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He visto al Señor y me ha dado este mensaje
Meditación al Evangelio 14 de abril de 2020 (audio)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net



Muy significativa la narración que nos presenta San Juan de este encuentro de María Magdalena con Jesús Resucitado. Magdalena, como muchos de nosotros, permanece en el llanto y la tristeza sin imaginarse que Jesús pudiera resucitar. Todo lo da por perdido y ahora nada tiene sentido de aquel bello sueño de formar un mundo nuevo, diferente. Sin embargo, se queda junto al sepulcro.

No huye, no abandona, aunque esté sumergida en el dolor y el desconsuelo. En su tristeza no es capaz de reconocer los grandes prodigios que se están desarrollando a su alrededor. Los ángeles en el sepulcro no le causan ninguna sorpresa y sólo mira en una dirección: “Cristo ha muerto y ya nada tiene sentido”. Sus reclamos y frustraciones no cesan al acercarse Jesús. También para él es la pregunta y la acusación velada: “Si tú te lo llevaste”. Le han quitado a su Maestro y ella se aferra a su soledad, a la ausencia. ¡No es capaz de reconocer al mismo Jesús! Ciertamente la Resurrección de Jesús, no es un simple volver a la vida y tener el mismo cuerpo.

La Resurrección implica una nueva vida, diferente, plena, como nos lo muestran las narraciones en que se aparece a sus discípulos. Magdalena es capaz de reconocer a Jesús sólo cuando escucha su voz pronunciando su nombre. Y entonces todo se transforma en alegría y felicidad, todo es plenitud y confianza. Adiós a los temores, adiós a la ceguera,  adiós al fracaso. Se sabe amada, pronunciada, por Jesús que ha resucitado y le encomienda una nueva misión. Esta experiencia de vida, es la que hoy nos ofrece Jesús. No está muerto, sino que está al lado nuestro en nuestros aparentes fracasos, en nuestros desalientos, en su aparente ausencia.

Cristo está con nosotros y también pronuncia nuestro nombre de una forma única, especial, porque su amor por cada uno de nosotros es irrepetible. Experimentemos hoy este encuentro con Jesús. Que seamos capaces de descubrirlo a pesar de las apariencias en que se presente como la sencillez de un jardinero, el dolor de un fracaso, la sonrisa de un niño. Cristo está vivo y te habla por tu nombre. ¿No te llenas de ilusión y vida nueva?







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