Jesús tomó la firme determinación de ir a Jerusalén
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net
¿Por qué hay pueblos y comunidades que parecen irreconciliables? ¿Por qué, por encima de las reflexiones y de las propuestas de una mejor relación, prevalecen los caprichos y se retoman las ofensas? Detrás del pasaje evangélico de este día encontramos dos terribles realidades y un signo de esperanza.
La primera realidad que salta a nuestra vista son las puertas cerradas para Jesús en el territorio de Samaria. ¿Sus argumentos? No es rechazo directo a su persona, sino es porque se está dirigiendo a Jerusalén. Más allá de cuestionar la propuesta de Jesús, lo que rechazan es su decisión de ir a Jerusalén.
No es que no estén de acuerdo con sus palabras o con sus milagros, es que tienen los prejuicios que han dividido a los pueblos. Esta situación no es difícil encontrar en medio de nosotros: desde la simple relación de amigos y cercanos que se chantajean con quitar la amistad si se le habla a otra persona, hasta las graves decisiones que involucran el bien de la patria y que se obstaculizan, porque no provienen de personas o partidos afines.
Prevalecen las enemistades y descalificaciones sobre la reflexión serena de mirar y examinar objetivamente las propuestas. Los discípulos hacen lo mismo o peor, porque al rechazar añaden la propuesta de aniquilación.
Parecería gran amor a la Buena Nueva y al mismo Jesús, pero Jesús no acepta este tipo de rechazos y de condenas a causa de su persona. Cuántos conflictos religiosos e ideológicos evitaríamos si escucháramos este pasaje y comprendiéramos la actitud de Jesús. Ofrece apasionadamente su oferta de salvación, pero no está dispuesto a hacer una guerra y a condenar a los que no la aceptan.
Estas dos actitudes tanto de los samaritanos como de los discípulos, tendrían que hacernos pensar seriamente en las graves situaciones de discriminación, descalificaciones y condenas por motivos religiosos o de ideologías que nos están destruyendo. Hay en este pasaje un gran signo que nos ofrece Jesús: su firme determinación para salvarnos.
La condena que ha recibido desde Jerusalén no basta para detenerlo en la decisión de afrontar la pasión y la muerte con tal de ofrecernos una verdadera liberación. Hagamos una comparación de la mira y expectativas tanto de los discípulos como de los samaritanos, frente a la generosidad y determinación de Jesús. ¿Qué nos dice a nuestra manera de actuar?