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El Evangelio eres Tu

El Evangelio eres Tu
Los cristianos no somos seguidores de ningún libro, ni siquiera de una norma moral especial. Los creyentes somos seguidores de tu persona.


Por: P. Felipe Santos |



Hola Jesús

Me da mucha alegría saludarte esta mañana antes de que comience mi trabajo ordinario. Antes de salir de casa y de visitarte en la iglesia vecina, he pensado en tu Evangelio. Sé lo que significa “buena noticia”. Es una noticia que resuena en mis oídos y en mi corazón como una fuerza transformadora.

Implica un cambio sustancial en el modo de desenvolverme ante cualquier circunstancia. Para mí tu Evangelio, Señor, eres tú mismo, tu persona.

A veces me pregunta alguna gente de mi pandilla que entre el Evangelio y el Corán no hay diferencia. Les suelo decir que los cristianos no somos seguidores de ningún libro, ni siquiera de una norma moral especial. Los creyentes somos seguidores de tu persona. Tú eres la fuerza capaz de transformar definitivamente nuestra existencia con tal de que nos dejemos llevar por la influencia benéfica de tu Espíritu.

Estos días estoy meditando y contemplando tu obra en el Evangelio de Lucas. En él apareces como la ternura y el perdón por excelencia. Nos has dado tu salvación y tus perspectivas de este mundo bajo unas angulaciones muy distintas a las normales. Lucas no hace una biografía de tu persona. Lo que cuenta son hechos de fe. “He descubierto que Cristo es el Señor, y quiero anunciaros que tan sólo él libera”.

Lucas no nos presenta a Jesús para que lo admiremos de lejos. Nos presenta al Señor de la misericordia para que nos decidamos a seguirlo llevando la cruz de cada día.

Señor, me he dado cuenta de que tu Evangelio no lo estudio para conocerte mejor o para saber más datos acerca de tu fascinante persona. Tu Evangelio lo estudio para seguirte mejor y, siguiéndote , es como se te conoce en profundidad.

Cuando uno se adentra en el Evangelio de tu amigo Lucas, uno percibe que él nos transmite a todos los creyentes un mensaje claro de fe: Jesús es el Señor, el único que libera y el único al que merece la pena servir. Todo el Evangelio de Lucas está permeado por palabras densamente humanas y cristianas: oración, sinceridad, pobreza, servicio, conversión, misericordia, renuncia, humildad, corrección fraterna, responsabilidad, y sobre todo, el gran mandamiento del amor. Todas estas palabras las expones con discursos y parábolas y milagros.

Una de las realidades más profundas que uno descubre al meditarte despacio es que tu palabra no es neutra. Siempre engendra conflictos. Tanto ayer como hoy, a tu lado, crece rápidamente -como un relámpago que atraviesa el horizonte- la oposición. Sobre todo entre los círculos que detentan el poder y viven muy apegados a la riqueza.

Frente a los servilismos de nuestra época y los “falsos dioses” o subterfugios de Jesús, Lucas declara abiertamente que tú eres el libertador misericordioso. Frente a estos estúpidos servilismos, el creyente moderno percibe que sólo desde el seguimiento radical de Jesús puede conocerse el verdadero rostro de Cristo.

Muchas veces, Señor, entre mi mundo de amistades, reina una gran confusión acerca de la palabra amistad. Les digo que en el Evangelio aparece como un tesoro difícil de encontrar y , al mismo tiempo, como una forma privilegiada del amor, porque es aquella relación que brota de la libertad.

Muchas de mis amistades no entienden que la verdadera amistad está íntimamente unida a la libertad. Tan sólo se crece en el amor cuando se respeta y se deja crecer en la libertad verdadera. Esto no se entiende. La gente tiende a poseer, “a tirarse mutuamente”... Es lo fácil: atar a quien digo querer. Y toda atadura, más tarde o temprano, termina por romperse.

La ternura y la misericordia de tu Evangelio me han hecho recapacitar esta mañana que sólo en ti está la fuente de la verdad y el gozo de saberse querido y perdonado, aunque seamos débiles y frágiles.

Gracias, Señor, por esta larga carta sobre mi mundo de amistad

Con afecto, Marcelo, 17 años








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