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Amor conyugal y antiprocreación
El Papa Juan Pablo II propone a los esposos una “alianza con la Sabiduría Divina”


Por: R.P. Dr. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E. |




La doctrina expuesta por Pablo VI de modo preciso e inequívoco en la Encíclica Humanae vitae, largamente desarrollada y profundizada por Juan Pablo II en diversas circunstancias, ha suscitado entre los teólogos católicos y no católicos reacciones contradictorias. Entre los llamados teólogos contestatarios (como, por ejemplo, B. Häring, J. Fuchs, L. Janssens, Ch. Curran, M. Vidal, A. Hortelano, etc.) se evidenció, ya desde la publi-cación de la Humanae vitae, un enconado esfuerzo por demostrar la impracticabilidad de su enseñanza, su ineficacia pastoral, su contradicción intrínseca, su desconexión con el dominio racional de la naturaleza, su fisicismo o biologismo de base y, más radicalmente, la incompentencia del Magisterio eclesiástico sobre esta materia con la correlativa restricción de la misma al estrecho ámbito de la conciencia individual (entendida, a su vez, desde una perspectiva subjetivista y creadora2.

También hay que reconocer que desde de la publicación de la Encíclica sus enseñanzas han sido profundizadas y presentadas con claridad por el mismo Magisterio y por muchos pensadores que se han hecho eco de las fecundas líneas trazadas en ella (como los trabajos de E. Lio, W. May, M. Zalba, E. Sgreccia, C. Caffarra, etc.), clarificando de modo particular los elementos doctrinales que implican la competencia del Magisterio en este delicado ámbito, la vinculación del mismo con la ley natural, la auténtica naturaleza de la conciencia moral, la verdadera esencia del amor conyugal, etc.

La tarea está lejos de considerarse acabada. Puede y debe hacerse aún más: profundizando esta dimensión de la persona humana, y divulgando la auténtica doctrina de la Iglesia para que los fieles la conozcan y se compenetren con ella. Esto último me parece uno de los aspectos más urgentes del problema. En efecto, en general los fieles que gozan de una formación poco más que elemental agotan su conocimiento, en lo que respecta a la regulación de la natalidad, en el hecho de saber que la Iglesia no acepta el recurso a medios anticonceptivos artificiales, al tiempo que permite tan sólo (y por verdaderos motivos) el apelo a métodos naturales. Pero al mismo tiempo ignoran los profundos motivos de esta doctrina, el transfondo antropológico que supone una y otra serie de métodos, las dimensiones e implicaciones de la enseñanza magisterial, la totalidad de aquello que entra en juego (incluyendo la misma esencia del amor conyugal); es más, en muchos casos ni siquiera se comprende el contenido real y la última distinción de los términos “anticoncepción” y “método natural”.

Las distintas interpretaciones del amor conyugal

Amor conyugal y fecundidad

La anticoncepción: separación de los dos significados del acto conyugal

Mentalidad anticonceptiva y mentalidad abortista

Conclusión

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2Cf. Juan Pablo II, Discurso a los participantes en el IIº Congreso internacional de Teología Moral; en L´Osservatore Romano, 22/I/89.







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