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Comieron todos hasta quedar satisfechos
Adviento es mirar a Cristo que llega para sostener nuestros sueños


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |



San Nicolás

Is 25,6-10: “El Señor preparará un banquete y enjugará las lágrimas de todos los rostros”

Salmo 22: “Habitaré en la casa del Señor toda la vida”

 San Mateo 15,29-37:  “Comieron todos hasta quedar satisfechos”

 



El relato de San Mateo que acabamos de oír recoge una esperanzadora profecía de Isaías donde el Señor promete “un festín de manjares suculentos” y “arrancar el paño que oscurece a las naciones y enjugar las lágrimas de todos los rostros”. Son los sueños largamente alimentados por un pueblo que ahora los ve hechos realidad en Jesús que se compadece de su pueblo, les impone las manos a sus enfermos, ayuda a caminar a los lisiados, da vista a los ciegos y pan a los que tienen hambre. A orillas del lago de Galilea Jesús realiza todos estos prodigios y fortalece la esperanza de su pueblo. Son las señales de que el Mesías ha llegado. Pero no solamente en aquellos tiempos, el camino del Adviento nos lleva  también a nosotros hacer realidad estas señales de que el Reino ha llegado pues Jesús nos anima a sentir la responsabilidad de ofrecer alternativas de vida a quienes están sufriendo. Una mano que levanta, una luz que muestra el camino y un pan compartido, son milagros que pueden despertar la esperanza en un pueblo que está adolorido y pierde la esperanza.

El grito del Adviento: “Ven, Señor, y no tardes, ilumina los secretos de las tinieblas y manifiéstate a las naciones”, se hace presente en las  señales que el cristiano ofrece a su hermano lastimado. La oración y la súplica por la presencia del Señor, se transforman en solidaridad frente a urgentes llamadas de ayuda de quienes se han quedado sin pan y sin ilusión. Adviento es preparar el camino del Señor, pero el camino se prepara caminando, enderezando, rellenando, allanando y compartiendo. Adviento es mirar a Cristo que llega para sostener nuestros sueños pero al mismo tiempo es hacerlo presente en nuestras mesas compartidas y en nuestras respuestas al llamado de quienes sufren a nuestro lado. Que hoy con nuestra oración, nuestra súplica y nuestras obras, gritemos fuerte: ¡Ven, Señor Jesús!







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