Menu



La persona humana es lo primero

La persona humana es lo primero
Documento de Mons. Alejandro Goic Karmelic, Obispo de Rancagua en el que habla de la primacía del trabajador, el trabajo frente al capital y la economía solidaria.


Por: Mons. Alejandro Goic Karmelic, Obispo de Rancagua | Fuente: Compartiendo.cl




Mons. Alejandro Goic Karmelic, Obispo de Rancagua
y Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile.


Al celebrar el Día del Trabajo (1º de Mayo)(…) la sociedad está llamada a reconocer en justicia su aporte y su entrega. Quiero invitar a toda la comunidad a reflexionar sobre el sentido del trabajo.

Juan Pablo II en su carta sobre el “trabajo humano” destaca dos grandes pilares sobre los cuales deben construirse las relaciones laborales: 1) la primacía del trabajador y 2) la prioridad del trabajo frente al capital. Sobre la base de estos pilares podrá existir verdaderamente una cultura de la justicia, una cultura del amor.

1) La primacía del trabajador

Lo que verdaderamente importa es el sujeto del trabajo, es decir, el hombre, la mujer, que realiza el trabajo es lo primero, lo más valioso, lo más sagrado.

El primer fundamento del valor del trabajo es el hombre mismo.

Un trabajador vale, no por lo que produce, que puede ser de gran o poco valor, según sean sus talentos, la educación adquirida, los medios y capitales a su disposición. Un trabajador vale por lo que es, una persona, igual en derechos y en deberes a cualquier otra persona. En afirmación de Juan Pablo II: “El trabajo está en función del hombre y no el hombre en función del trabajo”.

2) La prioridad del trabajo frente al capital

El principio de la primacía del sujeto del trabajo implica otro principio fundamental: el de la prioridad del trabajo frente al capital, que es en definitiva sólo una expresión de la primacía del hombre respecto de las cosas.

El ser humano, todo ser humano, cualquier ser humano, vale más que todos los bienes de este mundo. Sólo la persona humana, por sobre los demás seres de la creación, es imagen y semejanza de Dios. Por eso merece siempre y en toda circunstancias ser dignificado y valorado. Una sociedad es más justa y más humana cuando cada persona crece en dignidad y en valoración real. Así la sentencia Juan Pablo II: “El capital está en función del trabajo y no el trabajo en función del capital.”

La vida del hombre es así un bien absoluto y la propiedad algo relativo y subordinado. La única propiedad legítima es sólo aquella que sirve y hace posible este derecho a la vida.

Así dice el Papa: “Los medios de producción no pueden ser poseídos contra el trabajo, no pueden ser ni siquiera poseídos para poseer, porque el único título legítimo para su posesión es que sirvan al trabajo y hagan así posible el destino universal de los bienes y el derecho a su uso común”.

De este principio derivan normas de distribución que privilegian el salario del trabajo con respecto a la recompensa del capital.

En síntesis: primero está la persona del trabajador; primero es el trabajo, antes que el capital.

A la luz de los principios fundamentales recién enunciados invito a la comunidad a vivir actitudes nuevas.

a) Hacia una economía solidaria

Las grandes utilidades obtenidas por un gran número de empresas, permite pensar que hay posibilidades reales de mejorar la situación de los salarios. De llegar a una más justa redistribución de los ingresos.

Mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, especialmente de los más pobres, aparece como prioritario, dada las condiciones en que viven actualmente una gran cantidad de hermanos nuestros y así mismo para colaborar en la necesaria estabilidad social.

Cada día se hace más necesario avanzar decididamente hacia una distribución de los ingresos más justa y equitativa, atenuando diferencias, que en algunos casos resultan crueles y escandalosas.

¿Cómo hacerlo? En diálogo franco y sincero entre empresarios, trabajadores, autoridades. Es necesario llegar a acuerdos que permitan cambios y que mejoren la situación de grandes grupos humanos. Es fundamental una actitud nueva en el corazón. El ponerse realmente en el lugar de los más pobres y preguntarse si uno podría vivir, con un mínimo de dignidad, con los ingresos mensuales que tienen miles de familias de nuestro pueblo. Es necesario tener un corazón solidario. Equilibrar el sano desarrollo del País y su crecimiento económico, con salarios dignos continúa siendo un gran desafío. Será posible transformarlo en una realidad hermosa, cuando todos nos pongamos en el lugar de los más pobres.

Juan Pablo II sostiene que los empleos y salarios dignos son la mejor manera de verificar, de manera concreta, la justicia de todo el sistema económico-social.

b) Hacia una organización dignificadora de personas.

Los sindicatos son un elemento indispensable de la vida social. Deben ser un exponente “de la lucha por la justicia social, por los derechos de los hombres de trabajo, según las distintas profesiones.”

No se trata de una lucha contra los demás, “ni de una lucha para eliminar al adversario”, ya que el trabajo tiene como características propia, que antes que nada, una a los hombres y en esto consiste su fuerza social: la fuerza de construir una comunidad”.

Los sindicatos, en su tarea, no pueden olvidar la situación económica general del país, ni transformar sus exigencias en una especie de egoísmo de grupo. Sobre todo los sindicatos con mayor organización y capacidad deberán mirar a sus hermanos trabajadores más desposeídos. Las organizaciones sindicales no deben aceptar ser convertidos en simples instrumentos de las luchas ideológicas o políticas, perdiendo su independencia. Ayuda a la construcción del tejido social que sus diversas organizaciones conserven su identidad propia y específica.

Un sindicalismo auténtico será el mejor factor para integrar a los trabajadores en las organizaciones que defiendan con verdad sus legítimos derechos. Es de alentar todos los esfuerzos de unidad que se realizan en la organización de los trabajadores.

c) Hacia una humanización del trabajo

Si la persona es lo primero, si el trabajo es un valor que lo dignifica, es necesario también recordar otro gran valor relacionado con el trabajo: el descanso, el ocio.

Hay trabajadores que prácticamente nunca descansan. Hay estructuras de trabajo que esclavizan y que hacen perder dimensiones profundas del ser humano. La producción de bienes no puede transformarse en un absoluto, al que se sacrifica todo.

No nos cansaremos nunca de decirlo: el ser humano es primero. Sin el ocio, el descanso, no se puede nutrir el amor matrimonial, falta tiempo para el desenvolvimiento de las relaciones entre padres e hijos, y para los compromisos con otros grupos importantes: otros miembros de la familia, la comunidad de amistades, la comunidad cristiana y la santificación del Día del Señor, el barrio, las organizaciones sociales, deportivas, culturales, religiosas, etc.

En mi peregrinar de pastor me encuentro con tantos hombres y mujeres, cansados y fatigados, sin tiempo ni posibilidad para vivir otras dimensiones de la vida humana. Sin tiempo para vivir el desarrollo del espíritu humano, especialmente en las dimensiones de fe y en la santificación del día Domingo. El trabajo debe liberar, nunca esclavizar. Este es un aspecto fundamental que deben tomar en cuenta Dirigentes Sindicales y Empresarios, Estado y Organizaciones Sociales. La persona humana es lo primero.


(*) Extracto de Homilía con motivo de la celebración del Día Internacional de los Trabajadores.
Abril 30, 2005







Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |