Homilia del día
Descúbrenos, Señor, tus caminos
Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato | Fuente: Catholic.net
2 Timoteo 2, 8-15: “La Palabra de Dios no está encadenada – Si morimos con Él, viviremos con Él”.
Salmo 24: “Descúbrenos, Señor, tus caminos”.
San Marcos 12, 28-34: “Éste es el primer mandamiento – El segundo es semejante a éste”
En las ceremonias rituales que celebrábamos en los pueblos indígenas, con frecuencia nos acompañaban los músicos tradicionales de Chiapas. Su música es muy sencilla pero bella y penetrante. Ayuda a la intimidad y a la oración. Algún día me llamó la atención que un anciano portaba un rústico violín, hecho por sus propias manos, que solamente tenía dos cuerdas. Al preguntarle al respecto, me respondió: “es que para mi música bastan dos cuerdas”. Igualmente sucede en la vida del cristiano, sólo dos cosas bastan. El amor a Dios y a los hermanos son los mandamientos más importantes que encierran toda la Ley.
El escriba le hace una pregunta a Jesús, pero como lo indica el evangelista éste busca sinceramente una respuesta a su duda. Los judíos tenían tantas normas, alrededor de 630, que los llegaban a confundir. Jesús se ha enfrentado con fariseos, herodianos y saduceos, se prepara para su fin, él ya percibe cual será el desenlace de su misión y resume toda la ley en estos dos mandamientos. Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas, le parece a cualquier persona algo natural, no le deja lugar a dudas, sin embargo, este mandamiento va acompañado inmediatamente por otro: “Amarás al prójimo como a ti mismo”, y ya no nos parece tan evidente como el primero. Pablo dice “el que dice amar a Dios y desprecia al hermano, ese es un mentiroso”. No podemos pretender cumplir el primer mandamiento si no cumplimos el segundo.
Amar a Dios exige amar al hermano, exige renunciar al egoísmo, vanidad y soberbia. El mayor acto de amor que podemos ofrecer a Dios es perdonar de corazón al hermano que nos ha ofendido. Revisemos nuestra vida, si estamos cumpliendo estos dos mandamientos, o si nos hemos distraído y ocupado de cosas que no son verdaderamente importantes y que quitan nuestra atención a lo fundamental.