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Cambios fisiológicos en el adolescente

Cambios fisiológicos en el adolescente
Podríamos pensar que la dimensión fisiológica del adolescente no es del todo importante por ser un periodo relativamente breve en que el cuerpo infantil se transforma en adulto. Sin embargo es mucho más importante de lo que aparenta.


Por: Mayra Novelo | Fuente: Catholic.net



La vida del adolescente gira en torno a estos cambios que para él no son fugaces.

Como educadores debes ver más allá de lo que una estatura, un peso, unas habilidades pueden revelar. Estos cambios abren las puertas para formar en tres campos importantes para la vida del futuro adulto:

El verdadero valor del cuerpo humano, la sexualidad y el amor.



A. Dimensión Fisiológica:

Los cambios exteriores son a menudo tan pronunciados que, a primera vista, el muchacho puede parecer un desconocido para quienes no lo han visto en dos o tres años. Los cambios que se producen en el interior del cuerpo -en el tamaño, forma y funcionamiento de los diferentes órganos y glándulas, no son visibles pero son tan importantes como los exteriores.

Una clasificación conveniente de las modificaciones corporales incluye estas categorías principales: aumento del tamaño corporal, cambios en las proporciones del cuerpo y desarrollo de las características sexuales primarias (órganos sexuales) y secundarias (vellosidad, cambio de la voz, fisonomía corpórea). Pese a las diferencias individuales en el ritmo de la transformaciones, el patrón es similar para todos los niños y, por lo tanto, es predecible. Esto permite ofrecer al muchacho una adecuada información preventiva por parte de los padres y formadores.


Etapas de la pubertad

Etapa prepubescente: Etapa inmadura en la cual suceden los primeros cambios corporales y comienzan a desarrollarse las características sexuales secundarias o los rasgos físicos que distinguen a los dos sexos, pero en la que todavía no se ha desarrollado la función reproductora (entre los 11 y los 13 años en el muchacho).

Etapa pubescente: Etapa de maduración en la cual se producen las células sexuales en los órganos de reproducción, pero en la que aún no se han completado los cambios corporales (entre los 13 y los 15 años).

Etapa postpubescente: Etapa madura en la cual los órganos sexuales funcionan a la perfección, el cuerpo ha alcanzado la altura y las proporciones debidas y las características sexuales secundarias están bien desarrolladas (entre los 15 y los 18 años).

Importancia de la transformación del cuerpo

Los cambios radicales del cuerpo tienen repercusiones tanto físicas como psicológicas. Las alteraciones físicas determinan no sólo lo que el joven adolescente puede hacer sino también lo que quiere hacer. Estas transformaciones corporales se acompañan generalmente de fatiga, falta de ánimo y otros síntomas de una salud deficiente que asumen proporciones exageradas cuando los cambios físicos se suceden con rapidez.

Vamos a señalar algunos factores relacionados con los cambios físicos y que repercuten en el comportamiento del muchacho:

a) Rapidez del cambio: un crecimiento rápido altera de tal manera el cuerpo que puede llevar a que el pubescente, incapaz de aceptar en seguida su nueva figura y de efectuar una revisión de su propia imagen física, pueda convertirse en una persona sumamente cohibida.

b) Falta de preparación: El grado de conocimiento y de preaviso que el muchacho tenga de los cambios que se operan en su cuerpo incidirá notablemente en su actitud hacia estas modificaciones. Es obvio que este preaviso se debe realizar con tacto, pues una cosa es avisar de advenimientos futuros y otra anticiparlos provocando la curiosidad malsana. Es importante dar este preaviso de forma muy positiva, natural, sin bajar a detalles, pero usando un lenguaje comprensible. No se trata tampoco de ocultar la verdad con historietas infantiles o ingenuas.

d) Expectativas sociales: La actitud del adolescente hacia su cuerpo y sus rasgos faciales está influida por lo que él cree que las personas que importan en su vida, en especial sus padres y sus amigos, piensan de su apariencia. Un aspecto físico que se juzgue de modo desfavorable podrá hacer que el adolescente se sienta socialmente inseguro.

e) Estereotipos: los medios de comunicación "venden" también estereotipos de adolescente, de condición y presencia física. Una comparación negativa con el propio desarrollo físico puede llevar al muchacho al autorechazo y a la cohibición.

Una de las tareas evolutivas más difíciles para el adolescente es la aceptación de su cuerpo y de su figura, que ahora están cambiando significativamente. Casi todos los niños aguardan con impaciencia el momento de su crecimiento, pero los cambios que se operan en sus cuerpos les causan más angustia que placer. En general, la insatisfacción respecto de la apariencia se agudiza poco después de haberse alcanzado la madurez sexual, o sea en la edad en que se cursan estudios secundarios. A partir de entonces, los adolescentes bien equilibrados muestran una aceptación creciente de sí mismos y de su apariencia. Es interesante saber que los muchachos, en esta época de cambio, tienden a tener una opinión desfavorable de sus aptitudes.

La preocupación intensa y persistente por el cambio corporal se hace evidente cuando los adolescentes toman medidas para conformar sus cuerpos a sus ideales y al estereotipo cultural de lo que es apropiado a su sexo. Para alcanzar este objetivo, se ponen incluso en manos de la cirugía plástica para mejorar un rasgo facial, como una nariz grande; se someten a un tratamiento de ortodoncia, con la esperanza de mejorar la forma y la apariencia de la boca; adquieren lentes de contacto; siguen dietas rigurosas si creen que están excedidos de peso y buscan el auxilio de los dermatólogos para el tratamiento de su acné y de otros trastornos de la piel.

El formador, sin adoptar desprecio o cierta burla hacia estas preocupaciones del muchacho, debe orientarlo hacia los ideales que trae entre manos, de forma que no le dé importancia desmedida a estos elementos secundarios. Debe lograr del muchacho la aceptación y sana valoración de su persona, recordándole oportunamente los elementos fundamentales y permanentes de la persona, los que realmente valen.


Tarde o temprano, la mayoría de los adolescentes se adapta a los cambios físicos de la pubertad. Entonces se acomodan a la situación, en parte porque se sienten, en relación a su cuerpo, más satisfechos que antes, en parte porque aprenden a realzar sus aspectos buenos y a disimular los desfavorables y, en parte, porque se sienten mejor físicamente ya que el rápido crecimiento que absorbía sus energías se aminora.

Es necesario recordar la importancia especial que el deporte y la actividad física adquieren a lo largo de toda la adolescencia, en el crecimiento sano de la propia corporalidad y de la misma psicología. No pocas enfermedades y tensiones de la adolescencia podrían al menos reducirse si se contara con una actividad física bien programada. Pero téngase en cuenta que, igual que su ausencia, el exceso de deporte puede incidir en la falta de rendimiento posterior, por ejemplo en actividades intelectuales, por desgaste físico repetido.

B. Sexualidad y la virtud

La sexualidad en la persona humana comprende todas sus dimensiones: la fisiológica, la psicológica y la espiritual, siendo de esta manera un "modo de ser" persona (hombre-mujer) que afecta todos sus actos. Sería un error muy grave presentar al muchacho la sexualidad de modo reductivo o negativo, o que confundiera la "madurez" del sexo gonádico -es decir, en la producción de esperma- y de los órganos genitales, con la madurez en la sexualidad. La sexualidad habla de donación afectiva e íntima, de unión fecunda en el amor matrimonial, de una concepción del hombre abierto a la relación complementaria en el amor y para el amor, un amor auténtico: total, fiel, fecundo y eterno.


Presentamos a continuación algunos factores que afectan a la maduración del sexo gonádico y genital:

a) Herencia: la edad de maduración se proyecta en la familia. Lo que fue la experiencia del padre, precoz o no, puede ser la del hijo.

b) Inteligencia: los niños de inteligencia superior maduran sexualmente un poco antes que aquellos cuyo índice intelectual corresponde al término medio o es inferior a éste.

c) Salud: la buena salud, debida a un adecuado cuidado prenatal y postnatal, deriva en una maduración más temprana.

d) Nutrición: una dieta en la que predominan las proteínas da por resultado una maduración precoz. Algunas investigaciones en curso encuentran una relación estrecha entre el desarrollo precoz y la ingestión de alimentos vegetales y animales estimulados con hormonas.

e) Nivel socioeconómico de la familia: cuanto mejor es el medio socioeconómico, tanto mayores son las posibilidades de una maduración temprana. Como consecuencia de una atención médica deficiente y de una nutrición por debajo de lo normal, los niños criados en ambientes socioeconómicos deficitarios maduran a menudo más tarde, tal como sucede con los provenientes de medios rurales.

f) Tamaño y conformación del cuerpo: los niños más altos y más obesos alcanzan antes la madurez sexual. Los niños con cuerpos de tipo femenino (caderas anchas y piernas cortas) tienden también a una maduración precoz; a la inversa, los de conformación masculina (hombros anchos y piernas largas) tienden a la maduración tardía.


(texto: El adolescente y su mundo)


¿Cómo hablar de sexualidad con el adolescente?



No es lo mismo información sexual que educación sexual .


La información sexual es más fácil, pero no basta. Se ha comprobado que a más información sexual , más embarazos de adolescentes, enfermedades venéreas, etc.

La educación sexual debe procurar la maduración afectiva del niño, hacerlo llegar a ser dueño de sí y a usar rectamente del sexo.

La educación lleva al hombre a practicar el bien. «La virtud no es cuestión de enseñanza solamente. Muchas veces comprobamos que el problema no es de desconocimiento de lo que hay que hacer, sino que falta el necesario esfuerzo para hacerlo. (...). Las virtudes se logran a costa del propio esfuerzo, pero es fundamental que este esfuerzo esté acompañado de una convicción intelectual». Al hombre no le basta saber lo que es verdad y lo que es bueno, necesita además una motivación que le anime a vivirlo. Y en eso consiste la educación. La experiencia cotidiana enseña que al hombre no le basta conocer el bien para practicarlo.


La enseñanza no es nunca una educación completa. Ha de ser complementada por el esfuerzo personal, por la lucha. Esto es especialmente cierto en lo relativo a la educación sexual.

El uso cristiano de la sexualidad no se realiza sin esfuerzo; sin un esfuerzo que a veces tiene que ser heroico. Esto vale principalmente para la juventud, en la cual la fuerza de las tendencias sexuales y la poca madurez de la personalidad del joven, exigen una lucha mucho más rigurosa. Por otra parte, la juventud es también la época más adecuada para entender la vida como lucha, para despreciar la comodidad. Fortalecer en la juventud la conciencia de que una vida humana sólo se realiza a través de la lucha, es poner uno de los fundamentos más firmes para la educación en el aspecto sexual.

En esa lucha tienen que emplearse recursos humanos y sobrenaturales, porque también en este campo lo natural y lo sobrenatural se influyen mutuamente.

La oración y los sacramentos son como las dos direcciones del camino que une al hombre con Dios. La oración es fundamentalmente petición, camino del hombre hacia Dios; los sacramentos son las sendas por donde Dios nos envía su gracia, camino de Dios hacia el hombre. La oración y los sacramentos están en la base de la educación sexual.

En cuanto a la Virgen, Ella es llena de Gracia, es la protagonista del amor más puro y más hondo que haya podido tener criatura alguna. Es Madre nuestra y está delante de Dios para hablar bien de nosotros, para interceder por nosotros» 17.

Las caídas en materia de sexualidad se deben, más que a la falta de información, a la debilidad de la voluntad, expuesta a toda clase de tentaciones que sólo pueden superarse con esfuerzo humano auxiliado por la gracia de Dios.

El padre Martín Descalzo en su libro Razones desde la otra orilla dice que la campaña recomendando preservativos a la juventud es un reconocimiento del fracaso de la educación sexual. Como no se ha sabido educar a los jóvenes para que controlen el instinto sexual se les da un preservativo para complacerles. Como el chupete que se da al niño que ha cogido una rabieta.

Una educación sexual bien hecha -iniciación y educación-, es necesaria, y el hacerla con discreción y delicadeza corresponde como un derecho y un deber a los padres, que lógicamente se han de preparar y empeñar en ella. Sería un error dejar esta educación, por un silencio culpable, a agentes inadecuados que el niño encontrará, quienes inevitablemente harán su pseudoeducación.

Nadie puede marginar a los padres de esta tarea, y nadie les suplirá como es debido con tal que ellos lo hagan bien. En todo caso, ha de quedar bien claro siempre, que, siendo la educación sexual una parte de la educación total de la persona, no son lícitos los experimentos perjudiciales para la integridad y el equilibrio personal, ya sea en el aspecto individual, ya sea de cara a la apertura hacia los otros.

Es bueno también recordar que los padres, sobre todo los que dan una iniciación, acaso prematura, persuadan a sus hijos de que no hablen de ello con otros. Si se lograse hacer esto, no serían tan frecuentes las conversaciones sobre temas sexuales, ni los padres tan frecuentemente suplantados por inoportunas revelaciones.

Una progresiva información de la realidad sexual, a nivel cultural y religiosa, se hace necesaria tan pronto como el niño va abriendo sus ojos a la vida personal y al mundo que lo rodea; pero la información sola no es suficiente. Se necesita, sobre todo, la educación de la persona en la castidad o pureza -virtud que proporciona dominio sobre la sexualidad- por medios idóneos.
He aquí algunos: clima de ejemplaridad familiar, de diálogo y aprendizaje constante del amor evangélico y el dominio de sí mismo y, por encima de todo, de vivencia consciente de la oración y de los sacramentos.

(texto: P. Jorge Loring sj).







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