguen en el tiempo de Navidad.

Veo que a los santos los van incorporando a sus juegos. Por ejemplo, Luisito inventa muchos diálogos con sus personajes, y cada tanto escucho que nombra a la Virgen, al niñito Jesús… O disfraza a la hermana de Virgen. Para la fiesta de la Natividad de la Virgen, hice una torta rápida en el microonda, la decoramos, le pusimos una velita y le cantamos el cumpleaños feliz.
Para ellos es una fiesta solo con encender una velita. Creo que también encendimos otra en una imagen.
Siempre tratando de elevarlos, que no se queden en lo humano, que no se queden en la torta de cumpleaños.
También les he bajado del youtube los dibujitos del milagro de Fátima. Les encanta e imitan a los pastorcitos en sus rezos. Hay veces que los quieren mirar una y otra vez, pero no se los permito, porque el demonio es astuto y nos apreta el acelerador en lo bueno y terminamos en una exageración, perjudicándole el alma.
Como dice San Ignacio, el ángel malo se puede disfrazar de bueno. Algo que creemos bueno, es malo.
Prefiero que ese tiempo lo dediquen a jugar, porque es allí donde van a practicar las virtudes y desarrollar su creatividad. No me gusta tenerlos enchufados a la TV o a la computadora. Son fuente de futuras adicciones…
También les enseño cantitos religiosos, pero sin reglas en cuanto a horarios y tiempos. Cuando el espíritu me los suscita en mi alma. O cuando el Espíritu Santo les sopla alguna canción a ellos también. O alguna oración… o cuando me hacen alguna pregunta “teológica”: ¿por qué Jesús murió en la cruz?; ¿por qué resucitó?

A ellos también les gusta que les cuente cuentitos. Por ejemplo, de príncipes y princesas. Entonces les cuento las virtudes heroicas del príncipe: un caballero, que lucha por la mujer que ama, capaz de dar la vida por la patria y la iglesia. Y así en todos los cuentitos, relato las virtudes de los personajes y las maldades de los malos.
A Luisito le apasiona el cuentito de Jesús Buen Pastor. Entonces cada vez la ovejita desobediente se pierde en un lugar distinto. O vive una situación de peligro diferente. Allí les explico que hay que obedecer a Jesús y estar atentos al demonio que nos quiere hacer caer.

Hay una imagen hermosa donde la Virgen cubre al niño con su velo y le ofrece uvas como alimento [pintura de la Madonna della Provvidenza]
La espiritualidad de la mamá cubre al niño. Debajo de ese velo, que es la propia espiritualidad de la mamá, desarrolla y crece su fe. Ofreciéndole también como alimento su propia vida espiritual.
Yo la tengo en mi cómoda y todos los días me recuerda la hermosa y feliz tarea de engendrar alabadores del Padre.
Un domingo de mañana Luisito me dijo:
-Mami, voy a hacer una flor en plasticina para alabar a Jesús. Porque hoy hay que alabarlo.
- Sí, todos los días hay que alabarlo, pero especialmente hoy que es domingo.
Es un amor... es que antes habíamos estado hablando del tema, leyendo las lecturas de hoy y a mí me había salido una oración de alabanza.
Bueno, esto es lo que el Padre me da para educar a mis niños en la fe. Estoy segura que a vos también te da gracias semejantes. Te vuelvo a repetir que no todo lo que te cuento aquí lo hacemos toooodos los días (¡o puede ser que algún día sí!). Es a medida que se van dando las situaciones, de forma espontánea, de lo que va brotando en mi alma, en la de mi esposo y en la de los niños”

Hasta aquí el testimonio.
A lo largo de la ponencia hemos podido contemplar varios testimonios de padres católicos que educan a sus hijos en la fe. Ellos junto a tantos otros padres, son como antorchas que el Señor ha encendido en este mundo oscurecido.
Sabemos de la realidad que nos rodea, la situación de las familias cada vez más fragmentadas, la sociedad que busca edificarse sin tener a Dios presente, la cultura reinante que se opone directamente a la presencia de Dios en los lugares públicos (escuelas, liceos, hospitales, etc) y sin embargo Dios sigue obrando, derramando su gracia para que las nuevas generaciones vivan como hijos de Dios.



Notas

1. Palet, Mercedes; La Familia educadora del ser humano, Edit. Temas Perennes, p. 73
2. Crisóstomo, Juan; Sobre la Vanagloria la educación de los hijos y el matrimonio, Biblioteca de Patrística, Editorial Ciudad Nueva, Madrid (España)1997
3. S.S. Benedicto XVI; Homilía en la Fiesta del Bautismo del Señor, 8 de enero 2011. Fuente www.zenit.org
4. Carta del 30 de mayo de 2013, Abadía San José de Clairval.
5. Doctrina católica sobre el sentido de las imágenes religiosas. Por la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. El uso de las imágenes en la devoción popular. (n. 240)
 

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