Menu


Dos traidores, uno ahorcado y otro glorificado: dos lecciones
La diferencia entre el actuar de Judas Iscariote y Pedro es inmensa: el primero actuó por un interés vergonzoso, y el segundo negó ser de los suyos por debilidad natural humana, el miedo mencionado


Por: Salvador I. Reding Vidaña | Fuente: Catholic.net



Dos de los discípulos de Jesús, de entre una docena privilegiada, cometieron pecados de traición en su contra. El primero lo entregó a los romanos y al Sanedrín para que fuera sacrificado, y el otro hizo algo más simple: lo negó tres veces. Pero como dijo el papa Francisco: “Dios no nos trata según nuestros pecados, sino según su misericordia”.

Judas Iscariote decidió y ofreció entregar a Jesús a cambio de dinero, y aceptó treinta monedas de plata. Bien escribió Juan que Judas era un ladrón, y pudo más la avaricia que la lealtad al Mesías. Judas tuvo, por la experiencia vivida junto a Jesús, la oportunidad de saber quién era Él, y aún así lo traicionó.

Era sin duda tanta su avaricia por ese dinero, que en la misma cena de Pascua, tras atreverse a preguntar al Maestro sí él era quien le haría traición, el Mesías le respondió: “tú lo has dicho”. No le cabía así duda de que Jesús sabía de su plan pero, en vez de abortarlo, siguió adelante, y con beso entregó al Hijo del Hombre, quien todavía le llamó “amigo”.

Sin embargo, al saber condenado al Maestro, el remordimiento lo consumió, pero era demasiado tarde, así que volvió a los sacerdotes y les arrojó las monedas recibidas, y luego se ahorcó, sin confiar en la misericordia del Señor. Hizo algo monstruoso, y bien había dicho Jesús que “más le valdría no haber nacido”.

El otro traidor momentáneo, el hombre escogido por Jesús para ser la cabeza, la base de la iglesia que edificaba, no traicionó a Jesús por interés alguno, sino por algo más profundamente humano: el miedo. El miedo a que algo le pasara a él, junto con el Maestro, a pesar de que aún no sabían qué le estaba ocurriendo entre sus captores y sus autonombrados juzgadores.

Pero tal como el Maestro le había advertido, al cantar el gallo ya lo había negado ¡tres veces!, producto no de una perversa intención como Judas, sino por simple debilidad humana. Pero Pedro se fue y lloró su pecado, y lo hizo toda su vida; estaba, no consumido por remordimiento de lo hecho, sino profundamente arrepentido, y Jesús le perdonó.

Así, frente al suicidio de Judas, sin que se sepa haya pedido perdón a Dios, Pedro en cambio siguió su vida para llevar el mensaje, el evangelio del Maestro, hasta que en Roma fue crucificado también. Todavía pidió a los verdugos que lo crucificaran de cabeza, pues no se sentía digno de morir como el Mesías.

La diferencia entre el actuar de Judas Iscariote y Pedro es inmensa: el primero actuó por un interés vergonzoso, y el segundo negó ser de los suyos por debilidad natural humana, el miedo mencionado.

Judas no actuó sin duda de pronto, sino que hizo su plan y lo llevó a cabo a pesar de que el propio Maestro le dijo que lo sabía. Pedro, en cambio, no tenía idea de lo que iba a pasarle, a pesar de que el Maestro se lo había advertido, que lo negaría tres veces antes de que cantara el gallo, y él había respondido: “aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré”.

Había dicho el Maestro que a quien le negare ante los hombres, le negaría Él ante el Padre que está en los cielos. Sin embargo aceptó el arrepentimiento de Pedro y le perdonó, como perdonó a los otros que habían huido ante su prendimiento, tal como esa noche les había dicho, que las ovejas se dispersarían. Misericordia.

Así Judas, en vez de abandonar la entrega de su Maestro, llevó a cabo el gravísimo pecado. Pero en cambio Pedro, cuyo pecado era inmensamente menor, el de no dar la cara por su Maestro, negando ser de los suyos, lo que hizo de su vida fue cumplir lo que Él le había pedido: que apacentara sus ovejas, su rebaño, y que predicara el evangelio. Con la fuerza del Espíritu, fue la piedra sobre la que construiría su iglesia, y predicó hasta la sede del poder romano, costándole muchas tribulaciones, la cárcel y la vida en una cruz.

En realidad, más que traicionar Pedro al Maestro, fue el miedo humano el que lo traicionó a él. Reconoció el hecho, que antes le parecía impensable, de negar ser del Maestro, de los suyos, y reconoció también lo que es la fragilidad humana.

En la historia, nadie había cometido tan grave falta como la de Judas, ni se volverá a cometer, pero sí ha habido traidores que han entregado, martirizado y asesinado a otros cristianos, o injuriado, o despedido del empleo o calumniado por vía penal, y hasta a veces simplemente ridiculizarlos, como a los defensores de la vida.

También ha habido y habrá quienes, ante la necesidad de dar la cara, nieguen su carácter cristiano, por el miedo o simple incomodidad que puedan tener. Para justificarse pueden alegar prudencia cuando es cobardía; “les da vergüenza” aceptar un cristianismo practicante “por el qué dirán”, sin peligrar siquiera su vida.

No debemos nunca, aprendiendo de un Pedro arrepentido, negar nuestra filiación cristiana y más aún nuestra militancia apostólica si es el caso. Pero si llegamos a caer en esta debilidad, recurramos a la misericordia y perdón del Señor.

Debemos estar preparados pues, para enfrentar cualquier situación en que corramos algún riesgo, minúsculo o mayúsculo, por el solo reconocer pública y abiertamente que somos discípulos de Jesús, parte de su Iglesia.

Hay casos muy particulares de valentía cristiana, como la de los médicos que por objeción de conciencia cristiana, se niegan a practicar abortos o eutanasias, arriesgando perder para siempre el derecho a ejercer su noble profesión.

En adelante, hagamos lo mismo que San Pedro: cumplir lo que el Señor espera de cada uno de nosotros, en donde Él mismo nos ha puesto, para no solamente aceptar que somos de los suyos, sino para que nuestra propia vida cristiana así lo demuestre, sin necesidad de tener que responderle a alguien “sí, yo soy cristiano, soy de Jesús”, pertenezco a su Iglesia. Él mismo nos los dijo, que por nuestra vida se nos reconozca que somos sus discípulos: es el mejor testimonio.







Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |