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"¿Qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?"
Meditación al Evangelio 9 de agosto de 2019 (audio)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net



Hay momentos difíciles en la vida, en que nos sentimos perdidos y olvidados. Igual le pasaba al pueblo de Israel y en esos momentos difíciles, para levantar al pueblo y hacerlo caminar, el Señor le recordaba todos los prodigios realizados a su favor.

Así encontramos en este día el libro del Deuteronomio que Moisés le recuerda al pueblo todas las muestras de amor que ha tenido con su pueblo, desde el inicio de la creación con cuánto amor lo creó, cómo lo formó como pueblo y el cuidado que tuvo con él a cada paso.

Le recuerda que “Él amó a sus padres” y le pide: “Reconoce, pues, y graba en tu corazón que el Señor es el Dios del cielo y de la tierra y que no hay otro”. Recordar los portentos del Señor, contemplar y sentir su amor, no es solamente quedarse en el pasado, sino es fortalecer el presente y sentirse ilusionado por el futuro. Hay en nuestros días una tendencia al pesimismo y la crisis económica y social ha derivado también en una crisis de esperanza y en una crisis de valores.

Nos invade un sentimiento de impotencia que puede llevarnos a consecuencias fatales. Hay quienes optan por el suicidio, las drogas o el alcohol, con tal de huir de la realidad. Pero si miramos con atención nuestra vida, nuestra persona, nuestros acontecimientos, no será difícil descubrir la mano de Dios que nos acompaña.

Un día me dio una gran lección una jovencita ciega. Buscando ser gentil, me imagino que toqué algunas de sus fibras y le hice sentir que por ser ciega, estaría en desventaja frente a muchas de sus compañeras. Me respondió: “Es cierto, soy ciega, pero el Señor ha regalado una sensibilidad muy especial para los sonidos, para el tacto, para la ubicación y muchos otros regalos que ustedes no aprecian y descuidan.

No me siento acomplejada. El Señor me ha dado la luz del corazón”. Hoy mi invitación será a reconocer los grandes dones del Señor y antes que estar renegando o discutiendo por lo poco que tenemos, reconozcamos sus regalos.

Digámosle con mucha confianza: “Gracias, Señor, porque te has hecho presente en mi vida” y traigamos a nuestra mente cada uno de los detalles con los que Dios nos muestra que nos ama.







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