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El ícono, esplendor de lo sagrado

La Madre del Verbo Encarnado es la que posibilita el ícono de Su Hijo
El instrumento por el cual el invisible se hace visible, el Inmenso se estrecha, no es otro que María


Por: P. Alfredo Sáenz S.J. De su libro: «El icono, esplendor de lo sagrado» | Fuente: iconos.verboencarnado.net



 

LA VIRGEN DEL SIGNO

“El Señor mismo os dará un signo: Mirad, una virgen concebirá y parirá un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel” (Is. 7,14)

 

El Kontakion del Triunfo de la Ortodoxia canta: “El Verbo ilimitable del Padre se ha hecho limitable encarnándose en ti, Madre de Dios”.



El instrumento por el cual el invisible se hace visible, el Inmenso se estrecha, no es otro que María. Es ella quien le dio la “abreviación” al Verbo. Lo dice admirablemente San Teodoro: “Si es ilimitado quien procede del Padre ilimitado, será por cierto limitado quien procede de una madre limitada… Cristo tiene las propiedades de uno y otro nacimiento, y así es ilimitado y limitado”. (1)

Nuestra Señora se coloca así en el nudo del gran misterio cristológico, constituyendo la respuesta viva a todo género de docetistas (2) iconómacos (3). Si el Verbo tomó carne de la Santísima virgen, afirma San Teodoro, entonces nadie podrá negar el derecho de representarlo en imagen de manera semejante a nosotros. Porque un hijo es siempre imagen de quien lo engendra, ni le falta nada de lo que está en la naturaleza de su madre. Pues bien, la madre de Cristo no fue una mujer etérea sino de carne y hueso. Por tanto si se le niega a Cristo la posibilidad de ser representado en un icono, se está afirmando implícitamente que su cuerpo no viene de María, sino de algún otro. ¿Será de algún ser celestial, como dice Valentino; o angélico, y por ende carente de cantidad? En ese caso Cristo no habría sido visto, ni tocado, ni hubiera podido morir, con lo que se viene  abajo la entera economía de la salvación. (4)

 

Ese enamorado de la Virgen que es San Teodoro se lo dice a ella en forma de poema:

“Das a luz divinamente, sin semen humano.



De ti como de nuevo cielo brota la luz,

gloria de los Querubines…

disipando la noche de los vetustos errores.

Abarcas en tus brazos, y llevas al icono

que con divina forma resplandece en tu imagen,

como Señor de todos e hijo tuyo verdadero…”

 

Y dirigiéndose a los iconómacos:

Cristo ha de ser pintado; no os equivoquéis, falaces;

no por cierto según la divinidad,

sino según apareció en carne mortal;

ya que debe ser conocido según una y otra naturaleza;

lo que tiene del padre no puede ser pintado,

lo que procede  de la madre puede serlo…

Algo le faltaría si no pudiese ser pintado”. (5)

Por algo María es llamada la Madre del amor hermoso, porque es la madre de las imágenes, la que “estrechando” en sus entrañas al Hijo eterno nos lo entregó en icono (imagen). La liturgia canta la gloria de Aquel que no cabiendo en todo el orbe se encerró en el seno de María, de “Aquel que, ilimitable en el seno del Padre, está ahora sentado, limitado, en tu seno, oh Purísisma, revestido de tu aspecto. (6)

Del seno del Padre al seno de María. Nada de extraño pues que los iconos de la Virgen que llevan en su seno a su divino Hijo (y son poquísimos los iconos marianos en que no está Jesús), sean a veces llamados “iconos de la Encarnación”.

 

[1] Cf. Antirrheticus III, I, 54: PG 99, 413.

[2] Los “docetistas” pretendían que Cristo no había asumido una carne verdadera, semejante a la nuestra, y por tanto sostenían que no había derecho a representar su imagen.

[3] RAE: Del lat. iconomăchus, y este del gr. εἰκονομάχος, combatidor de imágenes).

[4] Cf. Refutatio poem. Iconomach. 4: PG 99, 445.

[5] Ibid.: PG 99, 437-440.

[6]  Himno de la 7ª oda del canon tono 6, miércoles.







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