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Dios, mi Creador, mi Padre
Dios mira cada una de sus obras con muchísimo más cariño


Por: P. Fernando Pascual L.C. | Fuente: Catholic.Net



Cada artista ama su obra, la cuida, la valora, la promueve. Comprende los detalles, sabe la historia que hay detrás de cada pincelada.

 

Recuerda, por ejemplo, aquella mancha en la tela que no pudo quitar, pero consiguió aprovechar. O cómo logró, casi por casualidad, aquel efecto que al inicio no salía...

Dios mira cada una de sus obras con muchísimo más cariño que el más entusiasta artista humano. Porque Dios, además, es Padre, y ama todo lo que ha hecho. Si hubiera amado algo, no lo habría creado...

 



"Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces, pues, si algo odiases, no lo habrías hecho" (Sab 11,24).

 

Por eso puedo sentir a Dios muy cercano a mi vida: todo lo quiso, todo lo preparó, para que yo existiera. Incluso cosas difíciles de comprender, dolores, conflictos que están en el pasado de mi familia...

 

Dios no considera correctos, ciertamente, algunos dramas, algunos sufrimientos de ese pasado. Pero a través de esas realidades Él fue capaz de obrar el bien, de permitir que otros, y que yo, existiésemos.



 

"En efecto, en determinadas circunstancias de la existencia humana parece que el mal sea en cierta medida útil, en cuanto propicia ocasiones para el bien. (...) En definitiva, tras la experiencia punzante del mal, se llega a practicar un bien más grande" (san Juan Pablo II, "Memoria e identidad").

 

Lo reconozco con gratitud: existo porque el artista, mi Padre, me ha querido en este cuadro maravilloso y difícil, con sus espinas y sus rosas, con sus tormentas y sus crepúsculos serenos y luminosos.

 

Soy parte de ese cuadro. En él, cada piedra, cada abeja, cada ortiga, cada estrella, cada compañero de camino, tienen su sentido, porque salen de la misma mano bondadosa de Dios.

 

El cuadro no está acabado. Dios, mi Creador, mi Padre, sigue su trabajo. Decisiones que surgen desde el amor abren nuevos espacios para que el Artista divino embellezca su obra.

 

En una tarde sosegada, un niño camina, seguro y contento, entre sus padres que siguen a su lado. Dios ama a esa familia, que embellece con nuevos matices el maravilloso cuadro de la existencia humana...







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