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Tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida
Meditación al Evangelio 14 de marzo de 2020 (audio)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net



¿Qué más podemos añadir a la narración? Es de una belleza impresionante y de una precisión exquisita. Sólo contemplemos con detenimiento a cada uno de los personajes y dejémonos invadir de sus sentimientos. No será difícil identificarnos con el hijo que se va, que reniega de su casa, que dilapida los bienes y se olvida su dignidad. Tantas veces lo hemos hecho nosotros.

Quizás lo que más nos cueste sea levantarnos y reconocer que, aunque indignos, todavía tenemos una casa y un padre que nos espera. Nos cuesta más trabajo ponernos en los zapatos del hijo mayor, porque es más difícil asumir que se equivoca uno cuando rompe la fraternidad, porque el orgullo de ser fiel se confunde con intransigencia, porque hablamos de derechos ante un padre que ha sido todo gratuidad… también el hijo mayor rompe la fraternidad, también el hijo mayor se llena de ambición queriéndolo todo para él, también el hijo mayor reniega de su padre.

La parábola nos deja en suspenso en cuanto al desenlace final como queriendo dejar en nuestras manos la posibilidad de abrirnos al hermano o negar, como Caín, la responsabilidad frente al otro. Lo que aparece muy claro es el rostro del Padre: da todo gratuitamente, se abre a la posibilidad del retorno, busca al hijo que se ha perdido, pero también va al encuentro del que se cierra por orgullo y vanagloria. ¿Qué más se puede esperar de un Padre? Hablemos a nuestro Padre, asumamos que también nosotros hemos equivocado los caminos, y celebremos la fiesta del encuentro. Cuaresma es tiempo de reconciliación, nuestro Padre nos está esperando.







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