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Hongos Venenosos
¿Cuántas son las situaciones preparadas pacientemente para nuestro disfrute y placer, pero que resultan en nuestro fracaso y destrucción?


Por: Alberto Muñoz Gonzalez |



La receta prometía ser de lo mejor. Toda Bélgica estaba a la espera de ella. Era una receta de salsa de hongos. La prepararía el famoso chef, Gastón Povet, en su programa de televisión. Y Gastón, bien consciente de su arte y de su fama, preparó, ante las cámaras de televisión, la salsa.

Hongos, ajo, tomate, especias y vermut especial de Italia. Preparó la salsa y la probó. Al sólo probarla, el chef hizo un gesto de dolor, se apretó el estómago y cayó al suelo. Murió de intoxicación aguda veinticuatro horas después.

¿Qué había pasado? Por error había usado hongos venenosos.

Gastón Povet, el muy famoso chef belga, siempre presentaba a sus televidentes nuevas recetas. Era todo un artista en preparar platos de toda especie de comidas. Las salsas eran su especialidad. Ese día se empeñó en recoger él mismo los hongos, pero se equivocó con los vegetales, y tomó hongos venenosos en lugar de sanos. Y esos hongos venenosos le estropearon fulminantemente el hígado.

Gastón Povet no es el único hombre que ha muerto por comer algo que él mismo ha preparado. Es que la comida no tiene que ser física para que esto suceda. ¿Cuántas no son las veces en que nos metemos en situaciones que terminan de una manera totalmente inesperada? ¿Y cuántas las situaciones preparadas pacientemente para nuestro disfrute y placer, pero que resultan en nuestro fracaso y destrucción?

Un hombre alquila un apartamento en la mejor zona residencial. Lo adorna con los mejores muebles. Le pone las mejores alfombras. Cuelga en las paredes cuadros artísticos. Lo ilumina con lámparas de la mejor clase, e instala un equipo estéreo y un televisor, todo de la mejor calidad. Para él, en su imaginación, está preparando la más sabrosa de las comidas. Pero después de terminar con todo el lujoso arreglo de su apartamento, en lugar de llevar a vivir en él a su esposa, lleva a su amante.

Sin darse cuenta, infatuado por su vanidad y su egoísmo, este hombre, usando una receta propia, ha preparado una comida con hongos venenosos que no sólo lo destruirán a él, sino que destruirán por completo su hogar.

¿Cómo repelemos esas tentaciones antes de que nos destruyan? Cambiando de señores, haciéndonos esclavos de Cristo en vez de ser esclavos del «yo». Jesucristo quiere librarnos de las comidas de pecado que nos destruyen. Cuando Él es Nuestro Señor, nos libra del mal que hay en nosotros. Rindámonos al señorío de Cristo







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