La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad
Fuente: Academia de Líderes Católicos
El Comité Académico de la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos, está conformado por intelectuales católicos de distintos países latinoamericanos, cuya función consiste en elaborar, actualizar y corregir los programas establecidos en el itinerario formativo de la institución, en comunión con la Iglesia, con una mirada eclesial universal y con pluralidad de sensibilidades eclesiales, culturales y profesionales. Apremiados por el amor de Cristo (2 Cor 5,14), los integrantes del Comité nos pronunciamos sobre el conflicto bélico desatado por Rusia en Ucrania, de que contraviene principios fundamentales de la convivencia razonable de los pueblos, inspirada en el Evangelio y explicitada en la Doctrina Social de la Iglesia.
Condición necesaria para la estabilidad de la vida internacional es el respeto a los principios inspiradores de la ordenación jurídica de los estados, los cuales responden también a las normas morales que rigen la vida de los seres humanos: “[…] las naciones son sujetos de derechos y deberes mutuos y, por consiguiente, sus relaciones deben regularse por las normas de la verdad, la justicia, la activa solidaridad y la libertad. Porque la misma ley natural que rige las relaciones de convivencia entre los ciudadanos debe regular también las relaciones mutuas entre las comunidades políticas (cf. San Juan XXIII, Pacem in Terris, 80).
A raíz de la trágica experiencia de la Segunda Guerra Mundial, la Carta de las Naciones Unidas repudia la guerra para superar las controversias. Esa es también la enseñanza permanente de la Iglesia, reiterada por el Papa Francisco: “Toda guerra deja al mundo peor que como lo había encontrado. La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal.” (Fratelli tutti, 261) Pero para defender la paz se requiere no solamente el rechazo de la fuerza, sino también de la amenaza de emplearla, lo cual supone la necesidad de pactar reglas comunes derivadas del diálogo y la exigencia de mantener los acuerdos suscritos (pacta sunt servanda).
La invasión rusa a Ucrania ha roto de manera inaceptable estas bases del derecho internacional, violando el acuerdo de Minsk y presionando con la amenaza de uso de la fuerza nuclear, que evoca la posibilidad de un escalamiento de la guerra hasta niveles de conflagración mundial, que puede llegar a destruir la humanidad entera.
Los medios de comunicación nos permiten ser testigos en directo y experimentar el dolor de la pérdida de innumerables vidas humanas, de militares y civiles, la disolución de hogares, el sufrimiento de los niños y sus padres, la migración forzada de los ucranianos, así como la destrucción de su patrimonio cultural e infraestructura vital. Por otra parte, nos conmueve y suscita admiración el coraje de hombres y mujeres, encabezados por su presidente, y dispuestos a inmolarse por defender su patria de la cruel agresión externa.
Sabemos por la fe que el mal no tiene la última palabra en el mundo, pues Cristo ha redimido al ser humano y la ha dado la posibilidad de vencer el pecado (Ap. 5,9). Esta certeza funda la esperanza cristiana, que “nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor.” (Fratteli tutti, 55)
Sobre la base de esta esperanza hacemos nuestro el llamado del Papa Francisco a tomar con valentía el reto por la paz y a no claudicar en todos los esfuerzos que sean necesarios para su restablecimiento sobre la base de la justicia internacional y los derechos humanos. Invitamos también a participar de algunas de las diversas formas de ayuda material oportuna y generosa a las víctimas, promoviendo en nuestros países canales que permitan encauzar en forma expedita el aporte de muchos. Reconocemos igualmente que esta meta no se alcanza con la sola fuerza natural del ser humano, por grande y bienintencionada que sea. También hay que responder a la “insensatez diabólica de la violencia […] con las armas de Dios, con la oración y el ayuno”, sobre todo en este período de Cuaresma (Homilía del miércoles 2 de Cenizas), incluyendo rezos por aquellos que tienen mayor responsabilidad en el surgimiento de este conflicto, y que por lo mismo tienen más posibilidades de contribuir a ponerle término.
Dr. Mariano de la Maza Samhaber, Presidente del Comité Académico
MA José Antonio Rosas Amor, Chile
Dr. Jaime Abedrapo Rojas, Chile
Pablo Castellanos López, México
Pbro. Dr. Enrique Colom Costa, Chile
Dr. Juan Pablo Faúndez Allier, Chile
Pbro. Dr. Mario Ángel Flores Ramos, México
Dra. Rita Gajate de Moviglia, Argentina
Dra. Sonia Gómez Erazo, Colombia
Dra. Cristiane Silva Kaitel, Brasil
Mons. MA Jaime Mancera Casas, Colombia
MSc Eduardo Marques Almeida, Brasil
MA Margarita Martínez Fisher, México
Pbro. Lic. Fernando Montes Matte SJ, Chile
MSc Elvy Monzant Árraga, Venezuela
MA Cleiton de Oliveira, Brasil
PhD. Daniel Ortega, Ecuador
Dra. Clelia Peretti, Brasil
MA Stefan Reith, Colombia
Dr. Patricio Ventura-Juncá, Chile
Dr. René Zamora, Cuba
Lic. Elisabeth Freiin von Ketteler, Secretaria Ejecutiva