Cuando vean que sucede esto, sepan que se acerca el Reino de Dios
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net

Cuando el Papa Francisco nos ofrece su análisis de la realidad en “Alegría del Evangelio”, hace notar que se han dado avances en muchos aspectos tecnológicos y de las ciencias que pudieran mostrar unas mejores condiciones de vida, que la historia se ha acelerado y que los cambios mismos se vuelven vertiginosos trayendo consecuencias en todos los ámbitos de la existencia humana.
Sin embargo, afirma, todos estos movimientos no siempre revelan, sino muchas veces ocultan, el sentido divino de la vida humana redimida en Cristo. Constata con dolor que muchos hermanos van quedando al margen de todos estos progresos y que la realidad se ha vuelto, para el ser humano, cada vez más opaca y compleja.
Es cada día más difícil analizar y entender la realidad, nos sentimos pequeños ante la realidad social y se corre el riesgo de verla unilateralmente. Es una realidad que nos interpela y nos cuestiona, nos pregunta hacia dónde va la humanidad y hacia dónde va cada uno de nosotros.
Por eso nos invita a mirarla “con los ojos de Jesús”, ¿Cómo mira Cristo a esta humanidad arrastrada en este torbellino interminable que enloquece y perturba, que deja a un lado muchos hermanos lastimados, que solamente pocos han podido sobrevivir? En el pasaje de este día, Jesús respondiendo a una pregunta de sus discípulos, los anima a distinguir los signos de los tiempos.
Hoy también nos anima e invita a nosotros a una actitud de discernimiento para descubrir lo bueno y lo malo que sucede a nuestro alrededor y percibir los signos de esperanza que están en nuestro entorno. La primera lectura del libro de Daniel nos presenta nubarrones de destrucción para el pueblo de Israel, sin embargo, termina anunciando al “hijo del hombre que viene sobre las nubes, que recibe la soberanía, la gloria y el reino”.
San Lucas después de anunciar los graves desastres, preludio de la destrucción completa, nos pide que nos fijemos en la higuera y en los demás árboles que empiezan a dar fruto y que son señales del verano.
Todo esto nos lleva tener una actitud de discernimiento, no acomodarnos a los criterios de este mundo, pero tampoco dejarnos llenar de pesimismo y abatimiento. Tenemos la certeza de la presencia de Jesús en medio de nosotros y esto nos llena de una sana esperanza que nos impulsa a trabajar con ilusión y ahínco.
