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El buen líder se domina a sí mismo

El buen líder se domina a sí mismo
Jorge Madrigal Frisch habla sobre el autodominio, el entusiasmo, la esperanza y la fe como características de un buen liderazgo


Por: Jorge Madrigal Fritsch | Fuente: Yoinfluyo.com



Una característica indispensable del líder es su facilidad de gestión de otros seres humanos, es decir, hacer y administrar diligencias conducentes al logro de un negocio o de un deseo cualquiera.

Pero antes de que el líder pueda gestionar, debe de aprender a gestionarse a sí mismo, es decir, practicar la autogestión. Sin este requisito básico no podría hacer efectivo su liderazgo ante los demás.

El líder contagia con su propia motivación es decir, movido por sus propias emociones y sus expresiones.


Existen líderes positivos y líderes negativos y esta clasificación responde al tipo de emociones que gestiona: el entusiasmo, la esperanza, la fe, el placer, el gusto por los logros; o pueden ser del lado de la envidia, la rabia, la ansiedad, el pánico la duda o la incertidumbre.

La gestión por medio de emociones negativas pueden resultar nefastas, pues es el modo que tiene el cerebro de conducirnos a prestar atención a una amenaza percibida, mermando la capacidad del cerebro pensante para ubicarse en una determinada tarea positiva.

Una persona que está disgustada o ansiosa, pone de manifiesto una elevada actividad emocional, obligándola a centrar obsesivamente su atención en la causa del malestar y no en otra cosa.

Una persona que se encuentra en un estado de ánimo optimista, pone de relieve una actividad cerebral que inhibe la acción emocional que activa la sensación de malestar.

En opinión de la Neurociencia, el lado izquierdo de la región prefrontal del cerebro, forma parte de un importante circuito que se encarga de inhibir la activación de las neuronas de la región límbica e impide, en consecuencia, que la persona se vea atrapada por la angustia.

Son precisamente estos circuitos los que ayudan al líder a sosegar las emociones más inquietantes y mantener un tono emocional positivo y entusiasta.

Gestionarse a sí mismo, es decir la autogestión, se asemeja a un diálogo interno continuo que nos libera de la prisión de nuestros sentimientos; posibilita la claridad mental y la concentración que exige el liderazgo y mantiene a las emociones destructivas alejadas de nuestro camino.

Los líderes que poseen este tipo de Autodominio, encarnan el tipo de liderazgo de entusiasmo optimista que alienta la resonancia o el contagio positivo.

En pocas palabras, el líder difícilmente podrá gestionar eficazmente las emociones de los demás si antes no hace lo mismo con las suyas.

Así, pues, el contagio emocional confiere a las emociones del líder una importancia que va más allá de lo privado y las proyecta al ámbito publico.

Por el mismo motivo, los líderes saben permanecer optimistas y positivos, aun en condiciones de extrema presión, irradian sentimientos positivos que despiertan la resonancia de los demás.

Al mantener bajo control sus sentimientos y sus impulsos, este tipo de líderes generan un clima de confianza y bienestar.

En las empresas actuales que se funden y separan constantemente y en donde la tecnología se transforma a gran velocidad, los líderes que saben controlar sus emociones son más capaces de adaptarse a los cambios y contribuir a la adaptación de toda la organización, más allá de lo privado, y las proyecta al ámbito público.

Es evidente que todo ello no significa que el líder se halle a salvo de las flechas y los dardos que le lance la vida. Todo el mundo se siente afectado por un divorcio, un hijo rebelde o la enfermedad de un ser querido, pero, en el ámbito que nos ocupa, la cuestión clave es que las vicisitudes de la vida privada de un líder no acaben afectando a sus relaciones laborales.

Los líderes que se ven desbordados por las emociones negativas, no pueden movilizar adecuadamente las emociones positivas de sus empleados. En este sentido, el cerebro desempeña un papel crucial, ya que cuando dos personas se encuentran, tiene lugar una danza amigdalar que genera resonancia o disonancia, una especie de tira y afloja neuronal en el que tiende a ganar la persona con mayor capacidad de Autogestión emocional.

Por eso, cuando una persona que posee un marcado predominio del lóbulo prefrontal izquierdo, es decir, el optimista nato, habla con otra que se irrita con cierta facilidad sobre cuestiones delicadas en las que pudiera discrepar, la segunda suele calmarse gracias a la primera.

Es frecuente, por otra parte, que ciertas personas provoquen la irritación y el enfado de sus interlocutores, porque, dicho en otros términos, la hiper activación de la amígdala suele impeler, a causa del circuito abierto, el funcionamiento de la amígdala de los demás.

Pero, ¿qué ocurre cuando la otra persona no devuelve la agresión, sino que permanece firmemente asentada en el rango de las emociones positivas? En tal caso la persona con la amígdala activada tiene la oportunidad de tranquilizarse o, cuando menos, de no sentirse provocada.

De hecho, en una investigación realizada a este respecto, la persona irritable acabó diciendo que no podía seguir manteniendo una actitud de enfrentamiento con alguien que siempre respondía positivamente.

Por el mismo motivo, los líderes saben permanecer optimistas y positivos, aun en condiciones de extrema presión, irradian sentimientos positivos que despiertan la resonancia de los demás.

Al mantener bajo control sus sentimientos y sus impulsos, este tipo de líderes genera un clima de confianza y bienestar que también posee un importante efecto secundario, ya que, en tal caso, nadie quiere ser tildado de cascarrabias.

Existen también razones competitivas que justifican la importancia de la autogestión. En el entorno laboral actual, en donde las empresas se funden y separan constantemente y la tecnología se transforma a pasos agigantados, los líderes que saben controlar sus emociones son más capaces de adaptarse a los cambios y contribuir, de ese modo, a la adaptación de toda la organización.

La autogestión también fomenta la transparencia, que no sólo es una virtud del liderazgo, sino también una de las fortalezas de las organizaciones.

La transparencia, la sinceridad con respecto a los propios sentimientos, creencias y acciones, posibilita la integridad, es decir, la sensación de que puede confiarse en el líder.

A un nivel Primal, la integridad depende del control de los impulsos y nos impide actuar de un modo que luego pudiéramos lamentar. La integridad también supone vivir según los propios valores. Esos líderes son personas auténticas, es decir, personas que no pretender ser lo que no son.

La integridad, en suma, se reduce a una sola pregunta: ¿se hallan sus actos en consonancia con sus valores? En nuestra opinión, los líderes emocionalmente inteligentes poseen una integridad que fomenta la transparencia.

La principal responsabilidad del líder, por último, consiste en controlar su propio estado mental. El significado original del término "cool" se remonta a la capacidad de los músicos de jazz afro americanos para controlar su rabia ante el racismo y encauzarla de un modo que permitiera la expresión de un sentimiento muy profundo.

Éste es el tipo de habilidad que debe aprender el líder para gestionar sus sentimientos más perturbadores permitiendo, al mismo tiempo, la expresión plena de sus emociones positivas.









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