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18 de septiembre de 2019

El ritmo que le gusta a Dios
Santo Evangelio según san Lucas 7, 31-35. Miércoles XXIV del Tiempo Ordinario


Por: H. Francisco J. Posada, LC | Fuente: www.somosrc.mx



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Ayúdame a seguir tus inspiraciones y lo que me pides porque confiando en Ti sé que puedo hacer las grandes cosas que sueñas para mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 7, 31-35

En aquel tiempo, dijo el Señor: "¿Con quién compararé a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos niños, que se sientan a jugar en la plaza y se gritan los unos a los otros:

"Tocamos la flauta y no han bailado, cantamos canciones tristes y no han llorado".

Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y ustedes dijeron: 'Ese está endemoniado; Y viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Este hombre es un glotón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores". Pero solo aquellos que tienen la sabiduría de Dios, son quienes lo reconocen".

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Dios nos da lo que necesitamos en cada momento y, por eso, debemos aceptarlo porque Él sabe lo que más nos conviene, aunque a veces esto no nos agrade o nosotros no sepamos cómo nos ayudará, pero tenemos que reconocer que viene de Dios y por ende es bueno.

Las razones de las cosas que Dios nos da en ocasiones no son tan claras y por esto puede ser difícil entender cuál es el plan de Dios para nuestra vida. Mas sabiendo que las acciones de Dios no son pura coincidencia, podemos confiar en su providencia divina que no nos deja a la suerte, sino que nos lleva de la mano en nuestro peregrinar; el reconocer los dones de Dios nos ayuda a discernir cuáles son los caminos por los que Él quiere guiarnos y así seguir sus inspiraciones como el músico sigue al director de su orquesta.

El secundar lo que Dios quiere en nuestras vidas implica un sacrificio de nosotros mismos ya que es dejar de lado lo que nosotros queremos por el plan de Dios que, de una manera u otra, nos llevará a nuestra felicidad plena porque, a fin de cuentas, Dios y nosotros queremos lo mismo, sólo los caminos son diversos.

«En resumen, no entendieron, no dejaron entrar nada de Jesús: cerrados. Y este cierre se convierte en rigidez y ellos no tienen al Espíritu Santo en el centro. No son libres hijos de Dios: en el centro se ponen a ellos mismos, cerrados, rígidos, viviendo con ese modo de diferenciar la revelación de Dios, que era ideológico y no estaba abierto al Espíritu Santo que estaba haciendo tantos cambios. Era gente que siempre volvía a lo mismo y nada les hacía felices. A ellos, Jesús, con un poco de ironía les dice: “Pero vosotros sois como esos niños sentados en la plaza que dicen a los demás: os hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos cantado un lamento y no os habéis golpeado el pecho”. Pero, ¿nada os parece bien? Solamente la rigidez de las ideas y el “siempre se ha hecho así”. Esta es la ortodoxia de esta gente que cierra el corazón a las novedades de Dios, al Espíritu Santo. Esta gente no sabe discernir las señales de los tiempos. Quieren una Iglesia, querían eso, una sinagoga, una Iglesia cerrada rígida, no abierta a las novedades de Dios».
(Homilía de S.S. Francisco, 24 de abril de 2018, en santa Marta).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Preguntarle a Cristo en una visita a la Eucaristía a dónde quiere guiarme el día de hoy.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.



Reflexión de Mons. Enrique Díaz en audio:





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