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La certeza del triunfo que vence los pronósticos desalentadores
Jesús alienta nuestra responsabilidad para construir un mundo de amor, de justicia y de paz.


Por: Mons. Jorge Carlos Patrón Wong | Fuente: Semanario Alégrate



Ha sido una experiencia maravillosa caminar juntos y compartir la fe durante este año litúrgico que estamos a punto de concluir. Al darnos la oportunidad de recibir y meditar puntualmente las Sagradas Escrituras damos gracias porque en medio de las dificultades nunca nos ha faltado la palabra de Dios que ha llegado novedosa y oportunamente a infundirnos ánimo e iluminar los acontecimientos de nuestra vida.

Ha sido muy rica e intensa esta experiencia de encuentro con la palabra de Dios que, en esta recta final del año litúrgico, nos ofrece la esperanza y fortaleza que caracterizan a los textos con estilo apocalíptico, como el libro del profeta Malaquías y las palabras de Jesús en el evangelio de San Lucas (21, 5-19) -que hoy meditamos en la santa misa-, así como el libro del Apocalipsis que meditaremos estas dos últimas semanas del año litúrgico.

La proclamación de estos pasajes apocalípticos coincide, providencialmente, con acontecimientos preocupantes y sumamente inquietantes, como los que vivimos en estos tiempos a nivel nacional e internacional, lo cual inconscientemente puede generar temor e incertidumbre.

Por la forma como se ha manejado este género apocalíptico en los medios de comunicación, la gente regularmente se eclipsa con estos textos que son tomados de manera inapropiada como anuncios del fin del mundo o como mensajes que ocultan códigos secretos que hay que descifrar. De nosotros depende no rebajar, ni tergiversar, ni adulterar textos que se escribieron no para esconder secretos, ni para infundir miedo, sino para generar esperanza.

De entrada, para alguien que ya ha fijado su postura respecto de estos textos puede resultar desconcertante saber que su finalidad consiste en generar esperanza, ofrecer la gracia de Dios para los tiempos de tribulación y asegurar el triunfo de Dios frente a la maldad del mundo. Como lo han hecho algunos grupos religiosos, es muy fácil desconocer la naturaleza de estos textos y utilizarlos para meter miedo y anunciar calamidades.



Delante de la tribulación y de las crisis que llegan a tener un poderoso impacto en nuestra vida cristiana, los textos apocalípticos vienen a fortalecernos en la fe y a sostenernos en la esperanza. Por muy desalentadores y peligrosos que sean los pronósticos vienen a asegurarnos que Dios camina con su pueblo e irá conduciendo la historia hacia su plenitud; que la historia tiene sentido porque está en manos de Dios y que el mal no tiene la última palabra en la historia de la humanidad.

Apocalipsis significa “revelación”, “quitar el velo”, “desvelar”. Por lo tanto, no es un sinónimo de “final catastrófico” sino de una revelación que da el verdadero sentido de la historia.

Uno de los temas que aparece en esta literatura apocalíptica es el fin del mundo. El entonces Cardenal Ratzinger explicaba que cuando en la Biblia “se habla del fin del mundo, la palabra “mundo” no se refiere primariamente al cosmos físico, sino al mundo humano, a la historia del hombre. Esta forma de hablar indica que este mundo llegará a un final querido y realizado por Dios” (Introducción al Cristianismo, 264).

Aparece en esta literatura el símbolo de las convulsiones cósmicas donde el sol, la luna, las estrellas y la naturaleza en su conjunto cambian de modo extraordinario. La coincidencia de estos fenómenos con la venida de Jesucristo quiere significar que ante su presencia el cosmos se conmueve y la creación entera se convulsiona ante el poder de su Creador.

Sobre el fin del mundo más que informar, Jesús pretende preparar. Por eso, decía San Agustín: “Se nos ha ocultado esa hora, para que seamos fieles durante todos los días”.



Se nos pide a los cristianos afrontar este tiempo intermedio con fidelidad a la palabra de Dios, dando pruebas de lucidez contra los engaños de los falsos mesías y estando siempre dispuestos a dar testimonio de nuestra fe, como lo pide Jesús en el santo evangelio:

“Los perseguirán a ustedes y los apresarán; los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa mía. Con esto darán testimonio de mí… Matarán a algunos de ustedes y todos los odiarán por causa mía. Sin embargo, no caerá ningún cabello de la cabeza de ustedes. Si se mantienen firmes conseguirán la vida”.

Por lo tanto, este mensaje llega para convencernos que ningún sufrimiento es infructuoso y que por muy graves y peligrosos que sean los pronósticos, Dios está conduciendo la historia hacia su plenitud en la vida eterna.

Frente a la maldad del mundo que causa preocupación, desolación y tribulación viene a correr el velo y deja que se asome con mayor claridad la revelación de Dios que ilumina, conforta y fortalece.

Mientras aguardamos esta revelación no nos dejemos engañar por los falsos mesías que de cuando en cuando andan predicando el fin del mundo, la destrucción. Jesús alienta nuestra responsabilidad para construir un mundo de amor, de justicia y de paz.







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