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Dichoso el hombre que confía en el Señor
¿Por qué, aunque nos decimos cristianos preferimos no mirar el dolor de los hermanos?


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |



Jeremías 17, 5-10: “Maldito el que confía en el hombre, bendito el que confía en el Señor”

Salmo 1: “Dichoso el hombre que confía en el Señor”

San Lucas 16, 19-31: “Recibiste bienes en tu vida y Lázaro, males; ahora él goza de consuelo, mientras que tú sufres tormentos” 

 

¡Cómo ha sido impresionante esta parábola que nos narra Jesús! En una de las capillas de Pátzcuaro, Mich., hasta se venera a San Lázaro como si fuera un personaje real pues  tan convincente es la narración que parece sacada de nuestro cotidiano vivir.



Pero si es bella, no por eso deja de ser exigente y ahí es a donde muchas veces nosotros no queremos llegar. Sabiendo de las graves necesidades de algunas de nuestras colonias donde viven personas en extrema pobreza, algunas personas se organizaron y lograron reunir entre ellos unas buenas despensas para aliviar un poco las situaciones. Personas de buen corazón que querían ayudar sin ningún tipo de interés.

Cuando me las entregaban, les sugerí que sería conveniente que cada una de ellas fuera personalmente a visitar a una persona de las que están enfermas, solas y olvidadas. Su respuesta fue de extrañeza y de alguno de ellos hasta de incomodidad. Bastante hacían ya con conseguir despensas, que otras personas de la parroquia pudieran llevarlas ya que ellas los conocían y estarían familiarizados con ellos. Pero uno francamente expresó: "A mí me duele mucho ver la necesidad en que viven estas personas y prefiero mejor no acercarme porque después duro muchos días con sentimientos de culpa y remordimientos. Prefiero mejor no ver tanta pobreza".

¿Por qué, aunque nos decimos cristianos preferimos no mirar el dolor de los hermanos? Se ha adueñado de nuestro corazón la mentalidad competitiva de tener más, poder más y subir más, sin importar que en el camino vayamos dejando tirados a los hermanos. La parábola de Jesús no pretende que los pobres y sencillos miren con pasividad su presente con el consuelo de que algún día tendrán recompensa. La principal enseñanza es que nadie puede tener el estomago lleno mientras su hermano está pasando hambre.  Hoy tendremos que escuchar al Señor, tendremos que cambiar las estructuras de injusticia que deja hermanos tirados a la puerta y con hambre. No esperemos muertos que nos vengan a hablar, nos habla el mismo Jesús.

 

 



 







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