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Educar Para El Perdón. Taller en línea gratis.

Tema 4. Estar o Ser Resentido
Las personas que están pendientes de sí mismas, que actúan buscando sólo su propio bien, son inevitablemente infelices y desgraciadas. Sólo quien se olvida de sí y se entrega a Dios y a los demás puede ser dichoso...


Por: Mayra Novelo de Bardo | Fuente: Mons. Francisco Ugarte Corcuera, Del Resentimiento al Perdón, una Puerta para la felicidad



Curso Educar para el perdón

Autor: comunidad de Educadores Católicos
Con la autorizaciónde Mons. Francisco Ugarte Corcuera, "Del Resentimiento al Perdón. Una Puerta para la Felicidad". 12ª reimpresión, 2008.

Disponible en esta librerías católica:
http://www.rialp.com

Audio con la colaboración especial de Mauricio I. Pérez, director de Semillas para la vida.





Segunda parte: La persona resentida


Tema 1 Estar o ser resentido

¿Cómo saber si soy una persona resentida?

Ya hemos hablado de lo que es el resentimiento y su forma de manifestarse en el sentimiento y en la actitud de las personas. Ahora necesitamos de una fuerte dosis de sinceridad para observarnos a nosotros mismos y ver hasta dónde podemos caer en este juego del resentimiento y como consecuencia envenenarnos con el rencor.

Hay personas que tienen una especial inclinación al resentimiento, se Sienten con mucha facilidad, reaccionan desproporcionadamente ante situaciones difíciles, dolorosas o simplemente que no son de su agrado, acumulando rencores infundados.

Recordemos situaciones en las que podemos sentir el resentimiento:

- Determinadas acciones: un comentario crítico, una llamada de atención una mirada de indiferencia o desprecio, un determinado tono de voz, una ironía, etc.

- Omisiones de los demás: el que se siente herido porque no le felicitaron el día de su cumpleaños, porque alguien no lo saludó, no le dio las gracias o no lo invitó a su fiesta; o tal vez porque siente que no valoran lo que hace, no lo toman en cuanta, no le piden su opinión o no le hacen caso.

Si ante estas situaciones sientes que el mundo se te viene encima, te sientes sumamente agredido o entristecido y lleno de amargura, lo más probable es que seas una persona RESENTIDA.

¿Qué puedo hacer?

Lo primero es preguntarnos si ese sentimiento negativo que siento es proporcionado a la realidad de la acción o de la omisión. ¿De verdad no me felicitó porque le caigo mal o simplemente porque es así distraído (a)? ¿De verdad me ofende cada vez que me habla con ese tono que no me gusta o es su forma de indicar las cosas sobre todo en ciertos temas?

¿Estoy sentido o soy resentido?

. Una persona está sentida cuando, por algún suceso concreto, se encuentra interiormente dolida y permanece este dolor dentro. Cosa muy normal, humana y que todos experimentamos.

. Cuando este sentimiento se ha convertido en una forma de ser, cuando yo, no sólo estoy sentida, sino me siento con facilidad, entonces soy una persona resentida

Cuando alguien ya no sólo está, sino que es resentido, sus reacciones afloran continuamente y a veces en forma agresiva, incluso ante situaciones que no son ofensivas. Esto deriva de situaciones que no se han aceptado y perdonado y por esto aparecen una y otra vez robando la paz del alma.

Es importante detenernos aquí y pensar si dentro de nosotros mismos estamos sentidos o somos resentidos.

Dentro del estar y ser resentidos hay algunos Aliados que facilitan convertirnos en personas resentidas e incapaces de disculpar y mucho menos perdonar. Estas son: el egocentrismo, el sentimentalismo, la imaginación y la inseguridad. En esta sesión del curso hablaremos del primero

El egocentrismo y el olvido de sí

El egocentrismo es la tendencia a girar en torno a nosotros mismos, convertirnos en el centro de nuestros pensamientos y punto de partida de todas las acciones. La persona egocéntrica cambia constantemente de humor porque de demasiada importancia a todo lo que a ella se refiere especialmente si se trata de cosas negativas por parte de los demás.

San José María Escrivá afirmaba que “las personas que están pendientes de sí mismas, que actúan buscando sólo su propio bien, son inevitablemente infelices y desgraciadas. Sólo quien se olvida de sí y se entrega a Dios y a los demás puede ser dichoso en la tierra con una felicidad que es preparación y anticipo del cielo”.

El siguiente cuestionario nos ayudará a reflexionar sobre nuestra capacidad de egocentrismo y olvido de sí

1. ¿Suelo usar la palabra yo para empezar cualquier frase?

2. ¿Me dejan indiferentes las noticias de catástrofes, accidentes y permanezco ajeno en general?

3. ¿Oro por los demás? ¿especialmente por aquellos que se encuentran en mayor dificultad en su vida?

4. ¿Suelo interpretar mal la forma de actuar de los demás? ¿Si no de todos al menos de algunas? ¿O he formado la costumbre de mirar todo con ojos de bondad, de disculpa, de aceptación?

5. ¿Me molesta tratar a las personas que me son antipáticas? ¿Trato de noten mi antipatía?

6. ¿Impongo constantemente mi parecer? ¿Creo que sólo yo tengo la razón? ¿no me gusta recibir consejos? ¿O sé cambiar de opinión con sencillez? ¿reconozco ante los demás cuando me equivoco?

7. ¿Me alegran sinceramente los éxitos ajenos? ¿se hablar bien de los demás? ¿O soy altanero (a), brusco(a)?

8. ¿Renuncio a mis gustos o caprichos personales para complacer a mi esposo (a), hijos, compañeros de trabajo, a cualquiera? ¿o más bien nunca tengo tiempo para agradecer o hacer favores?


¿Cómo olvidarnos de nosotros mismos?

La respuesta como ya lo mencionamos anteriormente es mediante la entrega a Dios y a los demás. Un gran ejemplo de olvido de sí, es el que nos dio la Madre Teresa De Calcuta, cundo le preguntaban por su salud decía: “no sé, no he pensado en ello, tengo tantas cosas que hacer por los demás como para pensar en mi propia salud”.

Para concluir esta sesión te invitamos a reflexionar y a llevar a la práctica la siguiente oración:


Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.

Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.

Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;
Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien;
Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.

Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.

Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.

Madre Teresa de Calcuta M.C.



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