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¿Es posible vivir la Santidad dentro de la empresa?

¿Es posible vivir la Santidad dentro de la empresa?
¿Es posible la santidad en la empresa? Todavía abunda entre nosotros la antigua mentalidad según la cual la economía, ciencia lúgubre, adora al dinero y es un camino incompatible con la vida cristiana.


Por: Javier Pueyo Usón | Fuente: catholic.net



Si hiciéramos esta pregunta en nuestro entorno laboral, una buena parte de nuestros compañeros, cuanto menos, esbozarían una ligera sonrisa, con cierta picardía. "Santidad en la empresa" les puede sonar tan raro como "la pesca en la luna". Todavía abunda entre nuestros paisanos la antigua mentalidad según la cual la economía es un camino incompatible con el seguimiento de Jesús.

Para la mayoría de nuestros entrevistados (compruébelo usted mismo) el mundillo de la empresa se considera "separado" de la vida espiritual o de la tarea ética. Aunque creamos en Dios, a veces, nos comportamos en el trabajo como si El no existiera. Si al entrar en los lugares de trabajo, sean éstos, hospitales, talleres, obras u oficinas nos examinaran sobre la práctica de los diez Mandamientos, por no hablar de las bienaventuranzas y del de la Nueva Alianza, que serían "para nota", habría un alto porcentaje de "fracaso escolar". Más bien, son los pecados capitales los que pululan a sus anchas, como viejos virus en su ambiente.

La persona humana, por el hecho de serlo, tiene una dignidad inviolable que no puede "olvidar" ni por un momento, ni "aparcar" como quien aparca su vehículo, o se descalza de sus zapatos. Llevamos con nosotros esa dignidad, digamos, "internamente", desde la cabeza a los pies y desde una mano a la otra. Hemos sido hechos para ser santos cumpliendo nuestro fin en la tierra de alabar, hacer reverencia y servir a Nuestro Señor, en frase principal de S.Ignacio de Loyola. Nuestro Creador no pide imposibles. Si nos llama a la santidad, nos da junto con la llamada la capacidad para ello. El Espíritu Santo que se nos ha derramado como una llamarada nos ilumina y trabaja en nosotros durante este proceso que durara toda nuestra, ¡ay!, siempre corta vida.

La "Gaudium et Spes" conciliar, que ha sido "entregada" de nuevo en Loreto por el Santo Padre, a la joven generación educada en estas enseñanzas para ser aplicada en la vida personal y social de nuestra "hora" y renovar nuestra "era", nos recuerda lo siguiente:

"No pocos hombres, principalmente en las regiones económicamente avanzadas, parece que se gobiernan únicamente por la economía, hasta tal punto que toda su vida, personal y social, aparece como impregnada por un espíritu economicístico". "El hombre...con su trabajo se une a sus hermanos y los sirve, y con él puede practicar una verdadera caridad y ofrecer su cooperación al perfeccionamiento de la creación. Más aún, creemos que si ofrendan su trabajo a Dios, los hombres pueden colaborar a la obra redentora de Cristo, quien dio al trabajo una dignidad eminente, trabajando con sus propias manos en Nazaret".

El trabajo humano, estamos leyendo de boca de nuestros santos y queridos padres conciliares, tiene un sentido creador y redentor si lo sabemos "elevar" a Dios, con su ayuda y nuestro esfuerzo. La caridad, es decir, el amor a Dios y el amor a los demás por amor a El, no se reduce a la actividad caritativa que podamos ejercer en nuestros movimientos o parroquias, sino que debe OPERAR, es decir, se debe traducir en obras, especialmente en la familia y el trabajo, los dos ámbitos primarios donde aplicar la doctrina social de la Iglesia.

S. Josemaría Escrivá, explicaba el "abc" teórico-práctico de la moral laboral. La doctrina se resume en una afortunada frase sencilla de decir: "santificar el trabajo, santificarte en el trabajo, santificar a los demás en el trabajo". ¿En qué consiste este camino de santidad a través del trabajo?

"Santificar el trabajo" es consagrarlo, ofrecerlo, hacerlo bien, saberlo rematar, a pesar de las circunstancias personales o ambientales que impiden trabajar así. Imitar a Jesús Obrero en sus virtudes como el servicio, la laboriosidad etc. De esta forma se transforma el trabajo en oblación, en oración en sentido amplio. Ya no se diferencia la vida de piedad de la profana, porque se puede hablar de una especie de liturgia profesional. Quizá no puedas cambiar toda tu empresa, grande o pequeña, pero sí puedes personalizar, humanizar tu puesto de trabajo.

"Santificarte en el trabajo" en la medida en que el trabajo, en su aspecto subjetivo, nos hace, nos forma. Todo trabajo produce cansancio, pero bien ofrecido, hecho "cara a Dios", con una sonrisa, forja la voluntad, educa el espíritu. ¡Qué grandes oportunidades podemos aprovechar si mantenemos la presencia de Dios en el trabajo procurando hacerlo lo mejor posible, no sólo para ganar dinero, que también es necesario, ni para "cumplir", sino con espíritu de servicio y perfección.

"Santificar a los demás en el trabajo" haciéndolo, como ya he dicho dos veces, para servir a la sociedad, que demanda el bien que ayudas a producir o el servicio que ayudas a prestar. También hace mucha falta en los ambientes laborales explicar con oportunidad el sentido del trabajo, corregir a otros y dejarse corregir por los jefes y compañeros. Trabajar en equipo, ayudando a los demás, creando buen ambiente, obedeciendo y cumpliendo el horario y las demás normas de la empresa. A veces, la competitividad quiebra la solidaridad entre compañeros y triunfa el error del individualismo y la emulación insana. La solidaridad es la preocupación concreta por el bien común. Hace falta partir de una situación donde reine la justicia tanto conmutativa como distributiva. Interesarse por los asuntos laborales, participar en la medida de lo posible, es un derecho-deber de todo trabajador. Para el cristiano no cabe en este aspecto un pecado de omisión.

Un ejemplo que le escuché al P.Higuera, q.e.p.d: cuando una vez le preguntaron en qué se diferenciaba el trabajo de un cristiano de otro que no lo era nos respondió: una compañera, durante la posguerra trabajaba en una ventanilla oficial. A muchos clientes, después de esperar una larga cola, les faltaba una póliza. En vez de mandarle a otra ventanilla para adquirirla, ella se la vendía. Esto le suponía adelantar un dinero, y los sueldos eran bajos, para tener ese detalle con el cliente desconocido. La diferencia está ahí: el "caer" en cómo puedes ayudar mejor y más amablemente. Es el amor con que actuamos lo que hace la diferencia.

¡Ojala pudiéramos todos vivir esta manera de trabajar metiendo el alma en la tarea, el corazón, y la cabeza y no pensando sólo en cómo hacer lo mínimo o lo espectacular o buscando exclusivamente el dinero! La calidad total sólo Dios la conoce, porque sólo El valora el campo de las intenciones y El ve lo escondido.

Nuestra doctrina social ha elaborado todo un "corpus" sobre el trabajo humano muy esclarecedor. Sin embargo, la teoría sólo no basta. Hacen falta modelos vivos, como esa funcionaria de la posguerra, que demuestren que esa doctrina es aplicable. El mejor ejemplo lo tenemos en nuestro patrón S. José, nuestro Padre y Señor, como es llamado. El fue elegido por el Padre para ser maestro de su Hijo, también en la vida laboral. Jesús aprendió de José las alegrías y penas de toda actividad, los trucos y gajes del oficio, el modo de utilizar, conservar y guardar las herramientas, de acabar el trabajo bien hecho, de aprovechar y cuidar de las cosas, etc.

Explicar toda la doctrina sobre el trabajo rebasa mi capacidad y la de este artículo. Tan sólo pretendo animaros con ese fácil de decir "abc" y el testimonio de los santos. Son innumerables los santos familiares y trabajadores cuya fiesta celebramos anónimamente el día de todos los Santos. Padres de familia, amas de casa, ciudadanos corrientes que han sabido servir a los demás a través de su profesión u oficio con sencillez de corazón.

Me hablaron, por ejemplo, de un empresario estadounidense, quien creó 80.000 empleos y vivió dicha doctrina en su empresa. Dos veces perdió todo, por la crisis de 1.929 y por la guerra de Corea y dos veces volvió con gran espíritu emprendedor a reflotar su empresa. Otro italiano también está en proceso de beatificación por su santidad como empresario. Seguro que hay infinidad de pequeños santos olvidados ahora pero que han dejado buena huella, han abierto pequeños caminos con su ejemplo de debida santidad de vida a través de su trabajo prosaico de cada día.

Demos ejemplo también nosotros de honradez profesional a la hora de conseguir un empleo, de trabajar en él cumpliendo el horario pactado, procurando aprovechar el tiempo y estaremos reconstruyendo el mundo, restaurándolo, recreándolo, redimiéndolo junto con María y Jesús, nuestros modelos.







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