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Educar para la libertad
Es crucial que aprendamos, pequeños y mayores, no sólo a opinar, sino a pensar con auténtica libertad


Por: Emili Avilés Cutillas | Fuente: Catholic.net



Seguro que entendemos la preocupación de muchos por nutrir de ética y moral a nuestros jóvenes. Sabemos de la gran necesidad de trascendencia, valores y búsqueda de felicidad que tenemos las personas. Como profesor tutor lo constato a diario, pues desde hace muchos años dedico innumerables horas al trabajo personalizado con alumnos y a la orientación familiar.

Estamos de acuerdo en lo adecuado que es atender esa inquietud moral ya desde pequeños. En las clases de religión y en la educación familiar eso es factible y eficaz. Pero ahora, algunos quieren también una ética racional común, para todos, impartida en la escuela. Creo que no sería inconveniente si los poderes públicos no vieran en ello una potente arma ideológica. Hoy por hoy es ésta una tarea pendiente en muchos países, pero que se podría y debería estructurar y consensuar sin imposiciones, sin utilitarismos ni fijaciones de moda.

Por eso, creo que es totalmente cuestionable que quien mande en cualquier momento en un Estado, intente construir una ética civil obligatoria, que eso es esta Educación para la Ciudadanía que se quiere imponer en España; ya que tenemos el derecho y la obligación de no confundir, ni hacer confundir, el bien, con el material cumplimiento de unas normas éticas.

No es justo trastocar la ética con las leyes. La ética es previa a la ley, es base de las leyes justas. Por ejemplo, un muchacho debería poder valorar la pena de muerte como no ética, a pesar de que algunas leyes mandasen ejecutarla -si se diese el caso-, pero, no por sus convicciones lo habrían de suspender en el colegio.

Eso mismo les podría pasar a muchos jóvenes estudiantes españoles, respecto a otros contenidos ideológicos, próximamente. No tendríamos entonces una educación personalizada, sino una educación sesgada, de jóvenes poco libres, poco críticos, incapaces de verdadero progreso. Necesitan, necesitamos, a qué atenernos. Hace falta la seguridad previa del afecto-amor y el pensamiento para poder avanzar en territorios de ética y moral.

Considero importante sobremanera que los niños y jóvenes tengan muchos datos y vivencias positivas, pero en las concreciones prácticas de ética y moral hemos de poder “estar presentes” los padres. Y así, personalizar mejor los márgenes, las experiencias y las argumentaciones que ponemos en sus manos, tanto en la escuela como en la familia.

No parece justo ni eficaz cargar a los profesores con una, Educación para la Ciudadanía ideológica y obligatoria para todos, ya que “moralizar-adoctrinar” a los alumnos está claro que no es su principal cometido y puede producir más conflictos que beneficios en su trabajo con alumnos y familias.

Además, la educación en valores es importante, pero no suficiente. Es preciso construir el entendimiento para que éste anime en nosotros un mayor anhelo de bien, punto clave de salida para mover nuestra voluntad. Es en ese punto donde la educación, formal e informal, puede ayudar a mostrar el bien a través del entendimiento y hacer que la voluntad se dirija libremente a ese bien. Y eso, en la familia, en la escuela, en el centro deportivo o cultural, incluso a través de los modernos medios de comunicación. Está claro que el verdadero progreso vendrá con la mejora moral e intelectual de cada ciudadano.

Que nuestros chicos y chicas “vean” la libertad, así la podrán valorar y reconocer por donde vayan. De lo contrario se nos van a acostumbrar a la mediocridad o a lo “políticamente correcto”. O tal vez sólo se deslumbrarán por el placer o las apariencias, cuando podrían llegar muy alto en amor a la libertad, sabiduría y entrega a los demás, que esto es ser buen ciudadano.

Es crucial que aprendamos, pequeños y mayores, no sólo a opinar, sino a pensar con auténtica libertad. Para ello es preciso cierto esfuerzo, cierta búsqueda trabajosa y sincera de la verdad. De esta manera contribuiremos a crear un buen clima cultural y de justicia, tierra fértil, donde el progreso y la paz arraiguen con firmeza.

Por todo ello, también es el tiempo oportuno, en cualquier país o nación, para valorar y aprovechar, con disponibilidad y espíritu constructivo, las actividades formativas que nos proponen a los padres y madres de familia. Ya sea desde las diferentes administraciones públicas, universidades, asociaciones, colegios o entidades de prestigio. Por ejemplo, los cursos de orientación familiar, escuelas de padres, charlas monográficas, reuniones divulgativas, ciclos de conferencias “on line” o

Comentarios al autor: emilioaviles@es.catholic.net
 







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