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El perfil humano del Catequista
El catequista debe reflejar la alegría de saberse amado de Dios y hacérselo sentir a sus educandos


Por: Esperanza Hernandez | Fuente: Tiempos de Fe, Anio 5, No. 26, Marzo - Abril 2003



Hace ya algunos años me jubilé en mi trabajo, y parte por ocupar mi tiempo y parte porque me gusta la cercanía con los niños, me presenté a mi parroquia ofreciéndome como catequista de infantes.

- ¿Cuál es su preparación catequética? Me preguntó muy amablemente el párroco.

Titubeé; realmente no sabía que para ser catequista se necesitara preparación. Si mal no recordaba, el requerimiento para hacer la Primera Comunión, era aprenderse de "memoria" preguntas y respuestas de un folletito, que yo estaba dispuesta a hacerlo aprender también.

- Sé rezar, contesté algo turbada.

- Y ¡tengo buena voluntad! agregué algo más animada; además, aprendí de memoria el catecismo de Ripalda.



- No es suficiente, intervino el sacerdote con su habitual amabilidad.

- ¿Qué le parece si se prepara tomando clases y cursos para capacitarse como
catequista? La parroquia puede ayudarla.

¿Así que la buena voluntad no es suficiente?

Por experiencia personal, ahora entiendo que no lo es. Entre los muchos elementos que contribuyen a la capacitación de un catequista eficaz se necesita también una formación humana integral, es decir, una formación que abarque todas las capacidades y las potencialidades de la persona en forma equilibrada.

Al hablar de equilibrio se hace hincapié en el desarrollo de todos los valores que le son propios al ser humano: valores físicos, valores psíquicos, valores culturales, valores estéticos, valores sociales, valores personales, valores religiosos y espirituales.



Sabemos que el valor es un bien pero que aún el bien debe estar jerarquizado, puesto que hay valores que tienen más preponderancia que otros. Un catequista que estima más el arte que la fe, se inclinará por el primero, en detrimento de la segunda. Por tanto, el catequista debe trabajar tanto en la cantidad corno en la calidad de valores, sin perder de vista su jerarquía. Si el catequista se esfuerza en la adquisición de valores, será una mejor persona y por lo mismo, será mejor catequista.

Principios

En la toma de decisiones, el buen catequista no debe dejarse guiar por emociones, impulsos o por gustos, sino por principios que son leyes que van a conducir sus actividades.

Hábitos

Los hábitos facilitan y realzan la labor del catequista. Buenos hábitos de orden, de aseo tanto personales como en los materiales que usa y el espacio que ocupa; no se diga el hábito de la puntualidad y de la responsabilidad. Estos hábitos que saltan a la vista estimulan de manera sensible al educando por imitación.

Trato Social

El trato social en el catequista es básico. Deberá atender a quienes lo rodean, con gentileza, con educación, con una cordialidad solícita. Su trato debe ser a la vez que agradable y respetuoso, edificante y abierto. ¿Qué dirían los alumnos que oyen hablar a su catequista de la dulzura de Jesús, si el educador se muestra, agrio, cortante, sombrío? ¿Cómo entender el amor de Dios, si el catequista que lo está promulgando se muestra, impaciente, irónico y pierde el control a cada paso? El catequista debe reflejar la alegría de saberse amado de Dios y hacérselo sentir a sus educandos.







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