¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga verme?
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net

Alegría, esperanza y gozo nos ofrecen las lecturas de este día. Primeramente, el Cantar de los Cantares, expresa las voces amorosas de la novia que espera al Amado, y la respuesta enamorada del novio que invita a la amada: “Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven. Mira que el invierno ya pasó; han terminado las lluvias y se han ido”.
Es el encuentro de los enamorados que superan el rigor del invierno y que con su amor hacen que despunte una nueva primavera. También San Lucas nos llena de alegría con el encuentro de dos madres que se entrelazan en un único himno de alabanza a Dios. En medio de los gritos jubilosos podemos percibir que esta alegría brota de otra mayor: la misericordia de Dios, su presencia amorosa en la vida de estas dos mujeres que han dado respuesta afirmativa a su llamada.
María, al responder al anuncio del ángel, se convierte en la primera discípula, primera llena del Evangelio y primera misionera que evangeliza. Isabel lleva en su seno al profeta que preparará los caminos del Salvador. Y las dos, llenas del Espíritu Santo, proclaman las grandezas de un Dios que ha escogido como protagonistas a la pequeña, a la estéril, a la insignificante.
María e Isabel son mujeres de fe que con su ejemplo se convierten en modelo para el camino de todo creyente: es el que sabe estar atento a la palabra, se dispone a recibir con humildad la llamada, y está dispuesto a comunicar con prontitud el gran acontecimiento. Igual que ellas al aceptar el mensaje, llevan ayuda y apoyo a quien se encuentra en la necesidad y proclaman la grandeza del Señor.
Faltan tres días para Navidad, al igual que María e Isabel también nosotros nos llenamos de alegría, buscamos abrigar la palabra en nuestro corazón y llevamos el consuelo y la esperanza a nuestros hermanos. Es la última etapa del Adviento por eso proclamamos: “Pronto llegará el Señor”.
