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Los grandes pilares de nuestra civilización

Los grandes pilares de nuestra civilización
Juan López Burniol ha publicado un interesante artículo, “La perversión del derecho”. Las citas coinciden en señalar que el hecho cultural europeo se fundamenta en la filosofía griega, el derecho romano y la teología cristiana


Por: Josep Miró i Ardèvol | Fuente: ForumLibertas



Citando a Mitterrand y a Javier Zubiri, el notario Juan López Burniol ha publicado un interesante artículo en El Periódico, “La perversión del derecho”. Las citas del político y el filósofo coinciden en señalar que el hecho cultural europeo se fundamenta en la filosofía griega, el derecho romano y la teología cristiana. Zubiri remacha esta realidad afirmando que son tres de los más gigantescos productos del espíritu humano.

Al hilo de esta reflexión, creo que es oportuno subrayar algunas características que definen la situación europea y en gran medida la española.

La primera afecta a la fuente filosófica de nuestra cultura.

MacIntyre, en su famoso libro Tres versiones rivales de la ética, señala que el principal problema que afecta a nuestra sociedad es la ruptura con las fuentes culturales, y especialmente con la filosofía. Este fundamento del conocimiento ha desaparecido de la vida social, de la cultura más habitual, de la política y de la enseñanza. Es lamentable la liquidación que de la filosofía se ha hecho a la hora de formar a las personas, y lo es también el maltrato que tiene en el ámbito educativo. Esto es muy evidente en España, donde el enfoque que se le ha dado al Plan Bolonia es más el de una universidad entendida como una formación profesional cualificada que el del acceso a los fundamentos del conocimiento que siempre ha caracterizado la dimensión universitaria. Además, resulta difícil de entender por qué no nos homologamos con Bolonia a partir del esquema anterior de tres años de diplomatura y dos de licenciatura en lugar del actual proceso de cuatro más uno. Pero, en fin, este es otro tema.

El segundo pilar europeo, el derecho romano, tenía una perspectiva, como explica López Burniol, basada en el derecho consuetudinario, es decir que las leyes eran generadas por el uso social y el legislador no era en este sentido la fuente fundamental del derecho, y por tanto, no podía configurar la sociedad de acuerdo con los criterios que ostentara quien estuviera en el poder. Esta característica ha quedado absolutamente arrinconada y ni tan solo ha sido sustituida por lo que precisamente reclama López Burniol en su artículo, la prudencia. Esto significa desde mi punto de vista que no puede legislarse sobre temas fundamentales para la sociedad desde mayorías reducidas y sin capacidad de consenso. Esto no es una garantía absoluta ni mucho menos, pero si resulta una condición necesaria. Bajo este punto de vista, leyes como las del matrimonio homosexual o el actual proyecto sobre el aborto no deberían haberse ni tan siquiera presentado.

El tercer gran pilar es la religión o como decía Mitterrand, la teología cristiana. Ésta ha comportado la incorporación de un determinado sistema de valores, de una axiología en la propia sociedad europea, que ha resultado de un gran potencial civilizador y extraordinariamente rentable desde el punto de vista de los avances. Esta axiología sitúa de manera clara dos valores como la base necesaria para alcanzar todos los demás. Uno es el de la vida y el otro el de la verdad, el de su búsqueda. El valor de la vida humana es la condición imprescindible para que pueda existir todo sistema de valores que no se dan en el ámbito estricto de la naturaleza, que se mueve únicamente por razones de necesidad. La verdad, es la otra gran condición, porque es la que permite precisamente fundamentar a los demás valores, conocer si lo son o no, y establecer una jerarquía entre ellos. Esta concepción y otras muchas se alimentan del hecho religioso, y son las que explícita o implícitamente han justificado toda la institucionalización social, política y económica de Europa, de Occidente y, más allá, en buena medida, de gran parte del mundo.

De ahí la cuestión de fondo sobre la que se interrogaba Habermas, sobre si todo este edificio puede soportarse si se elimina de él toda raíz religiosa. Este gran filósofo se inclinaba por considerar dificultosa tal sustentación. Los hechos van más allá y demuestran que se revela prácticamente imposible.

No puede existir Europa como proyecto que de respuesta al conjunto de proyectos personales, no puede regir España en el mismo sentido, si se continúa como hasta ahora prescindiendo, actuando incluso contra estos tres grandes cimientos que nos han hecho y han permitido que alcanzáramos una cota insólita en el mundo de libertad, justicia y solidaridad.







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