Menu



Reflexión del evangelio de la misa del Martes 31 de Octubre de 2017

Creció la semilla y se convirtió en un arbusto
Un evagelio que nos anima hoy a tener esperanza


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |



Romanos 8, 18-25: “Toda la creación espera la revelación de la gloria de Dios”

Salmo 125: “Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor”

San Lucas 13, 18-21: “Creció la semilla y se convirtió en un arbusto”

 

Hay situaciones que quizás a muchos les parezcan normales, pero que nos hieren y lastiman. A las orillas de todas nuestras ciudades, y aun en las orillas de pequeñas poblaciones, se van extendiendo los “signos de la civilización”: grandes basureros que ahogan la naturaleza y que contaminan el ambiente.



En algunas partes tratan de esconderlos un poco, pero sus atroces consecuencias se perciben no sólo en los fétidos olores, sino también en la destrucción que hacen en su entorno. ¿No seremos los humanos capaces de convivir en recto respeto con la naturaleza? Desde las graves emisiones de las grandes fábricas, la contaminación de los vehículos, las enormes cantidades de plásticos, disolventes y ácido que queman literalmente nuestra madre tierra, todos participamos en esta irresponsable destrucción.

Quizás San Pablo nunca imaginó esta horrible destrucción, sin embargo lanza una prevención a los Romanos diciéndoles que “la naturaleza está sometida ahora al desorden, no por su querer” y más adelante afirma que la creación gime con fuertes dolores. Estamos destruyendo la naturaleza, pero nos alienta a que todavía tengamos esperanza y que vivamos como verdaderos hijos de Dios. Me gusta esta forma de hablar de Pablo que denuncia fuertemente pero que al mismo tiempo nos abre al camino de la esperanza. Las pequeñas acciones de respeto a la naturaleza, el cuidado que muchos hacen del agua, de las fuentes de energía, de respeto a la vida en cualquiera de sus formas, son señales de que hay quien aun tiene esperanza.

El mismo Evangelio también nos anima a que tengamos esperanza: la insignificante semilla de mostaza se transforma en señal de lo que será el Reino de los cielos; la olvidada labor de una mujer que mezcla la levadura con la harina para hacerla fermentar, se hace signo de esta esperanza. Podemos construir un mundo nuevo, diferente, más fraterno, más compartido y con más respeto a la naturaleza.  Nuestras pequeñas acciones, que parecen ignoradas, se transforman en signos de esperanza también para nuestro tiempo. Podemos cuidar y respeta la casa de todos, podemos hacer partícipes a todos de una vida digna… y se empieza por pequeños signos que muestran nuestro compromiso y nuestra fe.

 

 









Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |