Menu


Señor, si quieres, puedes curarme
Cristo hoy nos enseña que a cada quien debemos restituirle su dignidad y su lugar en nuestra comunidad


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |



 

Los Primeros Mártires de la Iglesia Romana


Génesis 17, 1. 9-10. 15-22: “Todos sus hijos varones serán circuncidados, como señal de la alianza. Sara te dará un hijo”

Salmo 127: “Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos”

San Mateo 8, 1-4: “Señor, si quieres, puedes curarme”



 

El salmo que recitamos este día debemos meditarlo con mucha calma y dejar que poco a poco penetre en nuestro corazón: “Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos”. La dicha que promete el salmo es la misma que ofrece Jesús a todos sus discípulos y a quienes buscan el Reino, a quienes son capaces de entusiasmarse por la locura del amor, del compartir, del vivir todos como hermanos sin distinciones ni discriminaciones. No podemos dejar de notar que tanto al iniciar el sermón de la montaña como al terminarlo, san Mateo haga resaltar que “una gran multitud” lo iba siguiendo. Son las “multitudes”, las masas, los sencillos, los pequeños, los ignorantes, juntamente con sus apóstoles y discípulos, los que siguen y buscan a Jesús, embelesados por su persona, sus palabras y  sus acciones. Y como ahora se trata de hacer ver que las bienaventuranzas se hacen realidad, que el pobre puede ser feliz, nos presenta la curación de un leproso.

 

Excluido por enfermedad y por ley de la sociedad, marginado de la comunidad que debería protegerlo, se le considera no sólo peligroso para la salud sino contaminado e impuro. Jesús transforma la situación: se acerca a él, lo toca y le dice que quiere que quede curado. Así Jesús no solamente lo cura físicamente sino que lo “purifica” y lo reintegra a la comunidad, por eso lo envía a presentarse delante de los sacerdotes.

 



Nuestra sociedad, aún en este mundo tan plural o quizás precisamente por eso, tiene muchas discriminaciones y condenas, a veces por enfermedades, como  el sida; a veces por preferencias; a veces por situaciones económicas; por diferencias culturales o étnicas… pero se separa y se margina al hermano. Aún en los mismos grupos pequeños y hasta en las familias, encontramos graves diferencias: aquel porque es pequeño, a éste porque es menos inteligente, a aquella porque es mujer. Cristo hoy nos enseña que a cada quien debemos restituirle su dignidad y su lugar en nuestra comunidad. ¿Qué formas de discriminación tenemos entre nosotros? ¿Qué podemos hacer para superarlas? ¿En qué ponemos nuestra felicidad y en qué la hace consistir Jesús?







Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |