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La transmisión de la vida y los anticonceptivos
Objetivamente la anticoncepción es intrínsecamente un atentado al fin natural del acto sexual


Por: Antonio Rivero | Fuente: Catholic.net



Introducción

La vida humana es un bien, y el más alto. Es posible que algunas personas -alguna vez- consideren un mal, una desgracia haber nacido. Pero esto, o es un sentimiento pasajero, o se debe a enfermedad o es causado por la injusticia de los demás. En condiciones normales, la vida es considerada por todos como un bien, un hermoso bien.


Si se piensa un poco más, se advierte que la vida es además un don, un regalo. Nadie se da la vida a sí mismo. La vida de cada uno es un don que hicieron, conjuntamente, un hombre y una mujer, con la ayuda de Dios. Sin la generosidad del dar no habría vida.

I. El acto da la vida

La vida sólo se transmite de un modo: por la unión sexual del hombre y la mujer. Así como la acción del ver la hacen los ojos, sólo los órganos sexuales consiguen la maravilla de fecundar, sólo ellos producen la vida nueva.

El acto sexual no tiene historia; ha sido siempre el mismo desde que el hombre y la mujer hacen su aparición sobre la tierra. Y ya desde las pinturas rupestres la fecundidad tenía un significado profundo y religioso.

Si la vida sólo se transmite con el acto sexual, ha de decirse que el fin natural de la unión sexual es la procreación. Y de aquí se deriva, de una forma también inmediata, que el matrimonio es una institución natural: es la unión permanente de un hombre con una mujer para la procreación y para esa continuación de la procreación que es la educación de la prole.

II.Problemas éticos que se plantean en la transmisión de la vida

1.Poner el acto sexual, pero excluyendo la procreación: esterilización y anticoncepción.

2.Actuar directamente contra la vida ya transmitida: aborto.

3.Transmitir la vida de forma no natural: inseminación artificial y fecundación in vitro.

III. Esterilización

1.Concepto: es la intervención que suprime, en el hombre o en la mujer, la capacidad de procrear.

2.Clases de esterilización:

a) La esterilización terapéutica: es aquella irremediablemente exigida para la salud o la supervivencia de la persona.


b) La esterilización directa: es la que tiene como única e inmediata finalidad hacer imposible la generación. Hay diversas clases: i. Eugenésica, para mejora de la raza humana; ii. La hedonista, con el fin de tener relaciones sexuales sin posibilidad de embarazo; iii. La demográfica, para impedir o limitar el crecimiento de la población; iv. La punitiva, como castigo de determinados delitos sexuales.

3. Juicio ético:

a) La esterilización terapeútica es exigida para salvar la vida o la salud de la persona. Siendo los órganos sexuales parte del todo, la intervención es lícita en bien de ese todo (la vida humana), con tal de que se den las siguientes condiciones:

*Que la enfermedad sea grave, de modo que justifique el mal evidente de la esterilización;

*Que la esterilización sea el único remedio para recobrar la salud o salvar la vida. Esto puede deberse al hecho de que los órganos sexuales estén enfermos o de que, estando sanos, con su funcionamiento hormonal, dañen o influyan causalmente en la salud del resto del cuerpo.

*Que la intención sea la de curar y no la de esterilizar. La esterilización se presenta así como un remedio imprescindible, pero no directamente querido.

b)La esterilización directa es ilícita:

*La esterilización punitiva, así como la eugenésica y demográfica, son un atentado al derecho natural de todo hombre a disponer, con libertad, de su capacidad procreadora, así como el derecho a la integridad física;

*La esterilización hedonista son ilícitas porque van contra el uso natural de la capacidad sexual: la procreación.

IV.Anticoncepción

1. Concepto: cualquier modificación introducida en el acto sexual, con objeto de impedir la fecundación. Se puede pretender de diversos modos:


La esterilización perpetua o temporal, ya tratada;
La interrupción del acto sexual,
La utilización de dispositivos mecánicos, que suelen impedir la fecundación, y en algunos casos impiden la implantación en el útero del óvula ya fecundado, y ya serían abortivos.
La utilización de productos farmacológicos (píldoras); unos son anovulatorios, es decir, inhiben la ovulación y, por tanto, la posibilidad de fecundación (preservativos, capuchón cervical, duchas vaginales, Nort Plant, pastillas anticonceptivas); otros son claramente abortivos, porque actúan después de la concepción, impidiendo la implantación del óvula fecundado (DIU, hormonales e inyecciones, la pastilla del día siguiente RU 486).

2. Juicio ético:

Hoy se intenta justificar los medios anticonceptivos por razones demográficas, por razones económico-sociales, por razones médicas (peligro de un nuevo embarazo para la salud física o psíquica de la madre).

Diremos con la Iglesia: Cualquier actuación -por los medios que sean- encaminada a impedir el resultado normal y probable del acto sexual (la fecundación) es antinatural, pues supone un desorden y un abuso, por parte del hombre, del dominio que tiene sobre su cuerpo. Y si es abortivo, se produce un crimen. No podemos reducir al hombre a animal que disfruta. Los anticonceptivos son rechazables por sí mismos, puesto que se utilizan como fin o como medio para hacer imposible la procreación, violentan y alteran el orden natural querido por Dios, impreso en la naturaleza humana y presente en el ejercicio de la sexualidad, rectamente entendida.

Este juicio tajante en algunos casos puede tener en cuenta la existencia de circunstancias atenuantes o excusantes de la culpabilidad: ignorancia invencible, miedo grave, violencia, falta de consentimiento o de libertad. Sin embargo, en sí, es decir, objetivamente la anticoncepción es intrínsecamente un atentado al fin natural del acto sexual.

La Iglesia no rechaza estos métodos artificiales por ser nocivos a la salud, sino por ser una agresión al orden moral. Son antinaturales, desvirtúan las funciones normales del sexo y los designios de Dios, cuyas leyes sagradas puso en el organismo de la mujer. Además estos métodos engendran una actitud facilista y egoísta, que abrirá el camino a la infidelidad y a la degradación moral. La mujer es la más perjudicada. Hay descontrol sexual. Fomentan la falta de dominio de los impulsos más primarios.


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