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Si no tengo amor
Vinimos al mundo por amor de Dios, por su misericordia despertamos cada mañana, es su amor hacia nosotros el que nos mueve durante cada segundo


Por: Daniela Sandí | Fuente: Catholic.net



“Si no tengo amor, no soy nada” Esto nos dice San Pablo en su primera carta a los Corintios (Himno al amor cristiano 1 Cor, 13, 1-13)

Vinimos al mundo por amor de Dios, por su misericordia despertamos cada mañana, es su amor hacia nosotros el que nos mueve durante cada segundo; y si Él nos creó a su imagen y semejanza, ¿cuál debe ser nuestra actitud ante el mundo? Nuestra respuesta a un amor tan grande no puede ser otra, más que otro amor grande.

Este escrito de San Pablo me hace reflexionar muchísimo sobre esto, me pone a pensar cómo es en este momento mi actitud hacia las demás personas, me hace plantearme muchas preguntas, ¿Soy humilde o me creo la última maravilla del mundo?, cuando alguien necesita de mi ayuda, ¿le ayudo o me creo superior y quito la mirada?, ¿cómo respondo ante una pregunta, con soberbia o con amor?

Porque si lo pensamos, el amor hacia los demás se ve manifestado en muchísimas acciones, y de hecho, San Pablo nos dice de manera muy clara cómo debería ser nuestro accionar cristiano:

“Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo estruendoso.



Aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera una fe como para mover montañas, si no tengo amor, no soy nada.

Aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve” ( 1 Cor, 13, 1-3)

Hasta aquí creo que San Pablo nos indica que aún aquellas acciones que consideremos demasiado cristianas, si estas no se hacen desde la intención más pura del amor, no tendrían sentido.

Voy a poner un ejemplo, supongamos que voy saliendo de un supermercado, y justo cuando intento a cruzar la calle llega a la par un indigente y me pide que le dé algo; yo lo vuelvo a ver de reojo, deseando que se vaya porque huele mal; pero resulta que este señor insiste en decirme que le ayude, entonces yo con tal de que me deje en paz, saco unas monedas y se las doy. El señor se va y yo quedo con la “consciencia tranquila” porque le di dinero.

¿Será que con solo darle unas cuantas monedas ya obtuve un 100 en la obra?



La respuesta definitivamente es no, porque esa acción estuvo determinada por las condiciones humanas (impaciencia, intolerancia, prejuicios, egoísmo); y para respaldar, si nos devolvemos a la carta de Pablo, nos dice claramente que, sin amor, no nos sirve de nada.

Y es que, la vida, nuestra vida cristiana no se trata de cuántos bienes lleguemos a acumular, no se trata de la cantidad de dinero que tengo o que doy, nuestra vida cristiana no se trata de números, porque nuestro Dios, no es un Dios de cifras es un Dios de amor; y, por tanto, nuestro caminar debe ser en el amor.

Nosotros como católicos tenemos la bendición de contar con muchos ejemplos llenos de amor, personas que, encontrando primero el amor de Dios, aprendieron a vivir en ese amor, nuestro primer ejemplo es la Virgen María, y así tenemos a tantos santos y santas, que si los estudiamos a fondo, podremos encontrar que el común denominador es el amor con el que vivían.

Esta lectura – entre otras – me lleva a preguntarme “si yo muriera en este momento, ¿puedo entrar al Cielo? ¿Ya amé como Jesús?” Y tristemente mi respuesta es un no, todavía me queda mucho por aprender sobre amar; pero como a Dios no se le escapa ningún detalle, todos los días me pone a personas para amar, todos los días me presenta situaciones para que yo ame sin condiciones, todos los días prepara mi corazón para el amor.

¿Y vos, ya amaste como Jesús?







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