Gianna Beretta. Prefirió la vida de su hija a la suya
Gianna Beretta. Prefirió la vida de su hija a la suya
Por: Maruja Serrano Vargas | Fuente: Libro Jóvenes Testigos de Cristo; José María Montiu de Nuix

(Estoy dispuesta a todo con tal de salvar a mi hijo)
Estas palabras fueron dichas por la joven madre Gianna Beretta Molla cuando decidió salvar su embarazo aunque le costase la vida. Muchas otras frases, siempre con el mismo sentido, pronunció durante los siete meses que siguieron desde que el médico le anunció un fibroma que aumentaba cada día: llevaba dos meses de embarazo de su cuarto hijo.
Cuando la lágrima se une a la sonrisa
Corre el verano de 1961 cuando Gianna se da cuenta de que espera, por fin, su cuarto hijo. ¡Lo había deseado tanto! Quería dar un hermanito a Pierluigi, el primogénito. Las dos niñas, Mariolina y Lauretta se entienden de maravilla, y Gianna desea que Pierluigi pueda también tener un cómplice de juegos, con quien confiarse, con quien organizar las travesuras propias de esa edad. Gianna es inmensamente feliz.
Un día se da cuenta que algo no va bien en el embarazo: hay una hinchazón abdominal que no es normal. Habla con su marido, Pietro, y ven la necesidad de ir inmediatamente al ginecólogo que siempre la ha asistido, su hermano Ferdinando. Deja la montaña, donde estaba pasando el verano con sus hijos, y vuelve a Magenta. El diagnóstico, confirmado por el director del departamento de ginecología del hospital de Monza, es claro: junto al útero está creciendo un fibroma enorme, y se recomienda una urgente intervención, no más tarde de quince días.
El médico expone a Gianna con toda claridad cuál es la situación y sus peligros. Ella también es médico y como tal entiende y conoce perfectamente su significado. Hay tres posibles soluciones:
Extirpación del útero con el fibroma, lo que supone la interrupción del embarazo sin posibilidad de tener otros. Es la solución más segura para la vida de Gianna.
Extirpación del fibroma y aborto. Pierde el niño, pero tiene la posibilidad de tener otros.
Extirpación sólo del fibroma, salvando el embarazo. Esto supone un grave peligro para la vida de la madre en dos formas diferentes: cuando la sutura se hace en la pared del útero, es muy frecuente que, aproximadamente, al quinto mes del embarazo ceda, con la hemorragia correspondiente que la llevaría a la muerte. Si esto no sucediese, está el riesgo de que, después del parto, se produzca un proceso infeccioso difícil de vencer.
Gianna elige esta tercera vía. Su interés es salvar la vida del niño: no se preocupe por mí; es suficiente que todo vaya bien para el niño.
Se fija la fecha de la intervención para el 6 de septiembre de 1961. Antes de someterse a la misma, habla con su confesor. Tiene una íntima esperanza: Dios la ayudará. Responde así a las palabras de ánimo que el sacerdote le da:
Sí, Don Luigi, he rezado tanto en estos días. Con fe y esperanza confío en el Señor, incluso contra la terrible palabra de la ciencia médica que me dice: "O la vida de la madre o la vida de su criatura". Confío en Dios, sí, mas ahora toca a mí cumplir mi deber de madre. Renuevo al Señor la oferta de mi vida. Estoy preparada para todo, con tal de salvar mi niño.Ciertamente Gianna está preocupada y pide oraciones para que todo vaya bien. A su más íntima amiga, que se ocupa de sus tres hijos mientras ella está en el hospital, le escribe:
"Te puedes imaginar cómo me siento en estos días, mi corazón y mi pensamiento se dirigen a mis queridos angelotes. Tengo confianza en el Señor y en la Virgen de la Guèrison. Haz que recen los niños, la Virgen escucha siempre la oración de las almas inocentes. Mas su preocupación no entorpece su clara determinación de salvar la vida del niño que lleva en su seno: aceptaré todo lo que me hagan con tal de salvar el niño".El cirujano antes de la operación, insiste:
- ¿Qué hacemos: la salvamos a usted o salvamos el niño?
- Primero salvamos el niño, responde Gianna, no se preocupe por mí.
La operación es un éxito. El cirujano ha respetado completamente el deseo de Gianna: ha extirpado el fibroma sin dañar el feto. El niño está a salvo. Y así se lo dice el mismo cirujano: hemos salvado al niño. Sólo Gianna, junto con el cirujano, conoce exactamente el significado profundo y dramático de esa frase. Al mismo tiempo, la inmensa felicidad de saber que su hijo vivirá:
- He sufrido mucho, pero estoy contenta porque la maternidad se ha salvado.
Desde el hospital, Gianna escribe varias cartas, entre ellas una al hermano que, misionero, está en Brasil. Dice, entre otras cosas:
Estoy mejorando cada día, espero que la Virgen esta vez me ayude a continuar mi embarazo hasta el fin, ahora que han quitado la causa que provocaba los abortos. El vómito, mi amigo inseparable, continúa; es un buen signo.Antes de este embarazo y después del nacimiento de la última niña, sufrió dos abortos espontáneos, sin conocer la causa de ello. Seguramente el fibroma estaba ya actuando.
Deja el hospital y regresa a casa. Comienzan los meses de espera, con la angustia que comportan. De hecho, tras la intervención quirúrgica, los médicos abrigaban la esperanza de que se produjera un aborto espontáneo, durante el período del postoperatorio, que salvara su vida. Hubo, efectivamente, una amenaza de aborto a las tres semanas de la intervención. Gianna, por su parte, como médico en cirugía y pediatría, con cursos y prácticas de ginecología, sabía qué hacer para evitar dicho aborto, y lo hizo: lo primero era la vida del niño.
Durante los seis o siete meses de embarazo que faltaban para el nacimiento del bebé, reinició su vida cotidiana, como si nada pasase. Fueron meses de heroico martirio, de una continua donación de sí por el niño que llevaba en su seno. Seis meses de silencio, de sonrisas, para no hacer caer sobre ninguno su preocupación, quizás su angustia, sin duda, su drama, que convirtió en oración para que todo fuese bien. Confiaba y rezaba a Jesús y a María:
El Señor hará lo que sea justo para mi familia. El Señor sabe que con este último niño tendremos cuatro hijos. Se ocupará de ello con toda seguridad.Así, poco a poco, se recupera totalmente de la intervención quirúrgica y reinicia al completo no sólo su habitual vida familiar, con sus tres "tesoros" o "popi", como llamaba a sus hijos, sino también con sus enfermos. Va a su ambulatorio a diario, atiende las visitas domiciliarias de quienes no pueden acudir al mismo, se preocupa por dar un poco de felicidad y tranquilidad a todos y cada uno de los que le son cercanos: familia, amigos, enfermos
La persona del servicio doméstico que le ayudaba en las labores de casa dice así:
"Siempre estaba contenta a pesar de la confianza que con el tiempo se había creado entre nosotras, en ningún momento me hizo entender el drama que estaba viviendo. Cuando estaba en casa, me ayudaba siempre ha hecho conmigo la limpieza general, aunque no estaba en programa. Yo le preguntaba cómo se le había ocurrido. Solamente cuando ha muerto, he pensado que, seguramente, sentía que no volvería a casa después del nacimiento del niño era tranquila, o, al menos, así me parecía. Trabajó hasta el último momento".Sí, está contenta, como siempre, y a todos transmite su alegría, no su dolor, que está íntimamente unido a su felicidad. No se lamenta, no habla de su decisión, del peligro que corre. Confía en la Providencia; ella sabrá qué es lo mejor para su familia; su deseo: hacer la voluntad de Dios. Nos lo expresa claramente su marido, Pietro Molla, en escrito dedicado a sus hijos:
Tu plena fe en la Providencia del Señor, la certeza de la eficacia de la oración, tu abandono a la voluntad del Señor, te han dado fuerza y apoyo en esa larga y preocupadísima espera.Esta confianza, fe, oración, le dan la posibilidad de vivir con serenidad y alegría. Cuando el marido, por cuestiones de trabajo, debe viajar a París, Gianna le pide que le traiga algunas revistas de alta moda. Dice: Si Dios me mantiene aquí, quiero hacerme bonitos vestidos. Hoy pueden verse estas revistas en las que algunos modelos tienen señalada una cruz, hecha por Gianna, en su selección de los que más le gustaban.
Sin embargo, en su corazón albergaba una honda preocupación: que el niño naciera con algún defecto físico. En su oración pide a Dios que no sea así. Lo recuerda su marido, Pietro Molla, en el escrito dedicado a sus hijos:
En los meses sucesivos a la intervención quirúrgica, ¡cuánto has sufrido sin un lamento! Cuánto has rezado para que el niño naciese sano y normal y se salvase su vida, tu vida.Hay momentos en los que su limpia mirada se ensombrece; piensa en sus hijos, en su marido, en la incertidumbre de cuál será la voluntad de Dios, en la que confía plenamente.
Hoy se recuerdan algunas frases o acciones suyas en diferentes momentos que, no comprendidas entonces, han tenido un profundo significado después de su muerte. Así:
º Su amiga Mariuccia: faltaban pocos días para el parto, quedamos en que vendría a casa, preparé una buena merienda para todos. Llegó con el coche y aparcó en el jardín, al lado de casa. Bajaron los niños y después ella. Entró y me dijo que subía al piso superior porque debía tomar no sé qué cosa. Dino, mi hijo, estaba sentado en los escalones. ¿Dónde vas, tía Gianna? Arriba, pero vuelvo enseguida. De pronto, se paró, le acarició la cabeza y le dijo: Quizás es la última vez que ves a la tía Gianna.
º Su marido: Pietro, tengo necesidad de que tú, que has estado siempre tan cariñoso conmigo, lo estés todavía un poco más en este período, porque son unos meses un poco tremendos para mí.
º Su hermano sacerdote, al que manifiesta su estado de ánimo: lo más difícil está todavía por venir. Tú no entiendes de estas cosas. Llegará el momento, o yo o él.
º Un día empezó a ordenar toda la casa, a poner todo en su sitio: cajones, armarios, , como quien tiene que hacer un largo viaje
Y llegó el momento del parto. Como ya había hecho un mes y medio antes, dijo a su marido:
Si tenéis que decidir entre el niño o yo, ninguna duda: elegid -lo exijo- el niño. Salvadlo a él.Era totalmente consciente, como madre y como médico, de lo que podría suceder y, ciertamente, era coherente con su primera decisión y con su fe y vida dejada en las manos de Dios.
Voy al hospital -dice a una amiga- pero no estoy segura de volver. Mi maternidad es difícil; tendrán que salvar a uno o al otro y yo quiero que viva el niño.Cuando llega al hospital, al encontrar a la religiosa que era la enfermera que le recibe, le dice:
Hermana, vengo aquí para morir. Basta que todo vaya bien para el niño.Y lo dice con total serenidad en su mirada y en su palabra.
El parto se produjo por cesárea. Era la mañana del 21 de abril del año 1962. Cuando despertó de la anestesia, le llevaron a la niña que había nacido. La cogió entre sus brazos, la contempló en silencio con profunda mirada, la tuvo a su lado con una ternura indescriptible, la acarició suavemente, sin decir ni siquiera una palabra.
Pasadas algunas horas, comienza la tragedia. Las condiciones físicas de Gianna se agravan rápidamente; la fiebre es muy alta, sufre dolores abdominales tremendos, por lo que, para no gritar, muerde un pañuelo; se le ha declarado una peritonitis séptica. Los médicos lo intentan todo, ella se deja hacer. Sus sufrimientos duran una semana. Pide la Eucaristía, pero no puede deglutir y, además, tiene un vómito continuo; suplica entonces un pequeño trocito sobre los labios, que sea capaz de tomarlo. Pregunta por un sacerdote. Su hermana religiosa, que ha llegado desde India y está con ella día y noche, busca al capellán: está celebrando la Santa Misa. Le da entonces su crucifijo para besarlo, Gianna lo aprieta entre sus manos, lo besa tiernamente y exclama:
¡Si supieras el consuelo que he recibido al besar el crucifijo! ¡Oh, si no fuera por Jesús, que nos conforta en ciertos momentos!Es consciente de todo lo que está sucediendo, sabe que está muriendo. Habla con Pietro, su marido, y le pide que pueda morir en casa. Así, al alba del 28 de abril de 1962, la llevan a su casa de Ponte Nuevo di Magenta, donde muere a las 8 de la mañana de ese mismo día, después de oír desde lejos las voces de sus hijos. Sabe por ello que está en casa. Tiene 39 años.
¿Sacrificio o donación de vida?
El acto de Gianna, ¿es sacrificio?, ¿es locura?, ¿suicidio, como algunos han dejado entrever? ¿irresponsabilidad, dado que tiene otros tres hijos pequeños a los que atender? De todo esto algo se ha dicho. Pero, ¿no será acaso algo mucho más sencillo y más profundo? ¿no será simplemente donación de sí misma para que su hijo que vive en su seno pueda continuar y desarrollar su vida?
Podríamos también utilizar un término jurídico: dación, es decir, transmisión del dominio de una cosa, o renuncia a ese dominio en favor de otra persona; en este caso, hablamos de vida. Sí, era una deuda contraída con la criatura que crecía y vivía en su seno. Mas, para Gianna, no es sólo dar algo en sentido jurídico; es una forma de donación, mucho más profunda: es renunciar a la propia vida, a su dominio, como único medio posible para que su hijo siga viviendo. Es un acto que es una deuda maternal, de auténtico amor, de verdadera generosidad. Sin este acto, Gianna Emanuela no habría podido continuar su vida, iniciada, nueve meses antes, en el seno materno.
En realidad, Gianna era consciente de una cosa: la vida del niño por nacer dependía sólo de ella. Es cierto que los otros tres hijos, pequeñísimos, tenían necesidad de su madre. Ella lo sabía. Pero los tres pequeños podían ser atendidos en todas sus necesidades por Pietro, su marido, por sus hermanas y por tantas otras personas que estaban en torno a Gianna y se ocuparían de ellos, como su gran amiga Mariuccia, que se encargó de los pequeños mientras ella estaba en el hospital. Sin embargo, el que debía de nacer la tenía sólo a ella. De ella dependía su vida. Y Gianna amaba demasiado la vida para sustraérsela a quien todavía no había nacido. Su preocupación por los pequeños, que quedarían sin madre, está muy viva en su alma, en su llanto. Y cómo se entiende este su dolor a través de la frase que, ya en agonía, pero todavía consciente, le dirige a su hermana Virginia:
¡Si supieras cuánto se sufre al tener que dejar los niños tan pequeños!Se podría todavía decir: pero si hubiera escogido la segunda opción, extirpación del fibroma y aborto, después hubiera podido tener otros hijos, incluso más de uno. Cierto, así es, pero esos otros hijos nunca hubieran sido el que estaba creciendo en su seno, porque cada ser humano es único; no hay repetición, Dios no se repite, no hace clones.
Sólo ella era para mí el instrumento de la providencia para venir al mundo. Ningún otro.Estas son palabras de Gianna Emanuela, la hija por la cual Gianna ofrendó su vida.
Sí, para Gianna, ofrendar su vida fue un gran sacrificio, un dolor inmenso ¡Amaba tanto a sus pequeños, a su marido, a la vida! Pero había algo que era muy superior a este sufrimiento y a este amor que la impelía a su continuo no preocuparos por mí; lo que importa es el niño. Este algo era: donar vida, siguiendo el ejemplo de su Hermano Primogénito, Jesús, cuyo nombre repetiría en sus últimos momentos, en su susurro de muerte, de una forma continúa:
Jesús, te amo; Jesús, te amo.Pietro Molla, su marido, lo narra así:
Su decisión, sin duda, es un testimonio heroico de amor materno. Ha sido una elección de amor extremadamente difícil para una madre que amaba intensamente sus tres hijos y amaba absolutamente vivir. Ha sido una decisión que puede ser comprendida y valorada solamente a la luz de las firmes convicciones de Gianna, de su conciencia de madre y de su indiscutible fe en la Providencia. Gianna estaba totalmente convencida de que el niño que llevaba en su seno era un sujeto para amar, para respetar, y no un objeto sobre el cual ejercitar su propio arbitrio. Fue, verdaderamente, una elección dramática.Algunos rasgos de la vida de Gianna
La donación que de sí misma hizo la joven madre Gianna no puede hacerse desde la centralidad en uno mismo. Es imposible donarse, generar vida, cuando sólo se piensa en sí y en obtener un propio porvenir lleno de los aconteceres que gustan o se desean para sí. Debe haber algo mucho más sublime que, hecho vida, confiere unos valores que, ya inscritos en la persona y vividos, son capaces de mostrar la grandeza de esa vida en los otros, con el mismo sentido que tiene para sí mismo. La Vida, entonces, se escribe con mayúsculas; se ama, se disfruta, es como fruto jugoso, único, que no puede ser concebido tan solo como "mi vida"; antes bien, es, principalmente, "tu vida". Es ahí donde se comprende perfectamente la frase de Cristo encarnada en Gianna: Nadie tiene amor mayor que el de dar uno la vida por sus amigos (cf. Jn 15,13). Y es que la vida se llama Amor. Es así como se vive en plenitud. Como se la comprende y se vive en cada momento, alcanzando su máxima cota en aquel instante en el cual "alguien", un "tú", lo hace necesario.
Gianna Beretta Molla nace en Magenta (Milán) el 4 de octubre del año 1922. El 11 del mismo mes recibe el bautismo con el nombre de Giovanna Francesca (Juana Francisca); sin embargo, siempre será llamada Gianna, abreviatura de Giovanna, y con ese nombre será canonizada. Era la décima de trece hijos, de los cuales cinco murieron pequeños. Sus padres eran terciarios franciscanos con un profundo sentido y vivencia del cristianismo, dando a los hijos y creando en el hogar un ambiente netamente espiritual, sereno, entrañable.
Gianna hace su primera comunión con cinco años y medio y es totalmente consciente de lo que significa, de lo que está haciendo, de manera que desde ese día acompañará a diario a su madre para oír la Santa Misa y recibir la Sagrada Eucaristía. No es buena estudiante, pero hace sus deberes de buena gana, aunque su deseo fuera jugar en el jardín.
De ella se dirá que su fe era tan comunicativa que las personas con las que se veía, al poco tiempo, empezaban a frecuentar la Iglesia, siguiendo su ejemplo. Pero cuando verdaderamente se enriquece su fe es a los quince años, al asistir, por primera vez, a unos ejercicios espirituales. Era el año 1938, durante los días 16 a 18 de marzo. En su cuaderno, titulado por ella misma Recuerdos y Oraciones, nos hace ver la profundidad de fe en las decisiones que se propone vivir:
º Hago el santo propósito de hacer todo por Jesús. Cada obra mía, cada disgusto, lo ofrezco todo a Jesús.
º Hago el propósito que por servir a Dios no quiero ir al cine, si no sé antes si se puede ver, si es modesto y no escandaloso, inmoral.
º De querer morir antes que cometer pecado mortal
º Quiero temer al pecado mortal como si fuese una serpiente; y repito de nuevo: mil veces morir (antes) que ofender al Señor.
º Quiero pedir al Señor que me ayude a no ir al infierno; por tanto, a evitar todo aquello que puede hacer mal a mi alma.
º Recitar un Ave María todos los días para que el Señor me dé una buena muerte.
º Pido al Señor que me haga comprender su gran misericordia.
º Obedecer a madre Malatto y estudiar, aunque no tenga ganas, por amor de Jesús.
º Quiero recitar siempre, de hoy en adelante, mis oraciones de rodillas, tanto por la mañana en la iglesia como por la noche en mi habitación a los pies de mi cama.
º Quiero soportar cualquier reprimenda el camino de la humildad es el más corto para llegar a la santidad. Pedir al Señor que me lleve al Paraíso. Decir siempre que tengo miedo de no ir, así rezaré y con la ayuda de Dios entraré en el reino de los cielos con todos los santos y las otras almas santas.
Son diez propósitos, a la manera de los diez mandamientos, que sin duda vivió hasta su último suspiro por su Jesús amado. Mas, por encima de estos propósitos, y fuente de los mismos, está su inmenso deseo de hacer siempre la voluntad de Dios. De hecho, lo deja también escrito en una oración suplicante:
Oh Jesús, te prometo someterme a todo lo que tú permitas que me suceda; hazme sólo conocer tu Voluntad.Este deseo fue el motor de toda su vida: cumplir con la voluntad de Dios, seguirla siempre. Así lo expresa en un escrito suyo dirigido a la religiosa madre Meregalli:
He decidido firmemente: vivir en cada instante la voluntad de Dios y vivirla con alegría. ¿Le gusta mi propósito? Espero, con la ayuda de Dios, poder hacerlo siempre; por mi parte, pongo toda la buena voluntad.Gianna amaba todas las cosas bellas, amaba la vida, nunca estaba ociosa: tocaba el piano, pintaba los paisajes que, en sus vacaciones, le impresionaban. Amaba esquiar, escalar montañas, ir al teatro, a conciertos, ayudar a todos, al menos con su sonrisa siempre abierta, espontánea, límpida, signo inequívoco de la serenidad y candor de su alma.
Sus padres murieron, a una distancia de cuatro meses, cuando ella todavía no había cumplido los 20 años de edad; fue en 1942: el 29 de abril, la madre; el 10 de septiembre, el padre. La familia, los hermanos, seguirán viviendo muy unidos, formando hogar.
Durante sus estudios universitarios de medicina se dedica al apostolado en la Acción Católica, a la que pertenecía desde los quince años, y se convierte en un punto de referencia para las jovencitas que acuden a ella, de forma personal, para exponerle sus problemas; sabían que vivía lo que enseñaba. Gianna estaba siempre dispuesta a escucharlas y darles unos buenos consejos que terminaba invariablemente con un consejo: Pero sobre todo, reza, invitándolas a la Sagrada Eucaristía y a la meditación.: Es necesario ser testimonios vivos de la grandeza y de la belleza del cristianismo. Hacer visible la verdad en la propia persona. Hacer agradable la verdad ofreciéndose a sí mismo como ejemplo significativo y, si es posible, heroico. Era habitual oírle decir, incluso también después de casada:
La vida cristiana no está hecha de personas que hacen poco, mas de personas que se empeñan a fondo.Tras obtener la licenciatura en medicina, abre un ambulatorio médico en 1950 en Mesero, pueblecito a cinco kilómetros de Magenta, e inicia la especialización en pediatría en la universidad de Milán, que consigue en 1952, con la nota máxima. Los pacientes del ambulatorio entienden enseguida que esta joven doctora, cuya sonrisa nunca se apaga, les ayudará siempre y les atenderá en todo momento. Con su trato dulce y atento a cuanto los pacientes le dicen, se afana por darles ayuda de todo tipo, incluso económica y, sin duda, las medicinas para todos aquellos que tienen dificultad para adquirirlas. El número de sus pacientes se multiplica de forma asombrosa. Son de todas las edades: especialmente ancianos que se sienten comprendidos y atendidos, pero también niños, madres en gestación, Todos desean acudir a la consulta de la doctora buena, sonriente, cariñosa, que siempre tiene palabras amables. Está disponible, es cariñosa para todos y cada uno y no se cansa jamás.
Mientras tanto Gianna se pregunta por su vocación. Ha pensado hacerse misionera e ir al Brasil, donde su hermano, sacerdote, ha abierto un hospital. Sin embargo, le han aconsejado no ir a misiones: en realidad Gianna tiene una salud física débil. Todos piensan que aquel clima no es para ella; tratan de disuadirla. Incluso Mons. Bernareggi, su obispo, responde a su pregunta asegurando que, de acuerdo con su experiencia, cuando Dios llama a la misión, además de una fe y una vida espiritual fuera de lo común, concede también una fuerza física capaz de superar todas las dificultades y situaciones en las que se encontrará. Gianna no tiene este don, por lo que piensa que no es este el camino por el que Dios le llama. Ella sufre y continúa orando y esperando.
En el inicio del verano de 1954, va a Lourdes en una peregrinación, acompañando un grupo de enfermos, y allí pide a la Virgen que la ayude a dilucidar cuál es su camino: hacerse misionera o formar una familia:
He ido a Lourdes para pedir a la Santa Virgen qué debo hacer: ir a las misiones o casarme.Su director espiritual también es del parecer que su camino no es la misión, sino formar una familia auténticamente cristiana. Ella lo lamenta, pero se serena y acepta. Ahora debe encontrar al hombre que, profundamente cristiano como ella, le permita formar una especie de cenáculo para Cristo, repleto con sus propios hijos.
Es en diciembre de ese mismo año, 1954, cuando conoce a Pietro Molla. Empiezan a verse con frecuencia, a conocerse. En febrero de 1955 hacen oficial su noviazgo y se casan el 24 de septiembre del mismo año. Son famosas las cartas que se dirigen entre ellos, tanto durante el noviazgo, como ya de casados, cuando Pietro, por razones de trabajo, debía viajar fuera de Italia. La pureza del amor que se profesan, la fuerte religiosidad de Gianna y también de Pietro pasará, sin duda, al hogar-cenáculo cristiano que forman. Ahora toca esperar la llegada de los niños, sus hijos, que tanto anhela Gianna.
En noviembre de 1956 llega Pierluigi y con él una felicidad no conocida hasta ese momento. ¡Ama tanto la maternidad! En diciembre del año siguiente, 1957, nace Mariolina, y en julio de 1959, Laura. En abril de 1962, nace Gianna Emanuela, y mamá se va al cielo, desde donde cuidará a su pequeña tropa, a sus "popi", a sus "angelotes" y a su amadísimo Pietro.
La noticia de la muerte de Gianna se expande rápidamente; son muchas las personas que acuden a su funeral, muchos los que se confiesan, hombres y mujeres que van a recibir la Sagrada Eucaristía siguiendo el ejemplo de Gianna. La noticia llega al Obispo de Milán, Giovanni Battista Montini, futuro Pablo VI, a quien le impresiona profundamente el heroísmo de Gianna y la profunda religiosidad de su matrimonio. Llega también al Papa Juan XXIII. Pero será Pablo VI el verdadero promotor de la causa de canonización de Gianna, según afirma Mons. Carlo Colombo, Obispo auxiliar de Milán y gran colaborador de Pablo VI.
El 28 de abril de 1980, el Cardenal de Milán, Carlo María Martini, abre el proceso de beatificación y canonización. El 24 de abril de 1994, Juan Pablo II proclama beata a Gianna Beretta Molla. El 16 de mayo del año 2004 es proclamada santa por Juan Pablo II.
Cerramos estas brevísimas notas sobre Gianna, Santa Gianna Beretta Molla, con la selección de unos pocos textos suyos, con el deseo de que sean hechos vida por quienes, jóvenes o mayores, lleguen a leerlos:
De vivir bien nuestra vocación depende nuestra felicidad terrena y eterna. ¿Qué es la vocación? Es un don de Dios, viene de Dios. Nuestra preocupación debe ser el conocer la voluntad de Dios.Fuente: Libro Jóvenes Testigos de Cristo
Los caminos del Señor son todos hermosos. Por tanto, sonríe a Dios, del que viene todo don. Sonríe a tus padres, hermanos, hermanas, porque debemos ser llama de alegría. Sonríe siempre, perdonando las ofensas; sonríe en sociedad, prohibiendo toda crítica y murmuración. Sonríe a todos los que el Señor te manda durante la jornada.
El mundo busca la felicidad, pero no la encuentra porque está lejos de Dios. Nosotros, que hemos comprendido que la felicidad viene de Jesús, con Jesús en el corazón debemos llevarla. Él será la fuerza que nos ayude.
Cada vocación es vocación a la maternidad material, espiritual, moral. Dios ha puesto en nosotros el instinto de la vida. El sacerdote es padre; las religiosas son madres, madres de las almas. ¡Ay de quienes no acepten la vocación a la maternidad! Cada uno debe prepararse para ser donador de vida
La pureza preside el uso justo y lícito de los placeres sensibles. Nuestro cuerpo es sagrado. Nuestro cuerpo es el instrumento unido al alma para hacer el bien. La pureza es una virtud a descubrir; o sea, es un conjunto de otras virtudes que llevan a la custodia de la pureza. ¿Cómo custodiar la pureza? Rodeando nuestro cuerpo con el seto vivo del sacrificio. La pureza se hace belleza. La pureza se hace libertad.
José María Montiu de Nuix (Coord.). José A. Martínez Puche (Coord.)., Jóvenes testigos de Cristo. Ejemplos de vida y fe en nuestro tiempo, Ed. Edibesa, Colección Santos. Amigos de Dios / 10, Edibesa, Madrid 2010, 360 pp.
Nota sobre las fuentes: No se han puesto citas en este escrito para no interrumpir la lectura. Todas ellas han sido entresacadas de la bibliografía que a continuación se detalla por orden alfabético:
APECITI ENNIO, Gianna Beretta Molla. Amare la vita, Centro Ambrosiano, ITL, Milano, 2004; ARAMINI MICHELE, Santa Gianna Beretta Molla, Edit. Velar, Bergamo 2005; BREM OCIST, HILDEGARD, Nella gioia dellamore, Santa Gianna Beretta Mola, madre di familia, Edit. San Pablo, 2008; DA RIESE PIO X FERNANDO, Per amore della vita. Gianna Beretta Molla. Medico e madre, Città Nuova Editrice, Roma, I edizione 1979, II edizione 1981, III edizione rinnovata e ampliata 1994; MARTINI CARDINALE CARLO MARIA, Gianna Beretta Molla beata, Terra Ambrosiana. Bimestrale della Diocesi di Milano. Anno XXXV, N. 1, gennaio-febbraio 1994; MOLLA PIETRO - GUERRIERO ELIO, Santa Gianna Beretta Molla, Edizioni San Paolo, Cinisello Balsamo (Milano), 2ª ed., 2005; PELUCCHI GIULIANA, Gianna Beretta Molla. Una vita per la vita, Edizioni Paoline, Figlie di San Paolo, Milano, 1994; SELVA CRISTINA, Tutti i colori della vita, donna, sposa, mamma santa, Edit. Shalom, Camerata Picena, 2009; SICARI ANTONIO, Il terzo libro dei Ritratti di Santi, Gianna Beretta Molla, Editoriale Jaca Book, Milano, 1993, pp. 141-156; THIERRY LELIÈVRE, Gianna Beretta Molla. Madre, II Edizione aggiornata. Edizioni Piemme, Casale Monferrato (AL) - Centro Ambrosiano, ITL, Milano, 2004; Gianna Beretta Molla. Un cammino di santità. A cura del "Comitato Organizzatore per la Beatificazione di Gianna Beretta Molla". Centro Ambrosiano, ITL, Milano, 1994.
www.giannaberettamolla.org
www.amicidisantagianna.org


