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San Pablo y la verdadera Sabiduría
Cristo no me mandó a bautizar, sino a evangelizar.


Por: Marlene Yañez Bittner | Fuente: Catholic.Net



Llamado por Jesús resucitado en su camino a Damasco, el Apóstol Pablo trascendió en el evangelio al recorrer un camino en el que fue pasando de la sabiduría del mundo y de la carne a la Sabiduría de Dios.

“Pues las locuras de Dios tienen más sabiduría que los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres.” (1 Corintios 1,25)

De modo general, encontramos en las cartas de San Pablo a los cristianos de Corintios, las mayores prédicas en torno a la verdadera sabiduría y su énfasis en la imperfección de aquella sabiduría que los cristianos suponían tener: la que proviene de los hombres.

¿Y cuál es esa Sabiduría entonces? Dios reveló el contenido de la verdadera sabiduría que es su Evangelio.

“Pues Cristo no me mandó a bautizar, sino a evangelizar; y esto sin alardes literarios, para que no se desvirtúe la cruz de Cristo.” (1 Corintios 1,17)



Ciertamente las Cartas de San Pablo nos dejan enseñanzas para el mundo de hoy, pese a haber sido escritas hacia el año 55 D.C. El Apóstol intenta hacer crecer en la fe, dejando la soberbia y una falsa realidad del conocimiento. Mediante ejemplos, introduce una arista cristiana a la vida práctica de los hombres: consejos de sabiduría, aquella que proviene de Dios. San Pablo supone que todos los hombres han tenido la posibilidad de conocer a Dios por la inteligencia a través de la creación, sin embargo no supieron aprovecharla por deslumbrarse con la sabiduría humana.

“Desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, se pueden descubrir a través de las cosas creadas. Hasta el punto que no tienen excusa, porque, conociendo a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias; por el contrario, su mente se dedicó a razonamientos vanos y su insensato corazón se llenó de oscuridad.” (Romanos 1,20-21)

No obstante, en la eterna misericordia de Dios, se nos ofrece una posibilidad de conversión, la misma que tuvo el Apóstol, la misma a la que todos somos llamados: reconocer en Dios la verdadera sabiduría que es el evangelio. Se nos invita a responder en la fe, la esperanza y el amor representados en la caridad hacia nuestros hermanos. Podemos ver en la misma vocación de San Pablo, cómo puede darse un encuentro personal con Jesús.

El hecho de ser cristianos va más allá de una participación activa en la parroquia o de participar de la Eucaristía, se trata más bien de un proceso de conversión para volcar nuestra mirada a lo real, a lo que viene de Dios. Vivir como Cristo, actuar como Cristo, pensar como Cristo; permitir que él sea quien viva en nosotros. En esto consiste la sabiduría cristiana, en saber gobernar cristianamente la existencia cotidiana, y Pablo lo explica por una serie de ejemplos concretos.

La sabiduría de Dios es tan inconmensurable que a su lado, toda sabiduría humana parece necedad; sólo cuando se conoce el evangelio y se logra comprender, nos damos cuenta que la misma inteligencia pasa a un segundo plano. Todo conocimiento que proviene del mundo se limita ante el conocimiento en Dios. ¿De qué nos sirve ser inteligentes o sabios ante el mundo si no tenemos el verdadero conocimiento de Dios? Jesús vino a la tierra para darnos a conocer el camino, la verdad y la vida a través del Evangelio, fuente viva de sabiduría. Sólo a través de Él podemos encontrar la paz. Nuestros esfuerzos deben orientarse en primer lugar en encontrar el Espíritu de Dios que nos entrega la verdadera sabiduría. De eso se trata el proceso de conversión, aquel que San Pablo experimentó y que lo convierte en un ser espiritual, en un instrumento de Dios en su plan de salvación.



“Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios generosamente nos ha dado. Hablamos de esto con un lenguaje que no nos ha enseñado la sabiduría humana, sino el Espíritu, que expresa las cosas espirituales en términos espirituales.” (1 Corintios 2,12-13)

Sin embargo estamos en constante tentación de recurrir a nuestras propias capacidades, al capital intelectual que hemos adquirido y a nuestras habilidades frente a los obstáculos de nuestras vidas. Intentamos resolver nuestros problemas nosotros mismos utilizando nuestra sabiduría, pero así, es más fácil perdernos que realmente llegar a la solución. Jesús nos propone una brújula segura abandonándonos en el Espíritu Santo. Confiar en que en Él encontraremos el camino a seguir, pues ese camino es la voluntad del Padre.

Adquirir la confianza en la verdadera sabiduría supone un camino de conversión similar a la de San Pablo; tener un corazón dispuesto para ser intervenido por el Espíritu de Dios; tener la voluntad de ser habitado por Él. Cuando logremos reconocer en el evangelio la fuente de la vida, cuantificaremos la pobreza de nuestra sabiduría y a los pies de la cruz nos abandonaremos en el amor de Cristo.

Y por último… dejarse obrar, pues para cada uno de nosotros, el Señor tiene un hermoso camino que mostrarnos.

 







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