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Ha llegado el momento de pedirnos perdón por estar divididos
Visita del Papa Francisco y diálogo con la comunidad evangélica luterana de Roma. 15 de noviembre de 2015


Por: Domenico Agasso jr | Fuente: vaticaninsider.lastampa.it



«Hoy lo vemos, el drama: París; he aquí, en París el corazón estaba cerrado, y también el nombre de Dios es usado para cerrar los corazones». Lo afirmó Papa Francisco esta tarde durante su visita a la comunidad evangélica de Roma, en la Christuskirche (Iglesia de Cristo que se encuentra en la Vía Sicilia), en ocasión del V centenario del nacimiento de Martín Lutero, respondiendo a una serie de preguntas. Reflexionando sobre el ecumenismo, la caridad, la asistencia, los prófugos, el Papa también exhortó a no construir muros, sino a rezar para servir.

El Papa fue recibido, entre el calor y el aplauso de los presentes, por el pastor Jeans Martin Kruse.

«No construir puentes. Hablar claro, rezar y servir»

Después de los atentados en París, ¿qué hay que hacer? Hay que «hablar claro, rezar y servir». El Pontífice evocó con estas palabras la tragedia de los ataques terroristas en la conversación espontánea con los fieles de la Iglesia luterana de Roma, respondiendo a una mujer que le preguntó qué se podía hacer para evitar que las personas no se resignen a la miseria y no construyan nuevos muros. «El hombre -subrayó- desde el primer momento, si leemos las Escrituras es un gran constructor de muros, desde las primeras páginas del Génesis, vemos esto». Según el Papa, «hay una fantasía detrás de los muros humanos: volverse como Dios. La Torre de Babel es justamente la actitud de decir: ‘Nosotros somos los potentes, ustedes van afuera’. Existe la soberbia del poder en la actitud propuesta en las primeras páginas del Génesis, para excluir se va en esta línea».

Papa Bergoglio añadió: «el egoísmo humano quiere defenderse, defender el propio poder. Pero en ese defenderse se aleja de la fuente de la riqueza. Los muros al final son como un suicidio, te encierran. Es algo feo tener un corazón cerrado, y hoy lo vemos».

«El muro es el monumento a la exclusión —explicó. ¿Saben cómo evitar los muros? Hay que hablar claro, rezar y servir. Sean los últimos, laven los pies, presten servicio a los hermanos y a las hermanas, a los más necesitados».



«¿Qué me gusta más de ser Papa? Hacer el párroco?»

«Lo que más me gusta» de ser Papa es «hacer el párroco», pero también «estar con los niños, hablar con ellos, porque se aprende mucho de ellos». Así Papa Francisco respondió a la pregunta de un niño de 9 años: «¿Qué es lo que más te gusta de ser Papa?».

«La respuesta es simple —dijo Jorge Mario Bergoglio—, si yo te pregunto qué es lo que más te gusta de una comida, tú me respondes: ‘El postre’. Pero en realidad hay que comer todo lo de la comida. A mí ni me gusta mucho el trabajo de oficina, pero tengo que hacerlo». Pero, «lo que más me gusta es hacer el párroco, y cuando era rector de la facultad de Teología, había una parroquia al lado de la facultad de la que era párroco: me gustaba mucho enseñar el catecismo a lo niños y el domingo hacer la misa para los niños, había 250 niños y era difícil que todos estuvieran callados, pero el diálogo con ellos me gustaba mucho, porque los niños son concretos, no hacen preguntas teóricas».

«Hacer el Papa con el estilo del párroco, del pastor. Me siento bien cuando visito a los enfermos, cuando hablo con las personas que están desesperadas, tristes, y adoro ir a la cárcel. ¡Pero no es que me meten a la cárcel, ¿eh?!», bromeó Francisco. «Cada vez que entro a una cárcel me pregunto: ‘¿Por qué los y yo no?’, y siento la cercanía de Jesucristo, porque él es quien me salvó, yo ya no soy un pecador por él, él me tomó por la mano». «Si un Papa no hace el párroco, el obispo, el pastor, será una persona importante, inteligente, tendrá una influencia en la sociedad, pero —concluyó— en su corazón creo que no será feliz».

A los luteranos: ha llegado el momento de «pedirnos perdón»

Reflexionando sobre la relación entre los católicos y los luteranos, en la homilía que basó sobre la lectura del Evangelio según san Mateo (25, 31-46), dijo: «Ha habido tiempos feos entre nosotros, los católicos y luteranos. Piensen en la persecución entre nosotros con el mismo bautismo. Debemos pedirnos perdón por esto, perdón por el escándalo de la división».



En su predicación, reveló: «En el día del Juicio no se te pedirá si fuiste a misa, sino si tu vida la usaste para hacer muros o para servir. Todos nosotros, los bautizados, luteranos o católicos, estamos en esta decisión: el servicio, ser siervo». Y Francisco se preguntó: «¿Pero, nosotros luteranos o católicos, de qué parte estamos, a la derecha o a la izquierda? Pero ha habido tiempos feos entre nosotros, eh —recordó—; las persecuciones entre nosotros, con el mismo bautismo… hasta nos quemamos vivos… debemos pedirnos perdón por ese escándalo de la división, perdón, todos, luteranos con católicos».

Cuando «compartimos la cena con el Señor —observó—, recordamos e imitamos al Señor Jesús. La cena del Señor se dará. El banquete final de la nueva Jerusalén. Me pregunto: ¿compartir la cerna del Señor es el fin de un camino o el vitalicio para caminar juntos?. En cierto sentido, compartir es decir que no hay diferencias entre nosotros, que tenemos la misma doctrina. Me pregunto: ¿Pero, no tenemos el mismo bautismo?. Y si sí, tenemos que caminar juntos».







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