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Esos ancianos por quienes rogar especialmente al Señor
Se sacrifican por quienes vienen detrás de ellos, han aprendido el valor de hacerlo.


Por: Salvador I. Reding Vidaña | Fuente: Catholic.net



Cuando el Papa Francisco dio recientemente su bendición Urbi et Orbi en una plaza vacía, bajo lluvia ligera, esta vez con el Santísimo, pidiendo que termine la pandemia del Covid-19, hubo varios comentarios sobre ese anciano, de 83 años, con problemas diversos de salud, que caminaba con dificultad y oraba por el mundo. Y se pedía por él. Muy apropiado.

Y siguiendo la Santa Misa desde la Casa de Santa Marta, veo y escucho al mismo anciano jesuita orar con gran devoción y dirigirnos la palabra sobre las lecturas del día. Pero con un micrófono muy sensible al sonido, se escuchaba su respiración con las dificultades de su salud, resfriado, con la falta de un pulmón. Pero allí estaba, pidiendo por el mundo entero, no sólo por la Iglesia. Mi pensamiento fue que hay orar, como él mismo insistentemente nos ruega, por él.

Como a la mayoría de los ancianos, su trabajo pastoral le cobra su cuota de fatiga y salud. Y hay otro anciano teólogo, viviendo discretamente en El Vaticano, con serias limitaciones de salud, las que le hicieron renunciar al obispado de Roma y pedir que se eligiera a un nuevo Sumo Pontífice, el Papa Emérito Benedicto XVI, por quien también se nos pide orar. Muy justo.

Pero no son los únicos casos, simplemente son notables en el mundo. Hay en la Iglesia muchos sacerdotes ancianos a quienes, por ejemplo, se les notan dificultades de movimiento al celebrar la Santa Misa. Así lo he visto, y ante la escasez de sacerdotes y vocaciones sacerdotales, me llega a la cabeza la necesidad de orar por ellos, porque el Señor nos los conserve, que les dé la necesaria salud y energía para cumplir y darnos su acción pastoral.

Algunos sacerdotes, no tan ancianos, pero “personas mayores”, nos dicen a veces que se están haciendo viejos, y también nos piden que oremos a Dios por ellos. Y los hay en todas partes, llenos de sabiduría, de experiencia, de comprensión de la naturaleza humana y de buenos consejos para quienes les escuchan o les leen, o para quienes ellos confiesan. El Espíritu Santo da especiales dones a los ancianos, y más si son sus pastores, que cuidan al rebaño.



Orar siempre por los ancianos, como son los padres de familia, ya abuelos la mayoría de las veces, los viejos tíos, maestros y amigos o religiosos es una obra de misericordia, que el Señor atiende. Se sacrifican por quienes vienen detrás de ellos, han aprendido el valor de hacerlo y merecen, mucho, que oremos por ellos. La oración por los sacerdotes de la tercera edad, los enfermos y los ya ancianos y con limitaciones de salud, es muy importante ante Dios.

Oremos por los sacerdotes ancianos, desde el Santo Padre Francisco, el Papa Emérito hasta el más modesto cura de pueblo o vicario, maestro de seminarios, misionero, o hasta ya jubilado; es un orar magnífico. Y sin que lo presuman, sabemos que ellos, esos ancianos sacerdotes, oran por la Iglesia, por nosotros, por el mundo, y sus ruegos valen mucho ante Dios. A veces, por limitaciones físicas, es ya casi lo único que pueden hacer, y rezan. Oremos nosotros por nuestros sacerdotes, que el Señor nos los conserve para bien del rebaño.







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