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Reflexión del evangelio de la misa del Martes 23 de Mayo de 2017

Si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito
La venida del Espíritu Santo nos ayudará con su luz a distinguir claramente estas culturas que se oponen: la vida de Dios no puede ser vencida por la cultura de la muerte.


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |



Hechos 16,22-34: “Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia”
Salmo 137: “Señor, tu amor perdura eternamente. Aleluya”
San Juan 16,5-11: “Si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito”

 

Las despedidas siempre nos producen tristeza, dolor, aunque sepamos que quien parte va en busca de un bien mayor o que su partida nos puede acarrear algún bien. Al despedirse Jesús de sus discípulos, obviamente se llenan de tristeza y no entienden que pueda abandonarlos. Las palabras de consuelo de Jesús le llevan a asegurar la presencia del Paráclito, el defensor, a quien muestra como quien viene a sostener a los discípulos, a esclarecer lo que han aprendido y a fortalecerlos en el seguimiento.

Jesús no abandona a sus discípulos, ni tampoco nos abandona a nosotros. Al contrario nos da una presencia y una luz que nos ayudarán a caminar con mayor seguridad. El Espíritu Santo es esa luz. Claro que algunos tenemos miedo porque ante la claridad que aporta una luz aparecen las deficiencias y los pecados. Por eso también Jesús nos dice que cuando el Espíritu venga con su luz nos hará reconocer la culpa, y lo precisa en tres aspectos muy concretos: Primero en materia de pecado. Quien no reconoce a Jesús y su verdad está cometiendo un pecado. Quien no acepta sus mandamientos y su proyecto está cometiendo un pecado. Segundo en materia de justicia: Él ha venido del Padre y va al Padre.

Quien no reconoce la misión de Jesús que es darnos a conocer al Padre, quien desconoce a Dios como su Padre y quien niega a los hombres como sus hermanos está cometiendo una injusticia y estorba a la misión de Jesús. Tercero en materia de juicio porque el príncipe de este mundo ya está condenado. Un juicio donde se da a conocer quien es el verdadero Señor del universo y que descubre las artimañas del mal que engaña a los hombres. No puede prevalecer una cultura de muerte. La venida del Espíritu Santo nos ayudará con su luz a distinguir claramente estas culturas que se oponen: la vida de Dios no puede ser vencida por la cultura de la muerte. Pero también el Espíritu nos hará ver claramente cuál es nuestra postura ante la vida y nos descubrirá cómo es nuestro actuar. Dejémonos iluminar por este Espíritu.



 

 







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