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Reflexión del evangelio de la misa del Martes 28 de Marzo de 2017

Al momento el hombre quedó curado
Pues a nosotros que estamos desilusionados hoy se acerca Jesús y nos pregunta si de verdad queremos curarnos. ¿Qué le respondemos? ¿Estamos dispuestos a arrastrarnos nuevamente para alcanzar las aguas de la salvación?


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo Coadjutor de la Diócesis de San Cristobal de las Casas |



Ezequiel 47,1-9.12: “Vi salir agua del templo: era un agua que daba vida y fertilidad”
Salmo 45: “Con nosotros está Dios, el Señor”
San Juan 5,1-3.5-16: “Al momento el hombre quedó curado”

 


Después de haber escuchado atentamente este evangelio me gustaría que tomáramos el lugar de aquel paralítico a la orilla de la piscina. Esperar pacientemente una y otra vez que el agua se agite y después luchar contra todos con tal de alcanzar la salud. Intentar arrastrarse una y otra vez, pero siempre alguien ya ha alcanzado el agua antes que nosotros. Y así un día y otro día, una semana y otra semana, hasta tener años de intentarlo y terminar por perder toda esperanza. Son muchas las reflexiones que se me vienen a la mente pero quisiera acentuar dos rasgos que nos puede inspirar este pasaje. Mirémonos a nosotros mismos en el camino de nuestra vida y descubramos cómo a fuerza de fracasos hemos perdido el ímpetu para intentar alcanzar la salud para nosotros o para nuestro pueblo. Nos sentimos inválidos, paralizados, sin ánimo para el trabajo solidario, para el esfuerzo, para el verdadero amor. Tantas veces hemos fracasado por culpa nuestra o por culpa de las circunstancias,  que ahora ya hemos perdido la ilusión. Dejamos que las cosas sucedan sin que nos cause sorpresa. Hemos perdido la esperanza. Pues a nosotros que estamos desilusionados hoy se acerca Jesús y nos pregunta si de verdad queremos curarnos. ¿Qué le respondemos? ¿Estamos dispuestos a arrastrarnos nuevamente para alcanzar las aguas de la salvación? Sólo cuando reconocemos que no tenemos a nadie, que nos hemos quedado impotentes, que nos ponemos en sus manos, que confiamos en su amor y su misericordia, empezaremos a vislumbrar la posibilidad de la salud. Hoy también a nosotros Jesús nos lanza el reto: “Levántate, toma tu camilla y anda”. No podemos quedarnos sin ilusiones, tendremos que arriesgarnos a ponernos de pié e iniciar nuestro camino. Tenemos que despertar nuestra fe y nuestra esperanza. Pero también hay otro aspecto que me cuestiona este pasaje. Cuando va de por medio la salud o bienestar personal, no tomamos en cuenta a quien más lo necesita. Lo vemos en nuestras aglomeraciones, en las filas, en los servicios, luchamos por ser los primeros, no importa si dejamos a un lado a los otros. Que este día, junto con Jesús, también descubramos quién se queda atrás en nuestro grupo, a quién dejamos sin participar en la familia, quién está padeciendo más necesidad. Sabernos en las manos de Jesús despierta nuestra esperanza, pero también debe despertar nuestra solidaridad.

 







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