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10 de julio de 2019

Un nombre
Santo Evangelio según San Mateo 10, 1-7. Miércoles XIV del tiempo ordinario


Por: H. Jorge Alberto Leaños García, L.C. | Fuente: www.somosrc.mx



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Ayúdame, Señor, a nunca olvidar lo mucho que me amas, y que siempre tenga presente lo que has hecho por mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 1-7

En aquel tiempo, llamando Jesús a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.

Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos del Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayan a tierra de paganos, ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos”.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Detrás de un nombre se encuentra una vida llena de historias, repleta de sucesos impactantes e importantes. Un nombre revela a una persona que lanza proyectos y sueños; nos muestra diversos aspectos de las personas, desde sus deseos y fortalezas hasta sus debilidades y caídas. Parece ser que cuando escuchamos el nombre de algún hombre o alguna mujer, nos narra una parte de su vida, una parte de lo que son.

El saber pronunciar un nombre significa conocer a la persona, conocer su historia, conocerle profundamente. Es por esto por lo que los nombres que conocemos pueden alcanzar una intimidad personal o pueden ser nombres vacíos. Laura, Diego, Jorge… no todos pueden comprender lo que hay detrás de cada nombre, pues en cada uno hay una vida cargada de experiencias personales. El reto es encontrar el valor que se esconde detrás de cada nombre.

Pero ¿por qué tiene tanto valor un nombre? Es importante recordar que en el inicio Dios pronunció nuestro nombre para llamarnos a la vida y así sus labios nos bendijeron desde el comienzo de nuestro crecimiento. Además, después de toda una vida con luchas, con caídas y triunfos, después de haber firmado con nuestro nombre tantos actos benévolos o crueles, se nos sigue llamando por nuestro nombre, pues nunca podremos perder la dignidad de ser interpelados por el que todo lo ha creado.

Cristo, que llamó a cada apóstol por su nombre, es el único que conoce completamente lo que significa nuestro nombre y, por eso, sigue poniendo delante de nuestro nombre una misión para que transmitamos el valor que se tiene en ser llamados hijos de Dios.

«Este episodio evangélico se refiere también a nosotros, y no solo a los sacerdotes, sino a todos los bautizados, llamados a testimoniar, en los distintos ambientes de vida, el Evangelio de Cristo. Y también para nosotros esta misión es auténtica solo a partir de su centro inmutable que es Jesús. No es una iniciativa de los fieles ni de los grupos y tampoco de las grades asociaciones, sino que es la misión de la Iglesia inseparablemente unida a su Señor. Ningún cristiano anuncia el Evangelio “por sí”, sino solo enviado por la Iglesia que ha recibido el mandado de Cristo mismo. Es precisamente el bautismo lo que nos hace misioneros. Un bautizado que no siente la necesidad de anunciar el Evangelio, de anunciar a Jesús, no es un buen cristiano.»
(Homilía de S.S. Francisco, 15 de julio de 2018).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy trataré de conocer profundamente a una persona buscando trasmitirle el mejor regalo: la experiencia de mi fe en Cristo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Reflexión de Mons. Enrique Díaz en audio:





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