Menu


Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él
Meditación al Evangelio 27 de abril de 2022 (audio)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net



Hoy encontramos en el pasaje del Evangelio una de las frases más importantes de toda la Biblia y que  da sentido a nuestra vida y a la misión de la Iglesia: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”. Esta frase pongámosla con letras de oro en nuestro corazón.

Es la más grande verdad que podemos conocer y experimentar: el amor de Dios. Dios es puro amor y busca dar vida. Nosotros hemos imaginado un dios que condena y castiga, pero la esencia de Dios es amar y dar vida. La libertad humana es la que determina la muerte, porque Dios no envió a su Hijo a condenar.

El Papa Francisco se ha empeñado en hacernos comprender que Dios es misericordia y a muchos ha sorprendido su insistencia, pero el Papa no hace más que recoger y hacer actual esta frase del Evangelio de San Juan. En las frases que siguen a esta afirmación parece encontrarse el sentido de la condena. La luz hace ver las fallas y los errores, quien no se quiere acercar a la luz y prefiere vivir en las tinieblas del error, es quien se condena a sí mismo.

Claramente decimos que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y cuando negamos a Cristo, no queremos ver y nos negamos a iluminar nuestra vida. En el Encuentro Eclesial hemos hemos encontrado luces y sombras que nos  exigen revisar nuestra misión de Iglesia y que cuestionan nuestros métodos y prioridades.

Es el Espíritu que nos habla y debemos permitir que su soplo aliente y descubra nuesvos caminos Si permitiéramos a Jesús iluminar nuestra vida nos ayudaría a descubrir el verdadero sentido, no viviríamos en la oscuridad y alcanzaríamos la verdadera salvación. En nuestras estructuras sociales, políticas y hasta religiosas nos hemos opuesto a recibir la luz de Jesús y nos hemos quedado solos en nuestra oscuridad.



Es cierto que Cristo no vino a condenar, pero cuando nosotros nos aferramos a nuestras obras malas, nosotros mismos construimos nuestra propia condenación. En los días de la Pascua nos enfrentamos al dilema de descubrir qué hay en nuestro corazón, permitamos que Cristo, luz del mundo, sea el que ilumine nuestro interior.








Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |