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Atacar al papa Francisco ¿en nombre de quién?
No se hacen quejas de corazón sobre lo que no les parece del Papa Francisco.


Por: Salvador I. Reding Vidaña | Fuente: Catholic.net



El Papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio SJ, está siendo atacado furiosamente, por enemigos suyos dentro de la Iglesia y por quienes les creen ciegamente, dejándose engañar. Dicen que no es Papa, que el verdadero es Joseph Ratzinger, Benedicto XVI… y que hasta es un antipapa.

Primero que nada, este santo varón, el Papa Emérito Ratzinger, el más brillante teólogo de estos tiempos, piensa y actúa diferente. Por su derecho él, como cualquier otro obispo, decidió renunciar y dejar el obispado de Roma, el trono de San Pedro, a un nuevo Papa, y el cónclave hizo esa elección legítimamente.

Es muy preocupante la furia, el desprecio con que se ataca al Papa Bergoglio, y se hace en base de argumentos fácilmente rebatibles (para quien quiera honestamente escuchar o leer). Se le ataca pasando sobre el Derecho eclesiástico, sobre la tradición de dos mil años, por personas que o no conocen esto, o desvirtúan de mala fe aquello que es el gobierno de la Iglesia. Hasta se le ataca contando una absurda historia de cómo se desarrolló este último cónclave, cuando no hay ninguna evidencia de que se haya violado el secreto que obliga a todos.

Una persona, católica o no, puede opinar sobre la persona del Papa Francisco o de quien sea, pero debe hacerlo en base a la razón, la verdadera información y no a injurias y chismes, o peor aún de acusaciones infamantes, carentes de fundamento. Se puede estar o no de acuerdo con lo que cualquier otra persona con poder diga o haga, sea clérigo o seglar, pero no estar de acuerdo no justifica, nunca, la infamia como la que se usa para atacar al Papa, o hasta los anteriores papas postconciliares.

Quienes furiosamente atacan al Papa tratándolo de impostor, o de venir de una elección “inválida”, se olvidan de algo que la Iglesia nos enseña, y es la acción del Espíritu Santo, a quien los anti-Francisco evaden vergonzosamente. Cuando desprecian la guía del Espíritu Santo, deberían recordar lo que Jesús dijo sobre el no perdón a quienes pecan contra Él. Se olvidan que Jesús prometió estar siempre con su Iglesia, y actúan como si Jesús se hubiera alejado de ella. Inaceptable conducta.



Esta guerra contra el Papa Francisco no tiene otra cristiana explicación mas que ser obra del demonio. Un cristiano verdadero, fiel, se manifiesta siempre, pero siempre con caridad cristiana, y ésta ha estado ausente, completamente ausente en los ataques infamantes y burlas al Papa.

Por sus hechos los conoceréis, nos enseña la Escritura, y los hechos nos muestran una absoluta falta de caridad cristiana. No se hacen quejas de corazón sobre lo que no les parece del Papa Francisco; no, se le ataca con lenguaje y actitud propios del demonio, nada se ve de cristianismo. No se hacen críticas con inspiración llegada de Dios, se hacen ataques en la forma en que el demonio actúa, nada nuevo en la historia. No se habla en nombre de Dios, sino del demonio.

Se le inventan faltas, errores graves, se distorsionan sus acciones, como las que hace en favor de la convivencia de las religiones. Se ofuscan y no pueden entender la prudencia con que Francisco trata a quienes no son cristianos. Se le acusa de aceptar la compañía de pecadores, cuando se olvidan que Jesús así lo hizo. Se le adjudican palabras que nunca ha dicho, muchas veces provenientes de terceras personas.

Hay que orar mucho por estas personas injuriantes, orar frente a una visible falta de oración de parte de ellas. No se escuchan o leen voces que clamen al Señor para que remedie lo que les parece mal del Papa (si lo hacen en privado, sólo ellos lo saben, no lo manifiestan, no invitan a orar). Y mientras no se ore públicamente y sólo se ataque, se injurie, aplica la reflexión de que se trata de influencia del demonio, contraria a Cristo, cabeza de la Iglesia, que siempre está con ella, sobre los errores y debilidades de quienes la integran, sean clérigos o seglares.

Oremos por la conversión de quienes, en vez de orar por la Iglesia, injurian a su cabeza, y de paso a otros obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, con acusaciones sin sustento, por interpretaciones torcidas que, para empezar, violan las reglas generales de convivencia humana, no digamos cristiana. Sí, oremos.









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