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Mis ojos han visto al Salvador
Meditación al Evangelio 2 de febrero de 2022 (audio)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net



Es muy bella esta costumbre que se ha arraigado en nuestros pueblos de celebrar la fiesta de la Candelaria levantando al Niño del Nacimiento y presentándolo a todos los concurrentes. Como una nueva Epifanía, una nueva manifestación de Jesús.  Es curioso lo que nos enseña el evangelio de este día y que se relaciona con esta bella costumbre.

Cuando Cristo es llevado para cumplir el ritual que lo vincula más al pueblo judío, cuando se rebaja hasta hacerse en todo igual a todos los hombres de su raza, ahí mismo brota en los gritos de dos ancianos el más bello de los mensajes: Cristo es luz y no puede encerrarse entre las cuatro paredes del templo de Israel. Es luz que alumbra a las naciones. Algunos salmos ya insinuaban este universalismo y se deshacían en alabanzas a un rey que llega.

El grito de Simeón debe resonar en todos los pueblos: ha llegado al mundo el rey de la paz, el rey de todos los pueblos, el rey que abre las puertas del reino no solamente a los judíos, sino incluso a los pueblos paganos para quienes la luz ha brillado. Sin embargo estas palabras se entendían como una conquista, no como una participación.

Qué difícil se le hace el pueblo judío y después a la primitiva Iglesia entender este sentido tan profundo de Jesús, luz de todos los pueblos. Qué difícil se nos hace ahora abrir nuestro corazón y nuestra mente a quienes son diferentes. Es cierto que decimos que estamos abiertos y que deseamos que con toda libertad vengan a adorar a Jesús todos los pueblos, todas las razas, todas las lenguas… pero también es cierto que siempre les exigimos que lo hagan a nuestro modo, con nuestras condiciones, que renuncien a sus costumbres, a su cultura y adopten las nuestras.

La imagen de una luz que no se puede esconder, que no se puede encerrar, es muy sugerente de todo lo que significa Jesús. Me temo que a veces nosotros nos hemos apropiado de esa luz y la hemos condicionado con nuestros egoísmos. Este día es una ocasión especial para ensanchar las fronteras y estar dispuestos a recibir como hermanos a todos los que vienen de lejos, a los que son diferentes, a los que creen en otras posibilidades… que Jesús quiere iluminar el corazón de todos.



Qué hermoso sería que hoy nuestro corazón se llenara con la presencia de Jesús para luego exclamar con Simeón que queremos que esa luz llegue a todos los pueblos, que estamos dispuestos a compartirla, que no queremos la exclusividad y que nos arriesgamos en la construcción del Reino, de un reino para todos los pueblos, todas las razas, todas las gentes…








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