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Comprendí que por medio de sus palabras Jesús nos alertaba sobre la tentación y el pecado.

LA CASA BARRIDA Y ORDENADA
Juan 11, 24: 26 Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no hallándolo, dice, volveré a mi casa de dónde salí. Y cuando llega, la halla barrida y adornada. Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.”


Por: Lucia Suberviola | Fuente: Evangelizadores en las redes



Recuerdo muy vivamente mi asombro y admiración cuando iba leyendo o escuchando los Evangelios una vez volví a la Iglesia. La lectura de Juan 11, 24:26 me impresionó mucho. Me llevó bastante tiempo entenderlo. Recuerdo que, pasados unos meses de haber tenido el primer contacto con esa lectura, mi director espiritual me avisó y me dijo, oye, cuidado que a ver si te pasa lo de la casa bien barrida y adornada. Me acordé al momento de esa lectura y me quedé aterrada, imaginándome el espanto de siete demonios de vuelta a mi vida.

Luego comprendí que por medio de sus palabras Jesús nos alertaba sobre la tentación y el pecado.

Por lo tanto, a mi entender, pueden pasarle dos cosas al espíritu inmundo que por la Gracia ha salido de nuestra alma.

La primera es que sucumbamos a la tentación y lo volvamos a dejar entrar. Entonces Jesús dice que el espíritu inmundo viene con otros espíritus de pecado peores aún. Estad seguros además de que el demonio usará nuestra alma pecadora para colonizar otras, pues cuando actuamos por y en el pecado, hacemos caer a nuestro prójimo en la cadena de pecado. Con nuestra colaboración el demonio se ahorra mucho trabajo.

Lo segundo que puede pasar es que, expulsado de nuestra alma por la Gracia, no encuentre en quién más entrar, ni a quien más tentar con éxito, porque a veces tiene la mala suerte de que la persona de donde fue echado por medio de los sacramentos y quedó por tanto en Gracia vive rodeada de otras personas que están también en estado de Gracia, que rezan, que se esfuerzan, que recurren a los sacramentos, que invocan a la Virgen, que rezan unos por otros, y ahí se queda, desesperado, en seco, fuera del alma fresca y jugosa en la que vivía. Anda errante.



¿Y se rinde entonces? El demonio nunca se rinde. Pasa pues que, estando fuera del lugar jugoso del que ha sido sacado, se pone a mirar a aquel de quien fue expulsado. ¿Por qué? ¿Si ya no tiene cabida en esa alma que ha quedado limpia y en la Gracia de Dios?

Espera a que la casa esté barrida y adornada, porque sabe perfectamente que en las cosas que creemos terminadas está nuestro relajo y en nuestro relajo nuestro descuido, y ese descuido es la ocasión perfecta para él.

Casi todos sabemos cuánto cuesta mantener limpia una casa. Quitar el polvo, barrer el piso, fregar y recoger es cosa de día a día. Es una gran labor de intendencia la que deben desplegar quienes se ocupan de una casa.

Pues Jesús nos dice: ojo, que llega un día en que tenéis la casa barrida porque fuisteis a confesar, y además adornada, porque la Gracia entró en ella…y os relajáis.

Pongamos pues nuestra atención en el examen de conciencia que es el primer paso para mantener limpia nuestra alma. Hemos de estar vigilantes y cuidarla. Nada hay más jugoso para el demonio que un alma que ha alcanzado ciertas gracias y está reposando en ellas, sin hacer demasiado trabajo de repaso espiritual y más aún si esto le hace abandonar un poco la oración y otros sanos hábitos.



El demonio nos gana por la desidia. Nos gana por los pecados pequeños. Por esos pecados veniales que son como una bola de nieve que va creciendo muy arrastrada y muy negra. Es ahí que viene con otros siete demonios, más peligrosos, por sigilosos, y se mete en esa alma nuestra que ha caído en la tibieza.

El examen de conciencia es la atalaya desde la que observar qué enemigos se van acercando a nuestra alma.

Con el examen de conciencia vamos descubriendo no sólo los grandes pecados, sino también los pequeños por los que podemos estar dejando nuestra alma expuesta a peligros siete veces más grandes.

Por lo tanto, si es posible dedique unos minutos cada noche a hacer examen de conciencia. Si le cuesta, dedique un tiempo una vez a la semana o una vez cada mes. Pero nunca deje de estar vigilante del estado de su alma.

Encomendemos a Nuestra Madre María Santísima el amor y la dedicación por el cuidado de nuestra alma, camino seguro de permanecer en la Gracia de Nuestro Señor Jesucristo.







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