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El precio de ser discípulo de Jesús
Decidirse por Jesús, no es cuestión de un día, un mes o un año, es cuestión de toda la vida.


Por: Pbro. Joaquín Dauzón Montero | Fuente: Semanario Alégrate



Dice un “comentario desde las ciencias sociales” que en el siglo primero de nuestra era la familia biológica, no sólo era la piedra fundamental del estatus comunitario, sino que funcionaba, también, como la red principal de las relaciones económicas, religiosas, educativas y sociales, de una persona.

La pérdida de la conexión familiar dejaba al individuo indefenso y expuesto a la nada de su ser, pues perdía, también, la relación con todo el país. Así que la doctrina de Jesús en el texto del evangelio de este domingo era un duro golpe a la conciencia israelita, difícil de asimilar. Se trata, pues, de algo más que una simple renuncia a los bienes materiales; hay que renunciar a todo lo que se posee en la vida.

La frase lapidaria propuesta que se repite tres veces en el texto es: “no puede ser mi discípulo”, dirigida a todos sus seguidores. Jesús pone tres condiciones para seguirlo: a) Dejar a la familia: padre, madre, hijos, hermanos, familia biológica; b) renunciar a todos los bienes materiales, la herencia, los negocios; y c) cargar con la cruz y seguirlo, es decir, solidarizarse con la suerte de quien llama y que ofrece la oportunidad de ser un socio en todo, incluso en la participación de la cruz.

¿Jesús piensa en un nuevo modelo de sociedad? Sí, una sociedad diferente, donde el hombre pueda encontrar la seguridad que no puede darle ni la estructura familiar ni la estructura económica, porque el hombre no sólo es cuerpo, carne, sino, también, alma, espíritu. Una nueva sociedad donde se viva la verdadera fraternidad, la verdadera solidaridad, la verdadera igualdad; esta es la sociedad que supone el reino predicado por Jesús, contraria a La seguridad que ofrece el mundo que es, sobre todo, económica, en todas sus formas.

Y los dos por qués de los ejemplos finales del texto ¿qué quieren añadir a su enseñanza? Bueno, solamente agregar que todo seguidor de Jesús debe afrontar su seguimiento con inteligencia y con reflexión. Y hay que terminar diciendo que Jesús no obliga a nadie, invita a seguirlo, por eso dice: “Si alguno quiere seguirme...”. Sólo que tratándose de la salvación y sabiendo quien es el que invita, uno tiene que pensarlo seriamente, es decir, se trata de hacer una opción fundamental bien pensada. Decidirse por Jesús, no es cuestión de un día, un mes o un año, es cuestión de toda la vida.









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