Menu


La santidad y el progreso espiritual en la vida consagrada
Dios quiere que yo no deje de subir la escalera del amor a la perfección.


Por: Escuela de la Fe | Fuente: Catholic.net



1.1 La santidad en la vida consagrada

La llamada universal a la santidad encuentra en la vida consagrada un lugar privilegiado. “La voluntad de Dios es nuestra santificación” (I Ts 4,3). “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48). Como religiosas la primera responsabilidad es la de ser santos siguiendo a Jesús de cerca. Dios nos pide ser santos en nuestros pensamientos, en las palabras, en los gestos, en la obras, pues por el Bautismo todos fuimos incorporados a la vida de Cristo.

En la exhortación apostólica Vita consecrata No 35, encontramos:

“Los santos y las santas siempre han dado origen a la renovación de la vida de la Iglesia durante los momentos de crisis de ésta. Hoy se necesitan santos más que nunca. Los institutos de vida consagrada deben ser conscientes de esta necesidad y exhortar a sus miembros a la santidad. Para llevar a cabo con fidelidad la misión propia del instituto”

Podríamos decir que a una religiosa a la que le falta la vida espiritual, le falta todo. Todo le falta a la religiosa que busca la santidad.

“Oh prodigio, estoy atento a tu voz y lleno de respeto hacia mí mismo y de temor como delante de tí mismo, me invade la timidez, no sé dónde sentarme a dónde acercarme, dónde descansar estos miembros míos que te pertenecen, en qué obras y en qué iniciativas emplear estas sorprendentes maravillas divinas” (Simeón el teólogo)

Qué importante es renovar esta convicción: Dios me quiere una persona santa. Dios quiere que yo no deje de subir la escalera del amor a la perfección. Qué importante es para vosotras queridas hermanas esta profunda convicción: “He consagrado mi vida al Señor” “Mi dulce amor, Tú me conoces y sabes lo que ncesito de Tí, dime lo qué quieres de mí pues en cierto sentido no me pertenezco ya a mí misma” “Vuestra vida está escondida en Cristo Jesús” (Colosenses 3,3.)



Aspectos de la santidad

Ser santos es vivir en comunión con Dios Padre, mediante Cristo en el Espíritu Santo, llegando a ser tabernáculos de la Trinidad. Es renovar el amor de esposa de Cristo, renovando así el primer momento de la llamada:

Señor, Tú me has seducido y yo me dejé seducir Jer 20.1
Escucha, hija, mira inclina tu oído.
Olvida tu pueblo y la casa de tu padre;
que al rey le gustará tu belleza.
Él es tu Señor, póstrate ante él
Salmo 45 11-12


Ser santa implica ser una mujer de oración Debo ser una persona que considera todas las cosas a la luz de Dios, quien todo lo consulata con Él. Claro que la santidad viene de Dios y a Él hay que pedírsela.

Ser santa implica ser una religiosa de Eucaristía


Ser santa implica no discutir con Dios el gran don que ha querido regalar a mi alma. Toda vocación cristiana es una elevación de la persona: vosotras estáis llamadas a construir con Cristo la obra divina. No debéis reducir vuestras ambiciones porque fueron puestas allí por el Señor.

Ser santa es comenzar todos los días como el primer día, a pesar de las dificultades, a pesar de las derrotas, sufrumientos y fracasos.

Ser santa es renovarse cada día porque cargamos con el hombre viejo y tenemos necesidad de convertirnos cada día. “No queremos ver a nuestro amor envejecer, sino ser siempre nuevas en nuestro compromiso con Cristo”.


1.2 El papel de la superiora en el camino de la santidad: Debéis conducir a vuestras hermanas hacia la santidad y la perfección.


Tenéis una tarea especial: formar a vuestras hermanas. La renovación espiritual de vuestro instituto, depende de la formación de las religiosas y en ello la formación religiosa tiene mucha importancia. Cada día te tienes que hacer esta pregunta: ¿He hecho todo lo que estaba a mi alcance para formar a estas religiosas? ¿He contribuído para que ellas tengan cada vez más una identidad más profunda? ¿Hoy he dicho con sinceridad: ya no cuento yo sino Cristo, que vive en mí?


Vuestras hermanas necesitan una guía espirtual en el canmino de la vocación. El proceso de formación en la vida consagrada es parecideo al del crecimiento de una plantita. Crece poco a poco y tiene necesidad de una buena tierra, de sol, de agua... finalmente viene el fruto. La plantita necesita todo. Debéis dar a vuestras hermanas un cultivo particular a cada una. A veces suponemos que porque Dios las ha llamado ya está todo solucionado y nos olvidamos de que la formación espiritual se realiza poco a poco. De alguna manera debéis realizar una multifunción, debéis ser:

- la estabilidad, fortaleza y bondad del Padre
- la ternura de la madre
- la firmeza y sabiduría del maestro
- el conocimiento del médico
- la simpatía y cercanía de la hermana
- la atención y el trabajo del guardián...

Debéis amar a las almas que Dios os ha confiado con un amor universal.


Debeis animarlas en el camino de la santidad y de la conversión. Desde el noviciado, en que se dan los primeros pasos de la vida religiosa, se debe poner especial empeño en enseñarles la vida de oración, la relación con Dios, etc. Esto debe nacer como convicción, no como una cosa impuesta. Debéis infundir en sus corazones un gran amor por Cristo y la perfección. Darles alas para volar hacia la santidad. Pero al mismo tiempo, guiar en ese camino, formando los hábitos, estando atentos a las pasiones desordenadas, a las manifestaciones de soberbia, de vanidad, de sensualidad, etc. “Suave en la forma, firme en el fondo”. Respetando la persona, debéis corregir con caridad, pero con precisión los defectos, pues tenéis delante un gran tesoro que pertenece a Dios.


Es impotante gobernar a vuestras hermanas como a Hijas de Dios: Con respeto a sus personas, estimulando la sumisión oblativa y la iniciativa personal. Una persona que se da cuenta de que su directora la ama y de que busca sólo su bien, estará dispuesta a cualquier cosa. Sna Ambrosio dice que lo que más estimula el deseo de aprender, es la nobleza del profesor. Por ello conviene ser firmes pero con la conciencia clara de hacer el bien a los que nos rodean.

La formación de hábitos de vida consagrada deben ser interiorizados. Es posible que una religiosa viva en un centro de formación y se comporte muy bien: sea puntual, fervorosa, disciplinada... pero, una vez concluido el período de formación y colocada en el apostolado, encontramos que su fisonomía religiosa parece que se viene abajo: no reza, falla en la vida de comunidad, en la discipina... ¿Qué sucedió? Esta hermana vivía del ambiente pero le faltaba convicción personal.



1.3 La vida religiosa como un camino de contínuo crecimiento y progreso espiritual


El vivo deseo de crecer en la vida religiosa. Dice San Gregorio de Nisa: “La perfección cristiana sólo tiene un límite: y éste es el de no tener límites. Quien sube no termina nunca de comenzar, no cesa de buscar lo que ya conoce” Es impotante subrayar que la delicadeza en el amor a Cristo no está reservada sólo para los años de noviciado. La formación no ternima nunca. Debemos siempre renovar el amor en el corazón, renovar ideas, somos siempre novicias. Nunca hay que decir “son cosas de novicias”, pues cuando lleguemos a decir eso, significa que nuestro amor se habrá enfriado.



1.4. Consagración e identidad de la person consagrada

a) Consagración.


Hay un texto muy bello de lo que significa la consagración:

¿Qué es consagrarse?, no puedo responder sin equivocarme. Sólo puedo decir que la consagración abraza toda la persona. Es más que donarse y que sacrificarse, es no cuidarse de uno mismo sino de Dios y de las cosas que le interesan a Él. Es abandonarse en las manos de Dios y mirar sólo hacia Él. Consagrarse es no buscarse a sí misma sino sólo a Dios. Consagrarse es vivir con un espíritu de generosidad.

Alguna puede pensar que esto es muy difícil. No hay cosa más fácil y dulce de practicar. Todo consiste en decir con toda la sinceridad del alma: Dios mio, quiero ser toda tuya. Dígnate aceptar mi ofrenda. Hay que recordar que somos personas consagradas, algo sagrado.

Ruego al Señor que le dé a todas las personas deseosas de agradar a Dios, el entendimiento de estas cosas, para que vean lo simple que es estar cerca de Dios. Que puedan entender qué dulce, qué pacífico es no ahorrarse nada para estar con Dios. Haced la prueba y encontraréis el paraíso aquí en la tierra.

Sor Teresa Couderc
Folliet Joseph, He encontrado a Dios


b) La consagración como una vida plenamente realizada

No se puede valorar suficientemente el valor de una mujer, pero el verdadero criterio para valorarla es la victoria de Dios en su humanidad. Es decir la conformidad con el ideal propuesto por Cristo. Los votos son el mejor instrumento para esta configuración, porque mediante ellos, la mujer consagrada puede unirse a Dios e imitar totalmente a Cristo. En la vida consagrada la mujer realiza plenamente su capacidad de amar y ser amada sin reserva. Luego, la vida consagrada es un misterio vivido en un amor sin condiciones, de predilección y de donación de parte de Criso y al mismo tiempo, un campo fecundo para la propia realización personal. Es una vida de realización porque incluye tres elementos: El amor, el gozo y la fecundidad.

- La pobreza como fuente de seguridad y de donación

En este contexto la pobreza libera de la carrera sin ton ni son hacia el lucro, que acaba con personas y sociedades. La religiosa busca sólo a Dios y en Él encuentra todo lo que necesita de paz y de seguridad. La persona pobre es la que tiene su tesoro en el cielo, aquella que se ha convertido en don para los demás. Entonces, rico es quien verdaderamente no se posee a sí mismo, sino quien ama más y da más.

- La castidad como triunfo de la caridad

La castidad dignifica todo encuentro humano porque es oblativa y esta capacidad oblativa educa los afectos y desarrolla los principales aspectos de la personalidad, actuando con amor desinteresado, hace heróica la donación, libera el corazón de cualquier apego egoísta.

- La obediencia como creatividad

La obediencia libera a la persona, la hace madurar la hace superar todo infantilismo y la empuja hacia la iniciativa. Hace a la persona meritoria y la libera de todo capricho, le da gozo y entusiasmo.


"¿Qué opina Usted de este artículo? Comparta su opinión con nosotras y participe en nuestros foros de discusión":Foros exclusivos para Religiosas en Catholic.net










Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |