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Nuestros muertos duelen, no importa su edad o tiempo con nosotros
Nosotros ya sabemos que desde la fecundación, el día uno y la semana uno, ya está ahí tu hijo, un ser humano y toda una vida a celebrarse


Por: Pilar Rebollo | Fuente: Pasos por la vida



Mucho nos rasgamos las vestiduras con las semanas en las que se reconoce como humano a la persona en desarrollo, nos parece ilógico estar jugando a las matemáticas con la ciencia y la evidencia, pero… caemos en el juego de las mismas semanas.

Hablar de nuestros hijos desde la semana UNO es difícil, por que pocos son los que ya tienen noticia de ellos, y por esa “dichosa prudencia” que no nos permite celebrar la vida, por miedo a tener que comunicar la muerte luego.

Nuestros hijos son un milagro desde ese minuto en que sucede la fecundación, son una vida ya lograda y recibida en nuestras entrañas, pero hoy nos cuesta agarrarnos de esa vida, hasta que no libra las 12 semanas, hasta que no se muestra sano a las 16 semanas.

Entonces, ¿hay vida que celebrar o no desde el día uno? Entiendo y respeto el miedo de quienes han sufrido alguna pérdida gestacional, pero hago la invitación a todos, en general, para dejar de posponer la alegría de la vida hasta las 12 semanas o más…

Es cierto que también necesitamos una sociedad que respete el duelo, trabajos que traten y asignen días de luto a sus colaboradores padres. Las pocas semanas de vida, no demeritan el dolor de los padres, no duele menos por no haber pasado las 12 o 16 semanas.



Compañeros de trabajo, amigos y patrones, incluso médicos también, respetemos el dolor de los padres, porque quien ha fallecido es un ser humano que ya cambio nuestras vidas desde su pequeña existencia.

Nuestros difuntos, ancianos, jóvenes, niños o no nacidos, son difuntos que merecen sus días de duelo, su tiempo de resignación. Toda vida vale y toda vida que se pierde duele.

Tú mamá y papá que te enteras que están embarazados, celébrala, compártela, para que luego nosotros como sociedad también te acompañemos en tu dolor, para que poco a poco aprendamos y nos sensibilicemos todos a que los hijos no nacidos siempre duelen, no se reemplazan y requieren su duelo.

Les propongo que no caigamos en el juego de “algún número de semanas” para celebrar la vida, porque nosotros ya sabemos que desde la fecundación, el día uno y la semana uno, ya está ahí tu hijo, un ser humano y toda una vida a celebrarse, respetarse y ojala no, pero tal vez una vida por cual llorar dignamente.









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